Cuando me casé, me fui a vivir a una ciudad lejos de la mía, encantada de la vida, ilusionada, sin trabajo….pero feliz. Tuve muchísima suerte, y al día siguiente de llegar encontré trabajo. Era un empresa pequeña, muuuuy pequeña. Una micropyme, muy micro, y muy pyme. Pero fue un buen comienzo, y tuve claro desde el principio que iba a ser temporal. Antes de hacer el año en la empresa, me cambié a otra, y allí estuve 2 años y medio.
2 años y medio después, acababa de nacer mi primer hijo, así que me fui a otra empresa: ya no tenía que viajar, cosa que se había convertido en un problema porque mi marido lo hacía también, y por largas temporadas. Así que, decidida a dar un giro y dejar de lado por un tiempo mis aspiraciones profesionales, trabajé allí casi 5 años. Manu tenía 4 meses, yo tenía jornada completa, pero la verdad es que poco a poco volví a disfrutar de ambas facetas. Estaba en casa a las 6, podía estar con el niño, en el trabajo había bastante buen rollo…..Y pasado el tiempo, me quedé embarazada de nuevo. Al nacer Yago, decidí solicitar la reducción de jornada. Tengo que confesar que cagada de miedo, además, porque no sabía cómo se lo iba a tomar. Ya empezaban a sentirse los primeros síntomas de la crisis (finales de 2008), así que resultó un momento idóneo: a ellos les venía bien ahorrarse medio sueldo (sobre todo teniendo en cuenta que yo hacía en esas 5 horas prácticamente lo mismo que antes hacía en 8) y a mí perfecto para disfrutar de los niños.Como os decía, la crisis asomaba, y empezaron a despedir a algunos en la empresa. Había dos chicas que dependían de mí, y por unas razones y otras, fueron despedidas. Así que yo hacía mi trabajo, el que habían dejado de hacer ellas….y todo en 8 horas. Ahí ya empezaron los problemas de tiempo. No se puede hacer todo, porque os recuerdo que no soy superwoman.Además, llegó 2010, principios, y los niños ya eran un poco más grandes. Seguíamos necesitando a alguien que nos ayudase en casa, los coles, los gastos….todo era más. Así que hablé con la empresa y les planteé volver a mi jornada completa. La razón: no me llegaba el dinero, y además ese fue el pacto que hicimos (y que además es lo legalmente establecido). Aparte, claro está, de que no me daba la vida para todo lo que tenía que hacer en 5 horas.Todo de muy buenas formas, para eso todos educados y con confianza. Me expusieron su punto de vista, y me dijeron que en ese momento no era posible, porque la empresa no iba bien y querían reducir el horario a todos. Acordamos que en un mes, todo el personal haría horario de 6 horas, con lo que además yo me beneficiaría de una hora más de jornada.Vale. Pasa un mes. Pasan 2. Yo sigo yéndome a las 14h, pensando que el resto se van a las 15. Pero no, no se van. Es más, nadie ha dicho nada de reducir horarios. Empieza ya una etapa de malos rollos en el trabajo, que derivan en no dormir, mareos, vomitonas, visitas al médico….éste me diagnostica ansiedad y me recomienda una baja. ¡Ni de coña! , eso es el principio del fin, no me la cojo. Intenta convencerme, dice que va a ir a peor. (Este no sabe nada, yo NUNCA seré de ESAS que se cogen bajas). ¿Me han soltado un cuento? No creo. Hablo con ellos, porque soy así de confiada. Me cuentan que es algo temporal, y entonces propongo que mientras sea temporal, yo vuelvo a mis 8 horas, y cuando a todos nos cambien el contrato, yo entro también. Esto es un despacho con el gerente. Yo intento hablarlo, pero cuando veo que no hay posibilidades le digo que lamentablemente me veo obligada a pedirle la vuelta a las 8 horas de manera oficial, y que me firme la recepción de mi solicitud. En fin…..empezó a gritarme, palabras que de educadas y confiadas no tenían nada. Hasta que al final abrió la puerta del despacho, se asomó para que todos los empleados pudiesen oírle, y gritó “a partir de ahora, todos reducción de horario y sueldo. Si queréis una explicación, aquí tenéis- señalándome- a la culpable”Esperé a las dos, llamé a mi marido porque no podía conducir, me fui al médico, y me dieron la baja. No volví.Hablé con varias amigas, avergonzada, culpable, destrozada por mi estado anímico que me impedía además disfrutar de mi familia, porque me sentía fatal. Una de ellas, fiscal, me recomendó a una abogada. Aunque en principio sólo quería irme, me convenció de que negociase al menos el paro y algo de finiquito, y así lo hice.Un mes después, a mi marido le ofrecieron otro trabajo en otra ciudad, y por primera vez en 8 años dije “vámonos”.Me escapé. Salí por la puerta de atrás. 8 años en esta ciudad, donde empezamos como familia, donde nacieron dos de mis hijos, donde …..Todos esos recuerdos bonitos están ahora sucios, porque huí. Fríamente sé que no fue culpa mía, pero de vez en cuando me asalta ese momento culpable, rememoro todo y me siento mal. Me han dicho que eso (valga la distancia entre ambos casos) es actuar como una mujer maltratada. Llega un momento en el que crees que te mereces eso, porque algo habrás hecho. Bueno…..ahora tengo otro trabajo, vivo en otra ciudad, soy muy feliz, he tenido otro hijo, y disfruto. Aunque siga temiendo encontrarme con alguno de ellos….el mundo es muy pequeño, sí.Revista En Femenino
Este post podría titularse catarsis interior. Lo tenía medio escrito desde hace tiempo, pero gracias a una conversación reciente, he decidido borrarlo todo, reescribir, y recomenzar, como un primer paso de esa catarsis que pretendo hacer al contarlo.