Revista Cultura y Ocio

Salva, 3 años. Madrid (1981)

Por Gaysenace

Salva, 3 años. Madrid (1981)

Salva, con 3 años, en el salón de su casa, en Madrid


Mi historia comienza más o menos a los 16 años. A esa edad me di cuenta que me gustaban los chicos. Curiosamente, hasta ese momento no me fijaba ni en chicos ni en chicas; los veía por igual. Eran amigos o amigas y no sentía ninguna atracción.
Un verano, donde siempre veraneaba con mis padres, en un pueblecito de la sierra de Madrid, de repente sentí un escalofrío al ver a mi primo desnudo en la habitación y ahí empezó toda mi historia gay.Los principios no son nada fáciles. Saber que te gusta alguien de tu mismo sexo y no tener nada de información sobre eso que te está pasando… Te sientes solo, raro y muy confuso.Yo empecé a intentar saber si había más gente como yo; no sabía que existía Chueca ni nada de eso y mi primer contacto fue a través de la sección de contactos que había y sigue habiendo en el “Segundamano”. Un periódico de anuncios que, por suerte, cayó en mis manos y pude comprobar que había otras personas que buscaban lo mismo que yo.Pasé un tiempo quedando con gente, pero me escabullía de las citas. Bueno, sí aparecía pero iba vestido totalmente diferente vestido a lo que les había dicho. Cuando llegaba el momento de dar el paso me aterrorizaba y me echaba hacia atrás, hasta que un día me armé de mucho valor quedé con un chico al no que no le di plantón. No fue muy allá la cita y me pasé los dos años siguientes probando con chicas, pero dentro de mi sabía que me estaba engañando a mí mismo y que quienes me gustaban eran los chicos. Las chicas, por su parte, como amigas, muy bien, pero nada más.Una noche, mientras paseaba por la calle, me crucé con un chico y nos quedamos mirando fijamente. A los 19 años empecé mi primera relación homosexual con un chico diez años mas mayor que yo. Tuve el valor de contárselo a mis amigos. Todos ellos me entendieron perfectamente. Nadie me rechazó. Hoy tengo 32 años.  Con la familia fue diferente. Fue un palo muy duro, pero con paciencia les intenté explicar cuáles eran mis sentimientos y que ellos no tenían la culpa de nada. Que la educación que me habían dado no había sido la causante de mi homosexualidad.  Con el tiempo, tanto mis padres como mis hermanos han terminando aceptando mi orientación sexual. No siempre se consigue a la primera y, en muchas ocasiones, como en mi caso, es necesario hacer pedagogía para que lo entiendan.No hay que tener miedo a expresar tu condición sexual a los seres más queridos. Aquí, en este mundo, estamos una sola vez y hay que vivir bien con uno mismo e intentar ser feliz. El que no quiera estar a tu lado, por ser como eres, no merece la pena que sigas con él/ella por el mismo camino.

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