Salir del ropero; Amor a guardarropa

Por Beatriz Ayllón.

Salir del ropero comienza con la noticia de que Sofía, a sus 74 años, va a casarse con su mejor amiga, Celia, cerca de los 80, mueve los cimientos de la vida de Eva, su nieta. Asustada por la provocación social que puede suponer una unión tan poco convencional, emprende un viaje desde Edimburgo, donde vive desde que huyera de la isla en la que se crió, con el objetivo de impedir el matrimonio entre su abuela y otra mujer, porque ve peligrar sus propios planes de boda con el heredero de una familia escocesa ultraconservadora.

Escrita y dirigida por Ángeles Reiné, ‘Salir del ropero’ retrata las relaciones entre los miembros de una familia que se dividen entre aquellos que no se ha dejado llevar por los convencionalismos, y Eva (Ingrid García Jonsson), que se alejó de su lugar natal en cuanto tuvo ocasión, para mantenerse apartada de una familia que le provocaba dolores de cabeza con sus extravagancias.
Salir del ropero; Amor a guardarropa

Su madre, Natasha (Mónica López), la abandonó cuando era niña y la dejó al cuidado de su abuela Sofía (Verónica Forqué), circunstancia que Eva ha interpretado como la fuente de todos sus problemas de inseguridad y vulnerabilidad, la causa de haberse sentido diferente e inestable a lo largo de su vida y la razón por la que se ha visto obligada a buscar estabilidad en una familia portadora de ideas políticas y sociales radicales, pero que se rige, al menos aparentemente, por el orden y los principios.

La ejecución del plan de Eva y su compinche Jorge (David Verdaguer), el hijo de Celia, para impedir que se celebre la boda desencadena situaciones cómicas. La personalidad despistada, alocada y tierna (como cuando le explica a su prometida el porqué de cambiar la expresión “salir del armario” por la de “salir del ropero”) del personaje que interpreta Rosa María Sardá, uno de los puntos más fuertes de la película, también proporciona momentos frescos y divertidos.

El punto emotivo lo aporta el reencuentro entre Jorge y Eva. Él funciona como el estímulo que ella necesita para dejar de empeñarse en mantener las cosas como están. Tienen química, la justa, pero química.

Ingrid García Johnson destaca en el despliegue de su naturalidad: en ningún momento peca de ser demasiado exagerada, a pesar de que el guion podría llevarla fácilmente por esos derroteros por las situaciones a las que se ve sometida. Verdaguer, sin embargo, parece menos cómodo en este contexto, al menos en la exploración de un personaje poco convencional y que se ha mantenido aislado por determinadas razones vinculadas también a su infancia.

Los personajes están bien construidos, son coherentes, no hay ninguna salida de tono que llame la atención, lo cual hace sentirse cómodo al espectador porque responden a estereotipos que solemos reconocer tanto en el cine como en la vida real. La elección de la banda sonora arropa y romantiza el ambiente aportando dimensiones a los paisajes de Lanzarote y Oporto.

La película reflexiona sobre lo empeñados que estamos a veces en forzarnos a nosotros mismos a satisfacer al otro o en obligar a los demás a ajustarse a nuestros deseos para mantener nuestro status quo. Por tanto "Salir del ropero" transmite el mensaje de “vive y deja vivir”, que deja un buen regusto en el espectador.