Esta semana estuve con una compañera de asociación a realizar una visita a las personas ingresadas por problemas de salud mental en agudos, del hospital de Sant Pau en Barcelona.
Lo curioso del caso es que no hablamos de los problemas de salud que atraviesan, tampoco hablamos de cómo se encontraban o de cómo les trataban en el hospital. No hablamos de los días que llevan sin recibir visitas o de la comida que les dan. No hablamos de diagnósticos ni de fármacos ni de enfermedades. No hablamos de cómo se veían, ni de cómo les veíamos nosotros.
De lo único que estuvimos hablando fue de cómo les ven las demás personas. De cómo les verán aquellos a quienes les digan lo que han padecido o padecen. Personas que no han pasado por un trago así. Personas que sin conocimiento de causa, los asimilan e imaginan como a Norman Bates en .
Las casi dos horas que estuvimos conversando, pasaron totalmente centradas en la discriminación recibida en diversos ámbitos, como en el laboral, el social y el familiar. Y el estigma latente que existe en el imaginario colectivo sobre las personas que sufren o han sufrido un problema de salud mental. Éstas son algunas cifras que se desprenden del estudio 'El estigma y la discriminación en salud mental en Cataluña 2016' (Spora Sinergies y la Universitat Autònoma de Barcelona, en colaboración con la Obra Social "la Caixa" y Janssen).
En el ámbito laboral:
- La tasa de paro de las personas con TM es de un 61,9%, 44,2 puntos más elevada que la población general.
- Un 48,5% han ocultado en el trabajo su trastorno para poder evitar un trato discriminatorio.
En el ámbito escolar:
- El 18,9% han sido discriminadas por parte del profesorado.
- El 51,3% deciden ocultarlo al profesorado y el 53% a los compañeros y compañeras.
En el ámbito de la atención sanitaria:
- El 26,1% han sido discriminadas en un centro hospitalario en alguna ocasión por el hecho de tener un trastorno mental.
- El 40,6% han sido discriminadas en un servicio de la red de salud mental.
En las relaciones familiares, de pareja y de amistades:
- El 50,4% ha sufrido un trato injusto por parte de la familia nuclear, un 38,6% por parte de la familia extensa, un 40% por parte de la pareja y un 53,1% por el grupo de amistades.
- Un 23% ha recibido presión por no tener hijos por parte de la familia y de profesionales sanitarios, y también, en menor medida, de la propia pareja.
Quizá en algún momento de nuestras vidas nos hemos podido encontrar en situaciones similares. No digo iguales, ya que eso sólo es posible de una manera. Pero podemos empatizar con las personas que han pasado por un problema de salud mental cuando nos ponemos nosotros en la posición del otro. Estamos siendo testigos del cambio discriminatório que mueve el colectivo feminista y a la mujer a no ser minusvalorada por el mero hecho de ser mujer. Al colectivo LGTBI a no ser discriminados por su orientación sexual. A todo tipo de personas que, sin tapujos, aparecen en los medios de comunicación para reivindicar su posición o situación, para solicitar ayudas, comprensión e incluso por mera visualización social de una problemática. Como podría ser la de los vegetarianos, veganos, y anti-taurinos que se oponen al sacrificio de animales. Y de los sindicatos obreros, que emergieron para defender sus intereses laborales (eliminar discriminación).
Todas estas causas están más que justificadas y, paulatinamente socialmente aceptadas (salvando distancias, ya que sabemos, siguen trabajando por ello), pero no obstante, son bien aceptadas en minoría (personalmente) por la mayoría. Cosa que no sucede, como hemos podido comprobar con la salud mental, que está en tod@s nosotr@s. No olvidemos que una de cada cuatro personas, padeceremos a lo largo de nuestras vidas una problemática de salud mental y eso quiere decir que el 25% de la población padeceremos una problemática de salud mental.