Revista Salud y Bienestar

Salud sostenible y burbujas- Metanoia III

Por Carlosmatabuena

La Organización Mundial de la Salud (O.M.S), definió en 1946 el término salud, como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Tras 64 años, se sigue utilizando… pero cómo se operativiza en pleno siglo XXI? Los problemas de salud son muchos y muy diferentes en las distintas partes del mundo. Incluso en el llamado primer mundo, la accesibilidad al sistema sanitario y la equidad, son muy divergentes según paises.

Estados tan potentes y adelantados como EEUU siguen década tras década con una reforma sanitaria pendiente. Los modelos santarios varían incluso dentro de la misma Unión Europea. No obstante, en España disfrutamos de una sanidad universal y gratuita, dependiente de los Presupuestos Generales del Estado, es decir, de los impuestos. Evidentemente, esta situación es apreciada por el ciudadano y constituye un avance social de gran magnitud.

No obstante, entre varios de los problemas que acucian nuestra sanidad, y aún más en una situación de crisis económica, está el elevadísimo gasto sanitario. Se ha puesto de moda el término “sostenible”. Se usa en el ámbito ecológico, económico… ¿y en el sanitario?

¿Tenemos un sistema de salud sostenible?

En los últimos días, he oido de algunos expertos, una profecía poco alentadora: Tras la burbuja del  “ladrillo”, pronto explotará la de la sanidad. Ya Julio Mayol en 2008 utilizaba el término “burbuja sanitaria”.

No es muy reconfortante. ¿Tienen razón estos expertos? Ciertamente existen graves problemas de gasto sanitario. La misma universalización de la atención, los costes cada vez mas elevados de algunos tratamientos y pruebas diagnosticas, la descentralización de la gestión a las comunidades autónomas con la variabilidad en la cartera de servicios de las mismas, el aumento de la frecuentación dada la gratuidad, la gestión no siempre acertada, una medicina defensiva en aumento… etc, son algunas de las múltiples variables que contribuyen a ello.

En paises de nuestro entorno, con problemas similares, se comenzaron a adoptar hace tiempo medidas que en su momento no fueron populares, como el copago italiano. En cualquier caso, la solución no puede ser simple. En un país como España, la sanidad ya no es un lujo, sino un derecho y por tanto no se puede poner en riesgo.

Para aportar soluciones, no sólo los gobernantes deberán contar con los mejores gestores, independientemente de su adscripción ideológica, sino también y en gran medida con aquellos de los que depende gran parte del gasto: los médicos, personal sanitario y proveedores. Y por supuesto y no sólo a través de las urnas, sino a través de organos de participación adecuados, también con los usuarios que con sus impuestos financian el sistema.

Es fundamental que se encuentren fórmulas para reducir el gasto, sin disminuir prestaciones. No son los salarios los principales responsables, y más conociendo que los médicos españoles somos de los peor pagados de Europa. Pero la eficacia en el control de gastos ha de ser una de las prioridades de los gestores. Se han de hallar fórmulas imaginativas. No es fácil, y menos en tiempos de crisis.

Los políticos deberán llegar a acuerdos. No pueden estar criticando en una autonomía lo que su propio partido hace en la colindante, en tema sanitario. Es necesario un esfuerzo para llegar a acuerdos estatales para definir un modelo “sostenible” (a pesar de las nulas competencias que ya le quedan al Ministerio de Sanidad). Un pacto de Estado se hace preciso, al igual que en otras áreas.

Este tema es complejo, y lo seguiré abordando en próximos artículos. Pero quiero dejar clara mi postura. Nuestro sistema sanitario, con todos sus defectos,  es un logro al que no podemos renunciar. Hemos de hacerlo “sostenible”, para que la siguiente generación pueda disfrutarlo como nosotros lo hacemos.

Esta burbuja no puede explotar, sería un fracaso colectivo. Entre todos… ¡impidámoslo!


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