Hace poco más de una semana los medios de información
reportaban una trágica noticia para todos aquellos que vemos en los libros un
tesoro invaluable: islamistas radicales en Malí habían prendido fuego al Instituto
Ahmed Baba de Tombuctú. Gracias a una avanzada militar francesa los islamistas
decidieron abandonar el lugar que durante diez meses habían asolado, pero no
sin antes incendiar una biblioteca que poseía unos 30 mil manuscritos antiguos. O al menos eso era
lo que creíamos todos.
En lo que se antoja un relato de novela fantástica, poco a
poco se van revelando detalles de un plan que unos cuantos habitantes de
Tombuctú idearonpara salvar las decenas
de miles de manuscritos que corrían peligro con la llegada de los islamistas
radicales a su población. Hoy, con la paz lentamente regresando a sus hogares,
los héroes de esta arriesgada trama pueden asegurar con orgullo que tan sólo un
5% de la colección Ahmed Baba se perdió en el voraz incendio, y muchos de los
manuscritos incinerados habían sido digitalizados con anterioridad.
Ahora bien, ¿cómo lograron salvar tantos tesoros de las
manos inclementes de los rebeldes?En
pocas palabras podríamos decir que haciendo pasar los manuscritos por
arroz.Resulta que el Instituto Ahmed
Baba estaba trasladando su colección a un edificio nuevo cuando los islamistas
entraron en escena. 2 mil manuscritos ya habían sido transportados a la
edificación, mientras que los restantes permanecían en la vieja biblioteca.
Cuando el director de la librería se percató de que los intrusos tenían
intención de crear caos, imponer sus reglas y destruir cualquier cosa que no
tuviese relación con Alá, ideó con algunos de sus ayudantes una estrategia para
que los textos guardados en la antigua biblioteca no fuesen hallados y se
sacasen de la ciudad tan pronto como fuese posible.
Aquí es donde entra en acción al que considero el símbolo
mayor de esta hazaña. Abba Alhadi, un analfabeto de 72 años que por alguna
razón se me antoja personaje de Macondo, se encargó de esconder en sacos de
arroz los diversos libros y textos que iba extrayendo de la vieja biblioteca –la cual los islamistas no habían requisado- y
en la noche los llevaba en carretas hasta un lugar donde luego eran ubicados en
motos y camiones. De allí partían hacia el río Níger, donde embarcaban en un
bote que los transportaba hacia la ciudad de Mopti. Finalmente, los sacos de
arroz cargados con historia de siglos y siglos salían en carros hasta su
destino en Bamako, la capital de Malí.
Ahora que las tropas francesas intentan restablecer el orden
total en Tombuctú, puede que los libros que de allí salieron como fugitivos
puedan hacer su regreso triunfal para que sus salvadores continúen brindándoles
el cuidado y la protección que siempre han mantenido. Pero mientras eso pase, dichos héroes
bien pueden estar tranquilos porque su misión la cumplieron a la perfección, y
somos muchos en el mundo los que quedamos agradecidos ante tan apoteósico
rescate de nuestros amantes, los libros.
Para terminar, me gustaría dejarles unas palabras que Abdoulaye Cisse, director de la librería, dijo
cuando fue entrevistado:
“Estos manuscritos representan quienes somos. Salvé estos
libros en el nombre de Tombuctú primero, porque soy de Tombuctú…Luego lo hice
por mi país. Y también por toda la humanidad. Porque el conocimiento es para
toda la humanidad.”
Jef Volkjten
PD: La mayor parte de la información para este artículo la
conseguí del artículo publicado por The Big Story, así que el crédito es para
ellos. La noticia está publicada en inglés, pero vale la pena echarle un
vistazo porque contiene muchos más detalles sobre lo sucedido, en caso que les
interese. A continuación les dejo las fuentes.
Fuentes:The Big Story (Inglés)
Time (Inglés)
Unesco (Español)