Revista Cine
Director: Pier Paolo Pasolini
(Ayer a las 20:00 horas el Cine Arte Normandie exhibió, y tan sólo cobrando un billetito de la más baja denominación -me salió más caro el transporte-, "Salò o los 120 días de Sodoma", de Pier Paolo Pasolini, su última película. No la había visto y no podía perderme esta oportunidad; no había visto nada de Pasolini pero eso no importaba. Fui con mi hermana y le gustó, a mí también me gustó. De vuelta en el metro vinimos hablando un montón de cosas interesantes al respecto, de hecho también apreció la cinematografía del film y, en fin, varios otros aspectos. Yo por mi parte, como no puede ser de otra manera, vengo acá a mi blog a hablarles de la película, o de lo que sea, pero a partir de una película.)
La gente es muy escandalosa y seguramente repite y repite frases, proclamas e ideas fijas sin conocer el contenido de lo que emiten, es decir, no comprendo la, digamos, mala reputación de esta magnífica obra de arte ni las muchas sentencias que se clavan como dagas sobre este film, como que es amoral, que es repugnante, que es pornográfica, que es esto o lo otro. Yo lamento que se hable de "Salò" a partir de las vejaciones que cometen esos cuatro señores durante casi todo el metraje, sin descanso alguno, que se pondere su valor cinematográfico y artístico reduciendo su tratamiento de la violencia, de la sexualidad y de la moral o la humanidad del hombre a mero ejemplar, acaso más intelectual, del cine de explotación. Me dan asco otro tipo de películas, quizás se han dado cuenta, aquellas que precisamente transmiten ideas fijas, convencionalismos, que le dan al populacho lo que quiere y no sólo al populacho, sino también a los que gobiernan y alimentan al populacho. "Salò" es todo lo contrario, su potencia radica en su discurso y no en lo explícito de las atrocidades que retrata. Entenderlo es fundamental para disfrutar de este film y del cine, cine de verdad quiero decir, en general.
Viendo esta película comprendo la irrelevancia intelectual y lo inofensivo del último cine de Lars von Trier, si bien no puedo dejar de apreciar que alguien pretenda "romper límites" o "transgredir normas", pero no, se me hace definitivo que no puedo admirar el cine de ese señor (su primera etapa me interesa más, a priori, por el momento restémosla de esta pequeña y suave diatriba) cuando ya alguien, antes, pudo crear una experiencia que, aunque no me crean, no trata sobre la carne y la sangre como sobre el poder del mal sobre el espíritu o la moral; que tampoco tiene nada de efectista, ni sentimental ni moralizante, ni mucho menos de egolatría.
"Salò" es también una verdadera inspiración, en muchos sentidos, uno de ellos radica en la valentía y la inteligencia sobre qué se puede mostrar, o cómo y por qué. Si tienen dudas, miedos o inseguridades, recuerden "Salò" y piensen en Pasolini: nada está prohibido y en el cine pueden hacer lo que quieran, más si saben qué están contando, de qué están hablando, qué están destruyendo al crear imágenes, personajes y escenas que presten voz a una o miles de ideas. Respeten y aviven la furia.
"Salò" es de lo más fascinante que he visto en un cine, en un cine como corresponde, un film de una exquisitez y una belleza cinematográfica superior, a otro nivel, reforzada por grandes maestros como Morricone en la banda sonora o Tonino Delli Colli en la dirección de fotografía, de una atmósfera cautivadora a la vez que asfixiante, una escritura deliciosa, un conjunto de una elegancia cargada de fuerza e intensidad, una elegancia de una contención a veces aterradora, contención impelida a sucumbir, de cuando en cuando, a su propio peso.
Una película sobre la que se pueden decir muchas cosas en términos de interpretación, lo que diré ahora probablemente sea lo menos interesante que puedan leer. Cuatro señores, poderosos e intelectualmente refinados, cada uno representando alguna institución como la Iglesia, la nobleza, el Estado o la Justicia, abusando de vírgenes prácticamente mudos (si farfullan algo son las enseñanzas cuasi supersticiosas que arrastran desde sus hogares, antes de ser secuestrados, y, acaso, la obediencia: agache la cabeza, mijito, y no le responda a sus superiores), de campesinos, de pobres, de ignorantes. Película intemporal, eternamente vigente. Certero y crudo, por honesto y directo, por feroz y atrevido, retrato, análisis o disección de la burguesía, de la política, de la sociedad en sus perpetuas alternativas de dominación y sumisión, de sinsentido y oscuridad, desesperación y deshumanización, incluso de las personas, de los individuos, que hasta en las capas más bajas viven bajo mecánicas o dinámicas de poder. En última instancia, qué hay detrás de una atrocidad cometida por tal o cual persona: qué edificio moral, ético, espiritual, qué termitas royendo sus cimientos y pilares.Pero no, hablemos de los banquetes de mierda, hablemos de las torturas físicas, hablemos de las obsesiones anales, hablemos de cómo ello invalida el potente discurso de su director, de su obra.
Para mí es una obra maestra. No soy digno de alabarla como corresponde (probablemente haya olvidado -o ni siquiera pensado- muchas cosas que decir, y ya me atormentaré por ello cuando caigan sobre mi mente, una por una, como incansables e irritantes gotas de agua). Una de esas experiencias reveladoras, que golpean donde más duele: en la comodidad.
No dejen que los convenzan de lo contrario: "Salò" es una de las películas más importantes de la historia del cine y es una auténtica genialidad. Disfrútenla.