Esta etapa del viaje fue muy especial y bonita porque fue el primer viaje que hicimos juntas fuera de Chile, con Cathy mi mejor amiga del colegio.
El destino para esta aventura fue elegido con pinza: la ciudad Patrimonio de la Humanidad, antigua capital de Brasil, antes de Rio de Janeiro (hasta donde nos dirigiríamos unos días después) y Brasilia y sede del pasado colonial portugués, pero también de la más profunda raigambre africana del país.
Nos reunimos en el aeropuerto Luis Eduardo Magalhaes, yo proveniente de Recife, donde había pasado unos días playeros llenos de sol y cariño con mi familia Pernambucana y ella desde San Pablo y nos fuimos derechito a Pelourinho al Bahiacafé Hotel que habíamos previamente reservado via Booking ( www.bahiacafehotelsalvador.com)
El hotel es precioso, en ese tiempo, estaba recién estrenando reformas y habilitando la zona de spa. La atención súper buena, caracterizada por la eterna amplia sonrisa del recepcionista, que se esmeraba en darnos datos para recorrer y ayudar a encontrar la mejor señal de wifi (en el baño del primer piso) El desayuno (incluido) era muy variado, pleno de frutas y jugos exquisitos, al igual que los que tenían en el bar del primer piso, un lugar muy agradable para estar y con unas caipimaracujá deliciosas. Está situado justo al frente de la Plaza de Sé, muy cerca de todo. Caminando en dirección al frente nos encontramos con un mirador precioso al lado de la Cruz Caída, donde estaban jugando unos diez simpáticos monos, así que me quedé feliz viendo como comían sus bananas y viendo como la ciudad empezaba a despertar colorida y brillante bajo el sol … y el calor húmedo!
Si caminábamos hacia la izquierda, a dos cuadras estaba el Elevador Lacerda que comunica el centro histórico con la ciudad "baja", el mercado Modelo y el terminal marítimo de pasajeros y, si íbamos a la derecha nos comunicábamos con el centro, y el bellísimo paseo que terminaba en la Espectacular Iglesia de San Francisco
Nuestros 4 días en la ciudad pasaron rápido, mayormente estuvimos caminando por Pelourinho, que ya en sí es un universo por si solo: la ciudad tiene una sonoridad especial, suena música todo el día y hasta tarde en la noche, pero también voces altas, siendo difícil distinguir cuando estaban molestos, cuando felices o cuando solo se comunicaban.
La primera parada del paseo fue la ida al Mercado Modelo, epicentro del artesanato y de los instrumentos musicales, con cuyos sonidos ya empezábamos a familiarizarnos, para llegar ahí tomamos el ascensor y partimos (0.15 reales para subir y bajar)
Todo el mercado nos hablaba de Bahía como la antigua capital del Brasil Colonial, y mezcla perfecta de África y Portugal, sincretismo religioso y muchísima tradición.
El mercado está lleno de instrumentos musicales, que ponen el ritmo al capoeira, también originada en estas tierras, aunque los protagonistas de todas las lojas claramente son los amuletos: figas (mano en puño utilizada para protección), Carranca y las preciosas Penca de Balangandan, las que agrupan, para luego ser colgados en el pecho, los amuletos y otros elementos representativos de la vida de las esclavas de la época traídas desde áfrica a Brasil.
Terminado nuestro paseo y, desde la misma vereda del ascensor tomamos el autobús 841 para ir a la Igreja de Nosso Senhor do Bomfim, que data de 1754 y, que es mundialmente famosa por las cintas de miles de colores que se atan en la reja de la entrada para encomendar un deseo o buena intención.
Cuenta la historia que esta iglesia barroca fue construida como promesa de un marino portugués que en medio de una tormenta se encomendó a Jesús para que su viaje llegara a buen fin, lo que efectivamente ocurrió y de ahi viene precisamente su nombre. Así, la figura ha sido venerada por católicos y también por los esclavos, que en clave sincretismo, lo adoraban como el equivalente a Oxalá. Nosotras habíamos comprado previamente nuestras Fitinhas de Bomfin en el mismo mercado y las atamos como manda la tradición.Dentro de la iglesia todo brillaba en barroco dorado. Encontramos dentro de ella, una capilla tan interesante como inquietante, y es que cada persona que le hace "manda" al señor, luego para retribuir el favor, ofrenda una representación del órgano o miembro sanado, así, te encontrabas con decenas de piernas colgando, corazones, cerebros y hasta ojos, de cera.
En la plaza habían algunas personas vestidas con atuendos africanos que por algunos reales (o dólares), ofrecían una bendición, a nombre de Jemanjá, lanzando arroz, harina y agua con ramas secas a quien se acercara ... pensamos que nos haría mal, y ahí nos quedamos para ser bendecidas ..Durante nuestro recorrido estuvimos rodeadas de experiencias musicales; es que en esta ciudad todo el día suenan tambores en alguna parte, o eran ensayos (los martes son los ensayos de Olodum), o presentaciones o bandas de bar, pero siempre nos acompañaban los sones, que invitaban de una vez a pararse a bailar.
Niños y hombres, siempre al ritmo del son, y las preciosas chicas de esta bazucada de solo mujeres que justamente estaba siendo entrevistada para televisión y que nos regalaron una de las más lindas imágenes del viaje.
Continuando nuestro recorrido nos decidimos a visitar la impresionante Igreja e Convento de São Francisco, que data de 1723 y que es un icono del barroco brasilero. (Mi amiga Cathy que es arquitecta alucinó acá).
Su claustro está rodeado de hermosos azulejos de blanco azul portugués y los techos de la recepción están pintados con pinturas ilusionistas, viéndose algunos relieves, logrados solo con pincel: impresionante y para quedarse largo rato admirando.
El interior de la iglesia es todo dorado y trabajado en madera, debe ser la iglesia más decorada que he visto (incluso más que las churriguerescas mexicanas), sobresaliendo para mi gusto el altar con angelitos tallados en madera, y el púlpito también muy dorado.
Solo caminar por la ciudad ya es suficiente panorama: se dice que hay mas de 800 mansiones y palacios pertenecientes a los antiguos hacendados y terratenientes, y que solo después de un plan de rescate se lucen ahora con sus colores de postal.
Varias partes de la ciudad suenan conocidas al visitante por haberlas visto en televisión, no hacía falta mucho para acordarse de su más célebre habitante de la ciudad, doña Flor, desde la casa de Jorge Amado el escritor que le dio vida, junto a sus dos maridos, en el año 1966.
Otro célebre visitante Michael Jackson que con su colaboración con la escuela Olodum, revolucionó la ciudad.
Continuamos cerro arriba y cerro abajo nuestras caminatas, nos encontramos con las varias iglesias, que le valieron a la ciudad el apodo de la "Roma Negra", todas ellas con facha colonial, como Nossa Senhora del Rosario dos Pretos, donde entramos en plena celebración de la misa, donde todos vestían elegantísimos y cantaban a todo pulmón alegres canciones.
Hacia la vereda contraria de la ciudad, de nuevo en subida encontramos con la bellísima Igreja do Carmo y la provincia Carmelitana de Santo Elias.
Y sin movernos mucho nos encontrábamos con las figuras más veneradas del Candomblé, intentando descubrir la correspondencia con los católicos.
Y en una de esas caminatas encontramos el Cafelier, con la vista más linda y el pan de queso, mas crujiente, además de la mejor atención de una señora que daba la impresión de ser la abuelita o una tía muy querida, por lo atenta que era.
Por las noches básicamente hacíamos el mismo recorrido, hurgando en lugares bonitos, con identidad, y siguiendo los sones de la música.
No se nos hizo la ciudad especialmente peligrosa, aunque había harto turista borrachito y lamentablemente muchos niños pidiendo dinero, según nos contaban para consumir crack, de nuevo preferí comprarles algo de comida y darles, aun cuando reclamaban, después se la comían igual.Para encontrar un lugar entretenido, no había que hacer más que seguir la música y entrar, no me puedo acordar el nombre, pero lo pasamos súper bien en un lugar muy sencillo, cerca del hotel, donde pedimos un vodka tónica y macaxeira frita, que la bajaban con un cordelito desde el segundo piso y de ahí directo a la mesa.
Encontramos harto teatro (fuera de la iglesia de san francisco), y muchísima música en la calle, por lo que la verdad, no había necesidad de entrar y quedarse en un lugar fijo.
Otra anécdota es que siguiendo la música entramos a un lugar donde estaba tocando una banda, con súper buen ritmo, y habían varios stands vendiendo caipirinhas, cervezas y jugos, así que nos sentamos felices, hasta que los "hermanos" empezaron a alzar las manos en alabanza y entendimos que era un grupo musical evangélico, pero como estaba entretenido, nos quedamos no más.
Y saliendo de ahí, y para dormir tranquilas, el mejor chocolate del mundo; compramos dos piezas, una para cada una, pero nos devolvimos a las dos cuadras por algunos mas, porque realmente estaba delicioso.
He aquí un recorrido muy personal e intuitivo por este universo afro portugués, que bien merece otra visita y todas las recomendaciones que pueda dar.Desde acá nos moveríamos los días siguientes a Praia do Forte y Morro do Sao Paulo, la próxima entrada… Re la jo jo jo !!!