Salon des Vins des Vignerons Indépendants (París)
Por Jmbigas
@jmbigas
El sábado 28 de Marzo pasado tuve la ocasión de visitar en París el Salon des Vins des Vignerons Indépendants, que se celebró en el Espace Champerret, junto a la Porte de Champerret, a caballo entre París y Levallois-Perret (27-30 de Marzo).
Logo de la asociación
en la copa de degustación.
(JMBigas, Marzo 2015)
En Francia se ha producido un movimiento asociativo, transversal a todas las regiones y denominaciones de origen, de los llamados Viticultores Independientes. Se entiende por tales aquellos profesionales que controlan por completo el ciclo del vino que producen: cultivan la uva, la vendimian, realizan la elaboración y, en su caso, envejecimiento, de sus vinos en sus propias instalaciones, y también son los responsables directos e inmediatos de su comercialización. Habitualmente se trata de pequeños productores, no integrados en grandes grupos, que se caracterizan por su amor y respeto al terruño (terroir).
Esta asociación realiza diversas iniciativas, habitualmente relacionadas con la promoción del producto de sus asociados. Entre ellas, organizan durante el año algunos Salones en diversos lugares de Francia.
En 2014 la casualidad (que nunca es absoluta) me llevó a visitar la edición de ese año. Pero sufrí una sorpresa desagradable: la organización se manifestó incapaz de enviar mis eventuales compras a cualquier lugar fuera de la Francia continental, lo que se conoce coloquialmente como l'Hexagone. Ya describí mis negociaciones y mi fiasco en otro artículo.
Por eso este año organicé un viaje en coche, ciertamente apresurado, a París, para asistir al Salón y poder cargar en el maletero de mi propio vehículo las cajas de vino que pudiera comprar en el Salón, obviando así otras dificultades administrativas o burocráticas.
El Espace Champerret (al noroeste de París) es uno de esos pequeños centros para congresos y salones que abundan en las cercanías del Boulevard Périphérique. Un espacio limitado, donde se amontonan, durante el Salón, más de 500 viticultores independientes. El Salón se organiza por pasillos, nombrados como A, B, C,... Cada pasillo, de no más de dos o tres metros de anchura, tiene a cada lado, uno detrás de otro, a docenas de expositores. Cada expositor dispone de un mostrador de degustación, de un par de metros de longitud, y un pequeño espacio detrás para el almacenamiento de los productos que desean vender.
Un segundo parking mucho más cómodo que el de la
Porte de Champerret.
(JMBigas, Marzo 2015)
Esta configuración provoca que cuando se detienen sendos grupitos de dos o tres personas en los expositores enfrentados en el mismo pasillo, para degustar algún vino, conversar sobre ellos o negociar alguna compra, el tránsito por el pasillo queda prácticamente interrumpido.
Creo que ya es hora de que la organización arbitre espacios algo más amplios, que permitan una visita más confortable y una logística menos diabólica.
Si no se es un profesional del sector, y si no se dispone de una invitación específica, hay que comprar una entrada (6€) que da derecho a una copa de cristal para la degustación de los vinos durante la visita.
Os puedo asegurar que ese sábado, durante las cuatro o cinco horas que pasé en el Salón (desde mediodía hasta las cuatro o cinco de la tarde), la afluencia de visitantes fue MUY numerosa. Con una característica que conviene tener en cuenta. La intención del visitante medio es la de degustar algunos vinos de su gusto, y comprar algunas botellas o algunas cajas de aquellos cuya relación calidad-precio más les convenzan.
Carritos de todos tipos y hasta maletas, para llevarse la
compra a casa.
(JMBigas, Marzo 2013)
La organización da algunas facilidades logísticas a los compradores. Un operador de primer nivel (Geodis Calberson) tiene un stand en el Salon, y puede hacerse cargo, por un reducido coste de 3€ por caja (con algunas condiciones) de enviar los productos comprados a cualquier lugar de la Francia continental. Se excluye Córcega y los Dom-Tom, así como cualquier país extranjero (entre ellos, todos los demás de la Unión Europea). Hay un servicio de préstamo por una hora de carretillas y carros de diversos tamaños (sólo depositando un documento de identidad, que se recupera al devolver) que permiten al visitante transportar las cajas compradas hasta el propio vehículo.
Junto a una rampa de acceso para vehículos, se habilitó una zona de carga, atendida por un par de chavales muy eficientes. Esto permite llevar las cajas compradas hasta esa zona (me dieron un recibo con un número) y luego recuperar el vehículo propio, acceder a la rampa (en fila india) y proceder a toda prisa a la carga en el maletero, para no entorpecer a los demás usuarios (que deben esperar mientras uno carga).
Con acceso directo mediante ascensor al Espace Champerret, existe el Parking de Porte de Champerret. Mi experiencia en él fue una pesadilla. Accedí en torno a las 11 de la mañana (el Salón abría a las diez), y todo el Parking era un puro atasco. Alguna mente cruel decidió que, donde habitualmente se aparcarían dos coches, allí se intenta que aparquen tres en batería. Esto provoca que los espacios sean extremadamente exiguos y que cada operación de aparcar sea una fina acrobacia que interfiere durante un tiempo largo a la circulación de otros vehículos. Para completar el infierno, si uno no es un tirillas (que es, definitivamente, mi caso), una vez conseguido un espacio y aparcado el coche, salir de él es una misión imposible, salvo por el techo solar, caso de disponer de él.
Stand de préstamo de carretillas, en el espacio al aire libre.
(JMBigas, Marzo 2015)
La conclusión, en mi caso, es que tras más de media hora de peregrinaje interno sin éxito alguno, volví a salir (afortunadamente sin tener que pagar nada) para respirar de nuevo el aire libre. Afortunadamente, este año la organización coordinó una tarifa algo más ventajosa de lo habitual en un gran aparcamiento de un Centro Comercial próximo (SO Ouest, en Levallois-Perret), cuyas plazas tienen un tamaño humano y razonable. A algo más de un kilómetro de distancia del Espace Champerret, se habilitó un servicio gratuito de autocares lanzadera (cada cuarto de hora), para poder acceder con cierta comodidad al Espace Champerret. El único pero es que la señalización de las paradas era algo más que precario, e incluso un agente de la seguridad del Centro Comercial no supo darme razón de dónde debía esperar la navette. Afortunadamente, pude localizar un pobre letrero, malamente pegado a una farola, que indicaba la parada.
Los residentes en la región parisiense que acuden al Salón sin vehículo propio, idean todo tipo de soluciones imaginativas para poder acarrear sus compras hasta el propio domicilio. Abundan los visitantes que parecen pasajeros de aeropuerto, porque acarrean tras de sí voluminosos trolleys, vacíos a la llegada y pesados a la salida. O los que parecen ir al supermercado, con su carrito de la compra, o los que llevan de casa carritos plegables con sus cintas tensoras.
Tiempos Modernos.
(JMBigas, Marzo 2015)
Os podéis imaginar que, en estas condiciones, la circulación por los angostos pasillos, que deben compartir los degustadores y compradores con los improvisados transportistas, es un atasco complicado de negociar.
En mi caso, yo había escogido previamente algunos expositores que quería visitar. En particular de regiones de Francia que no me resultan fácilmente accesibles (Córcega, Alsacia, Champagne, Chablis -Bourgogne-, Tavel, Loira, etc.). Acabé visitando algunos de mi lista, y algunos otros que me llamaron la atención al pasar frente a ellos. Por ejemplo, un viticultor del Languedoc (Domaine de Gravanel, en Neffiès, en el arrière-pays de Béziers, cerca de Pézenas), que propone unos vinos blancos monovarietales de Viognier, un tipo de uva muy poco extendida de la que, sin embargo, se obtienen algunos de los que me parecen los mejores blancos que ofrece el mercado, tanto en Francia (el Condrieu, del norte del Ródano) como en España (Vallegarcía en Ciudad Real, o Viña Santa Marina en Mérida).
La mayoría de expositores admite el pago de cualquier compra mediante tarjeta de débito o crédito. Aunque alguno me encontré que sólo admitía pago en efectivo, y algún otro cuyo pirulo no le aceptó ninguna de mis tarjetas españolas. Afortunadamente, hay un cajero automático dentro del Espace Champerret; pero mi banco me ha cargado un monstruoso 5% de comisión por la disposición de efectivo (en Euros, por supuesto) en un cajero extranjero.
Tras varias horas de deambular por el Salón, me encontré con varias cajas de vino ya pagadas, depositadas cada una en el pequeño espacio del expositor en concreto. Tocaba rematar la jornada. Pero también tenía hambre y necesitaba empapar las muchas y sucesivas pequeñas degustaciones. Compré un bocata mediocre de jamón y queso, a precio de Feria (7€), que me comí en la Zona de Fumadores (una pequeña área al aire libre, donde se encontraba también el stand de préstamo de carretillas). En un pequeño bar habilitado en uno de los extremos del Espacio, conseguí una cerveza y una mesa donde degustarla con cierta tranquilidad, y descansar un poco antes de la tarea titánica que todavía me quedaba por afrontar.
En los standas acostumbra a haber una botella de agua para
enjuagar la copa y no mezclar sabores.
(JMBigas, Marzo 2015)
Conseguí una carretilla de dos ruedas, con capacidad máxima de cinco o seis cajas, y con ella, entre atascos, tropezones y topetazos, volví a recorrer los stands donde había comprado alguna cosa, y fui cargando las cajitas. Completada la recogida, me dirigí a la zona de carga por uno de los pasillos más atestados, a una velocidad nunca superior a cuatro o cinco metros por minuto. Allí dejé mis compras, identificadas por un número, del que yo tenía una copia.
Salí del Salón, para tomar el autobús de vuelta al parking del Centro Comercial. A pesar de la tarifa preferente, tuve que pagar 16,50€ por la estancia por unas cinco horas de aparcamiento. Un pequeño regalo ya que, en París, la tarifa más habitual es de 1€ ... por cada cuarto de hora.
Ya con el coche, volví al Espace Champerret, al que accedí por la rampa desde la calle trasera (rue Jacques Ibert). Allí cargué las cajas en el maletero y di por terminada la provechosa visita al Salon des Vins des Vignerons Indépendants.
Una visita, pese a todos los inconvenientes y dificultades, muy recomendable para todos los amantes del buen vino.
JMBA