LLEVO a una semana en Turquía. Y mañana tomo el vuelo de vuelta a Kaunas. Llegué aquí a través de un programa europeo que favorece la movilidad del profesorado universitario. Y el viaje me ha salido gratis, claro. Todo pagado con los impuestos del sufrido contribuyente europeo. Desde el lunes 3 al jueves 6 de junio estuve en Trabzon, la antigua Trebisonda, en la costa del Mar Negro. A pocos kilómetros de la frontera con Georgia. Acogido por la Universidad Tecnológica del Mar Negro. Una universidad moderna que cuenta con unas instalaciones fantásticas. Con un campus que dispone de hoteles, mezquita y hasta de una playa privada. Trabzon es una ciudad antiquísima. Fundada en el siglo séptimo antes de nuestra era por griegos de Mileto. Y he tenido la gran fortuna de pasearme por entre sus calles. Y beber té y Ayran con profesores de la Facultad de Pedagogía. Que me hicieron de guías. Y sobre todo de beber un montón de Sprite. Porque a mi, la verdad, el té no me gusta tomarlo para comer. Y el Ayran, una especie de kefir aguado, tampoco acaba de gustarme. Leche blanca y comida especiada y llena de color. Me parece una combinación extraña. En Turquía es muy difícil encontrar cerveza o vino. Sólo en algunos restaurantes o "lokantas" la sirven. Y los precios son simplemente abusivos. Comprar una cerveza local en un supermercado cuesta alrededor de 4 liras. Más o menos un euro y medio al cambio. Y tomarla en un bar o restaurante cuesta entre 8 y 15 liras. O sea que uno se puede gastar perfectamente 5 euros en tomarse una cerveza local. Que casi siempre será de la marca "Efes". Una cerveza pilsen muy parecida en gusto a la "San Miguel" española. En fin, una mierda de cerveza. Que te sale por un ojo de la cara. Así que llevo siete días tomando Sprite. Porque ya digo que encontrar locales que sirvan cerveza en Turquía es casi una tarea imposible. En Turquía, sin embargo, he descubierto la fantástica comida local. Y no me refiero a la que sirven en los restaurantes para turistillas. Me refiero a la comida que come la gente normal. Los bocadillos de pescado asado. Que te los rellenan con verduras y especias. Y que están para chuparse los dedos. Bocadillos que cuestan entre 5 y 6 liras. Para beber nada mejor que un vaso de zumo de naranja. Un zumo elaborado con naranjas recién exprimidas. Y que se puede adquirir casi en cualquier sitio. Pues Estambul está lleno de vendedores ambulantes de zumo de naranja. Que arrastran sus carritos cargados de naranjas frescas. Y que exprimen delante mismo del cliente. A una lira el vaso.
Mi viaje a Turquía ha coincidido con la revuelta popular contra el gobierno del autocrático Recep Tayyip Erdogan. Algo que algunos comentaristas han bautizado ya como "primavera turca". La revuelta popular se inició en Estambul. Cuando un grupo de ecologistas acamparon en la plaza de Taksim. Para protestar contra los planes del primer ministro Erdogan de destruir un pequeño parque aledaño a la plaza, el parque Gezi, y construir sobre el terreno un mega-mall comercial y una mezquita. La protesta fue duramente reprimida por la policía turca. Y pronto se extendió a todo al país. Dejando hasta el momento un par de muertos y cientos de heridos y detenidos por las fuerzas represivas al servicio del régimen islamista "moderado" del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP de sus siglas en turco), y que lidera el primer ministro Erdogan. Un tipo arrogante y que se ha dedicado a insultar y amenazar a los manifestantes. Acusándolos de terroristas y antidemocráticos. Las distintas televisiones turcas han emitido constantemente imágenes de la plaza Taksim. Algunos canales de televisión son descaradamente progubernamentales. E intentan dar una imagen muy negativa de los manifestantes, emitiendo un sinfín de imágenes de coches ardiendo, ataques a comercios y oficinas bancarias con cocteles molotov, y de manifestantes portando la foto del enemigo número uno de Turquía, Abdullah Ocalan, líder del ilegalizado Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK). Partido que sin duda se encuentra también presente en la protesta de plaza Taksim. Yo me alojo en un hotel cercano a la Torre Gálata. Y desde aquí a la plaza Taksim hay uns 20 minutos a pie. El servicio de tranvía que une la Torre Gálata con la célebre plaza está suspendido como consecuencia de las protestas. De todas maneras no tenía pensado tomar el tranvía porque a mi me gusta patearme las calles. En el trayecto me encontré un montón de pintadas. Y de cristales rotos. También me crucé con un grupo de unos doscientos manifestantes que enarbolaban banderas del PKK y fotos de Ocalan y de otros héroes de la resistencia kurda. En las cercanías a la plaza había un montón de vendedores de panochas asadas, agua fría y zumo de naranja. Y de souvenirs para turistas. El souvenir más popular, según me contó un vendedor, era la máscara cyber-punk de "Anonymous", que se vendía a 5 liras (2 euros) la pieza. Un precio un tanto abusivo para un simple trozo de plástico pintado con una goma elástica para sujetarla. También se vendían muy bien las mascarillas antigas que utilizan los manifestantes de Taksim para defenderse de los gases lacrimógenos que les lanza la policía turca. Después de pensarlo por un rato, decidí comprarme una máscara de "Anonymous" porque la mascarilla de gas no me cubre el rostro. Y además hace tiempo que no me enfrento a la policía. Ahora soy un hombre de bien. Que me dedico a viajar gratis y a vivir un poco del cuento. Gracias a vuestros impuestos. Os dejo con el video que grabé yo mismo en la plaza Taksim. Centro de la revuelta turca. Y bueno, el próximo post, lo escribo en Kaunas. Y este lo dejo así, tal como está, sin pulir. Que quiero aprovechar el tiempo que me queda en Estambul para patearme la ciudad. Y hoy quiero tomar un barco y hacer un tour por el Bósforo. Y hartarme de pescado fresco. A la salud de todos vosotros.
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