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Salva tu culo en alta montaña: como no meterse en líos con aludes y la nieve

Publicado el 22 diciembre 2009 por Trinitro @trinitro

Otro de los riesgos que tiene la alta montaña es la nieve. Por un lado la nieve puede ocultar caminos y señales que en verano son fáciles de seguir, ayudándonos a perdernos, como puede provocar problemas adicionales: caídas, aludes, y resbalones adicionales.

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Para alguien que practique el alpinismo invernal el conocer la nieve es algo esencial, pero incluso para un montañero de verano, un conocimiento básico de nivología siempre es bueno, ya que hasta incluso en Agosto en alta montaña se pueden encontrar ventisqueros semiperamenentes, congostas o incluso glaciares, y la posibilidad de que nieve incluso en Julio o en Agosto no es descartable.

Me centraré en uno de los peligros que puede conllevar la nieve y hago un aviso, esta información es útil sobretodo para alta montaña fuera de glaciares, en los cuales tengo mucha menos experiencia y conocimiento. La intención es que sepamos utilizar las previsiones que realizan los diversos servicios geológicos sobre el peligro de aludes, y podamos tener nociones básicas del estado de la nieve. No es más que una pequeña introducción a un tema, la nivología, que requeriría un análisis más profundo y profesional, hay cursos de formación al respecto y manuales mucho más serios que esta entrada en el blog.

Tipo de aludes

Un alud es una caída de una masa de nieve. La nieve es un material que podemos ver en diversas formas. Cuando está recientemente caída y en situaciones ideales son copos cristalinos de hielo que forman estrellas muy pequeñas (algunas veces esos cristales de hielo son visibles a ojo vista) que a la práctica son como un polvo que se deposita sobre el terreno. Si el suelo está helado y la temperatura se mantiene relativamete baja la deposición de nieve se quedará y formará una capa de acumulación de varios centímetros o metros en la cuál es muy fácil hundirse. Esa nieve es la conocida como nieve polvo.

Este tipo de nieve no se mantiene siempre así, los diversos fenómenos metereológicos la van alterando. Por ejemplo, el viento la puede compactar y los cristales se fusionan formando estructuras menos elegantes pero más compactas y densas. Diversos fenómenos pueden dar diversas capas. Por ejemplo el viento puede compactar la parte superior de la nieve polvo o ventar la nieve que está más suelta y dejar una costra superficial dura pero debajo seguir estando blanda y suelta. El deshielo matinal puede dejar capas superiores de nieve mojada que cuando vuelve a congelarse se endurece y forma una costra helada, el propio peso de la nieve acumulada la hace compactarse, etc… El viento puede provocar acumulaciones de capas de nieve fresca sobre otra más endurecida, etc.. por tanto toda esta tipología de nieve dará una tipología distinta de aludes, además en respuesta a situaciones metereológicas distintas los aludes pueden tener diversas formas.

Me centraré sólo en tres de las más comunes que se pueden encontrar en el Pirineo y montañas alpinas dejando de lado los aludes relacionados con la actividad de los glaciares (caídas de seracs, por citar alguno de estos fenómenos espectaculares) ya que estos últimos en los Pirineos son un fenómeno extraordinariamente extraño (no en cambio en los glaciares alpinos o en latitudes árticas).

Los tres tipos básicos de aludes son:

- Alud de nieve reciente o de purga. Son aludes provocados por la acumulación de nieve (normalmente recien caída) y que caen de forma bastante rápida desde la deposición o acumulación de nieve. En un simil es como la acumulación de nieve en las copas de los árboles que durante el día siguiente se van purgando. Son los aludes más comunes a inicio de temporada y son bastante fáciles de ver después de una gran nevada en canales y en fuertes pendientes que son las que más rápido se purgan. Estos aludes son normalmente espontáneos. Se pueden dar en cualquier vertiente y especialmente en cornisas, pendientes fuertes etc…

- Alud de fusión. Se producen al calentarse la superficie de la nieve acumular energía térmica y esta cambiar su composición, comenzar a deslizarse y perder cohesión y se produce el alud cayendo en bloques o terrones de nieve bastante amorfos. Estos aludes se dan con más frecuencia hacia final de temporada, en caras sur y este, o bien en días especialmente cálidos, y se producen en pendientes intermedias y moderadas. Son aludes que se suelen producir de forma espontánea y normalmente hacia medio día y la tarde.

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Alpinistas pasando por los restos de un alud de fusión en la Punta Alta de Comalesbienes

- Aludes de placa. Estos aludes se producen porqué existen diversas capas de nieve transformada con cohesiones diferentes, por ejemplo, el viento puede haber endurecido la capa superior de la nieve transformándola en una costra endurecida de unos pocos centímetros, pero en la zona inferior seguir siendo blanda y poco cohesionada. Estos aludes se suelen producir por el paso de personas, o animales, por sonidos fuertes más que producirse de forma espontánea, y sus marcas son bastante claras (caen trozos de placa como si la superficie de un concranti se estuviera deslizando). Se dan en pendientes intermedias y son las más peligrosas (alrededor del 70% de los accidentes con aludes en alta montaña son a causa de los aludes de placa).

Como un aspecto generalizado en todas ellas, una acumulación de masa puede ayudar a que el alud se produzca, por tanto podemos estra transitando por encima de una acumulación de nieve recien caída y confiar que como el alud más común es espontáneo si no ha caído es que ya está afianzado y tirar abajo media montaña y con ella caernos nosotros. También confiar que los aludes de placa se forman de forma más común por el tránsito de una persona o un animal y estar pasando por debajo de una pala que claramente tiene una placa con fuerte inclinación y fiarnos de que no va a caer y pasar nosotros y que esta caiga de forma espontánea.

Reconocer las zonas de aludes y la tipología de la nieve que la puede conformar, los riesgos de cada pala de nieve etc… es una cuestión que escapa a este post. Existen manuales de nivología y también hay cursos que las Escuelas de Montaña imparten al respecto para montañeros federados. Hay cosas que son de cajón, si hay una pala inclinada con una capa de nieve de color mate claramente transformada y que al caminar por encima suena con un ruido muy particular (una especie de “clof”) es que estamos caminando por una placa. Si además estamos viendo un recorte claro en la nieve como si una placa se hubiera deslizado y en la parte inferior vemos los terrones es que estamos pasando por una zona donde normalmente se forman placas. Si estamos pasando por debajo de una cornisa y está haciendo calor nos la estamos jugando bastante. Pero lo mejor es ir con alguien que tenga conocimientos prácticos, realizar un curso y leerse alguno de los manuales.

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Aún así, como la experiencia no hay nada.

En el siguiente vídeo podemos ver un ejemplo de un impresionante alud de placa provocado por un esquiador:

Aludes y saber leer la previsión de aludes

El peligro de un alud es doble, nos puede sepultar y por otro lado nos puede provocar una caída. Como todo en esta vida, la experiencia es un grado, y un conocimiento del terreno y la experiencia en la nieve nos da una mayor capacidad de poder evitarlos. Pero como no nacemos aprendidos hay diversas formas de ir a la nieve con mayor seguridad sin necesidad de ser un guía alpino. La más fácil es conocer la previsión de aludes. Todos los servicios metereológicos junto los institutos geográficos locales tienen, junto la previsión metereológica, una previsión de riesgo de aludes.

Esta previsión marca los riesgos de aludes del 1 al 5, siendo el 5 el que mayor riesgo de aludes se tiene. Un ejemplo de ello es el Institut Geològic de Catalunya que realiza una previsión pormenorizada por subzonas del pirineo catalán. Esta previsión se proporciona de forma detallada de una forma como la siguiente:

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Si nos fijamos por ejemplo en la zona detallada de la Vall d’Aran vemos que el mapa nos indica un peligro general de 2 (moderado). Esto nos proporciona ya una información: existe un riesgo bajo pero no despreciable de que se produzcan aludes. Bien, 2 sobre 5, vale… puedo salir, pero asumo riesgos.

Ahora viene el análisis más en detalle:

Vamos a la descripción: Aludes pequeñas de placa en orientación Norte y Este por sobrecarga débil con fácil propagación de la fractura. ¿Y eso que és?

Antes hemos hablado de aludes de placa, la alerta del IGC nos indica que los aludes más probables en nuestra zona son de este tipo con un riesgo catalogado de nivel 2. Eso no implica que nos vayamos a encontrar una cornisa algo inestable que se pueda purgar, por tanto también deberemos estar alerta a cualquier posible alud de otro tipo que podamos confrontar, pero que en general tenemos que tener más ojo con los de placa.

En la tabla gráfica también vemos una indicación de la cobertura nival, que nos indica que de los bosques para arriba tendremos nieve, prácticamente desde el fondo del valle. Algo importante ya que si queremos progresar por ese terreno tendremos que llevar raquetas o esquís.

El indicador gráfico del tamaño de alud que nos dibuja según la leyenda de símbolos es un alud de placa de tamaño pequeño. La gráfica también nos indica que las vertientes donde más probablemente se den estos aludes son en la cara norte y noreste, con lo cuál deberemos mostrar especial atención a estas vertientes.

El icono del caminante nos indica que los aludes se pueden provocar con una sobrecarga liviana (por ejemplo un sólo montañero). Es interesante también los indicadores de cómo evolucionará y la probabilidad de alud.

La metereología nos dará información adicional (combinar con lo que comenté en el post anterior de esta serie). Un incremento de temperaturas y una mayor precipitación de nieve hace crecer los riesgos de aludes. Una temperatura estable o en descenso o una previsión de tiempo sin nieve o lluvia reduce los riesgos de aludes en las próximas horas.

Diseñar la ruta adecuada a la previsión de aludes

Muy bien, ya conozco todo esto, ¿y ahora qué hago?. Bueno, una buena guía es no ir a ninguna zona con riesgo 4 o 5 de aludes, evitarlas al máximo y destinarse a otra zona. Por mucho que nuestra ruta vaya a pasar por lomas muy suaves, un riesgo de 4 0 5 es muy alto e incluso una leve inclinación de 25º puede producir un alud. Lo mejor es quedarse fuera de las zonas alpinas o buscar zonas donde haya menos riesgos.

Con riesgo 3 o 2 se puede aventurar pero asumiendo muchas precauciones. Por poner un ejemplo en este caso que indica el IGC para la zona de la Vall d’Aran y para el día de hoy yo evitaría ascensiones en dirección norte a sur, sinó que buscaría vertientes sur a norte, intentaría evitar también palas sombrías (donde es más fácil que se formen placas de nieve)  con pendientes superiores a 30º. Evitaría los flanqueos por estas palas o pasar debajo de ellas. Si puedo diseñaría la ruta buscando la loma y la arista y no los flancos, manteniéndome todo lo posible en la zona más alta y atacaría los collados si puedo por su lado sur u oeste. Si no pudiera me informaría y buscaría conocer como son los collados y los valles que he de transitar y descartaría las rutas que me exponen demasiado a palas con tendencia a aludes. Evitaría, además las palas de entre 30º y 60º de pendiente ya que son estas las que tienen más probabilidades de producir un alud. Las palas menos pendiente no suelen liberar tanta energía y las paredes con más pendientes se purgan más rápido y no acumulan tanta nieve.

Una buena ruta en la zona podría ser la del Montardo desde el refugio de la Restanca. Siempre que el guarda del refugio nos diga que la ruta no tiene riesgos, ya que el conocimiento local del que está allí siempre es mejor que las previsiones generales para una zona. Siendo invernal podría modificar algo el track de la ruta e intentar afrontar de forma más directa el ataque al collado del Montardo ahorrándome un flanqueo por la cara suroeste, y pondría especial atención al tipo de nieve que voy encontrando. Aún así, si el nivel de riesgo es 3 buscaría rutas aún mucho más suaves con cimas redondeadas y palas de nieve poco inclinadas.

ARVA, pala y sonda

Una de las herramientas para poder rescatar a alguien de un alud, una vez la prudencia, la prevención y los pronósticos han fallado es el uso del ARVA, la pala y la sonda. Hay manuales para el uso de estos artilugios aunque lo mejor es hacer prácticas y como no, realizar un cursillo. El ARVA en sí mismo es un aparato estandarizado receptor-emisor de señales, normalmente se lleva en estado de emisión, si por un casual nos viéramos enterrados en un alud, nuestros compañeros o el equipo de rescate pondría el ARVA en posición de recepción y la señal de nuestro ARVA le daría una indicación a los posibles rescatadores de donde andamos. La sonda sirve para enterrarla en la nieve y localizar una persona enterrada, aunque su uso sin el ARVA es como buscar una aguja en un pajar a menos que sea un equipo de rescate amplio y se hagan barridos sistemáticos, y la pala, evidentemente sirve para sacar la nieve de encima de las personas y ayudarnos a rescatarlos. Si realmente estamos yendo por zonas de riesgo de aludes es recomendable llevarlos, aunque el uso de estos aparatos es más generalizado entre los esquiadores de montaña (que tienen más puntos para provocar aludes al cortar las placas) que entre los alpinistas raqueteros o cramponeros (entre los que me encuentro y es una de las carencias en mi equipo de montaña). Si no se tiene este material las precauciones que tenemos que asumir son aún mayores, ya que no tendremos casi ninguna oportunidad si nos sepulta un alud.


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