Va a ser principal la salud mental para poder convivir con otros, pero la salud también va a tener que ver con el amor y la gestión de nuestras relaciones con los demás. La salud mental y el amor van a estar relacionadas en muchos aspectos.
Si una persona padece de ansiedad, depresión, fobias, obsesiones o incluso otro tipo de enfermedades, eso puede repercutir directamente en la relación y también puede tener que ver con cómo se gestionar ciertos aspectos de la misma. A veces hay una exigencia de la persona enferma, requerimientos que instan a que la otra parte sea comprensiva, a que no realice ciertos compromisos por estar enfermo, a tener que estar cariñosa y paciente, a hacer de terapeuta... “Para eso está mi pareja”, se puede llegar a decir, y se utiliza de contenedor para verter todas las quejas, toda la retahíla de males, convirtiendo la relación en una tortura.
El amor no es incondicional, no es tolerable cualquier cosa. Uno no está preparado para manejar ciertas situaciones, y más cuando alguien pone la curación en sus manos, sin ser una relación profesional. La enfermedad no se cura gracias al amor, el amor no cura nada, no produce una transformación del sujeto. El que padece la enfermedad va enfermando también la relación, porque la pareja termina marchitándose. En lugar de ocupar el lugar de mujer, hombre, amante, ocupa el lugar de cuidador o cuidadora y, a veces un “ya no te quiero” muestra en realidad el desplazamiento del deseo, del erotismo en ellos. Más que la enfermedad es cómo se posiciona la persona frente a la enfermedad, para qué la utiliza, en qué circunstancias aparece, qué beneficios secundarios obtiene.... son aspectos inconscientes que muestran una mala solución a conflictos ya existentes. Se puede somatizar otros aspectos que pasan inadvertidos a cualquier persona que no sea un profesional de la psique, un psicoanalista.
Cabría preguntarse, dentro de la salud mental y el amor, cómo amamos. En realidad, la relaciones son conforme a nuestra primera historia de amor ¿y cuál es? Con la mamá, cómo nos amó o cómo es la imagen de cómo nos amó. Las relaciones están pautadas por nuestras vicisitudes infantiles. Muchas de las situaciones en la relación de pareja están marcadas por una inmadurez emocional, por el egoísmo, por nuestras reacciones más primitivas, por el principio del placer, por modos más primitivos, más infantiles, por ilusiones... Por eso es tan importante psicoanalizarse, va permitir sanear la relación.
De lo que se trata es de poder hacer lo conveniente para la relación, que es un trabajo continuo, donde hay que hablar, pactar. A veces, llevados por un conflicto psíquico, la persona no elige de manera conveniente, o produce relaciones insanas. Por ejemplo, a veces relaciones que sobreprotegen o agobian, tienen su raíz en el control de esa primera relación afectiva, con la mamá, y no tiene tanto que ver con la real, sino con la imagen que hemos forjado de ella o modos de relación. Es un patrón inconsciente de relacionarse.
Hay ocasiones donde se comienza a “temer” a la pareja, bien para evitar los celos, por ejemplo, y se actúa para evitar un enfado. Se convierte en un niño o una niña asustado/a que teme que no le quiera. Es como si estuviera atemorizado frente a la “mamá terrible”. En todas las personas se van a producir tendencias normales que en su exageración pueden llegar a producir “síntomas” en las relaciones de pareja.
La salud está muy relacionada con la capacidad de amar. Freud nos indica que no somos seres bondadosos, ni criaturas tiernas, el amor se produce en relación con los demás. Amar conlleva sustituir nuestras tendencias egoístas.
Como vemos, no hay salud mental sin amor, ni amor sin salud mental, referido a un amor más allá de la especie, del animal, un amor que nos civiliza y permite que convivamos en las diferencias.
Laura López
Psicóloga colegiada y Psicoanalista
en formación continua con Grupo Cero