No se engañen. Lo que nos acerca unos a otros no nos puede ser arrebatado. El otro no nace de la abstracción, sino del eros, de ahí que ya lo lleváramos dentro. Se equivocó Descartes con su pienso, luego soy, porque fuera lo que fuese lo que era, lo era gracias al otro. El otro siempre es anterior. Por eso, una filosofía del otro no puede hacerse, salvo que sea el otro el que la haga. Cualquier reflexión supone traicionar lo reflexionado. Sería como pretender que la mariposa siguiera volando una vez cazada. Por lo mismo, tampoco los lenguajes artificiales pueden alejarnos unos de otros. Sencillamente, nos desplazan del escenario donde tiene cabida el eros. Y una vez ahí, no estando entre otros, nos disponen a hacer esto o aquello. Diríamos que podemos ser cazados.
"De lo uno a lo otro es el gran tema de la metafísica. Todo el trabajo de la razón humana tiende a la eliminación del segundo término. Lo otro no existe. Tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana. Identidad = realidad, como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser, absoluta y necesariamente, uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar; subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en que la razón, se deja los dientes. Abel Martín, con fe poética, no menos humana que la fe racional, creía en lo otro, en «La esencial Heterogeneidad del ser», como si dijéramos en la incurable otredad que padece lo uno." (Antonio Machado, Juan de Mairena)
Decimoquinto día