Revista Opinión
Según la reciente Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, que entró en vigor en julio de este año, se contemplan tres supuestos diferentes para practicar el aborto eugenésico: hasta la semana veintidós en caso de «riesgo de graves anomalías en el feto"; sin límite de tiempo en caso de «anomalías fetales incompatibles con la vida» y sin límite de tiempo en caso de «enfermedad extremadamente grave e incurable". Según datos oficiales del Ministerio de Sanidad, se realizan más de 3000 abortos anuales por estos motivos.
Llama la atención que en los tres casos de aborto eugenésico no se requiera dar a la mujer embarazada la información que será obligado entregarle por escrito si solicita el aborto sin alegar causa alguna dentro de las primeras catorce semanas de gestación: no se le informará sobre las ayudas públicas para las mujeres embarazadas, ni sobre los derechos laborales vinculados al embarazo y la maternidad, ni sobre las prestaciones y ayudas públicas para el cuidado de los hijos, ni sobre los beneficios fiscales y demás incentivos y ayudas al nacimiento, ni sobre los centros en los que pueda recibir asesoramiento antes y después del aborto. Curiosamente, la Ley no exige que la mujer sea informada de estos aspectos. Pero es que además en los dos supuestos en lo que no hay límite de tiempo, ni siquiera habrá que informar a la mujer antes de que aborte sobre los derechos y prestaciones de las personas con discapacidad ni sobre las asociaciones de apoyo a estas personas.
Ante esta clamorosa omisión de información, surge la duda: ¿acaso se da por hecho que la mujer embarazada de un niño enfermo abortará y por eso no se exige que antes del aborto se le informe sobre sus derechos y las ayudas disponibles, así como sobre las asociaciones a las que pueda dirigirse?
Sencillamente, me parece una falta de sensibilidad a los derechos de la mujer, que debe estar bien informada de todas las alternativas reales que tiene. Y me parece un ejercicio de absoluta incoherencia con la profesión médica, ya que siguiendo la Declaración de Ginebra, los nuevos médicos prometen «solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad» y «velar con el máximo respeto por la vida humana». Que no nos engañen, de salud reproductiva esto no tiene nada.Se trata de Eugenesia pura y dura.