Hace ya mucho que fui a Salzburgo por primera vez. Y si ya me pareció impresionante aquella vez, con el frío que hacía aquel mes de enero, esta vez tampoco me ha dejado indiferente. En primavera. En uno de los días más calurosos de los últimos tiempos. Uno de esos en los que se puede pasear sin chaqueta por la calle, ya que lo más molesto que hay es el hecho de tener que llevar puestas unas gafas de sol mientras se siente una ligera brisilla alrededor.
No era, ni mucho menos, la primera vez que visitaba la ciudad bajo los rayos del sol, pero sí la primera ocasión en que lo hacía sola y sin prisa, sin necesidad de tener asuntos que resolver rápidamente.
He aquí el mapa de los lugares desde los que están tomadas las fotografías que veréis a continuación, por si a alguien le interesa ubicarse:
Cuando me dejaron en el lugar al que yo me dirigía, me encontré con esta entrada a uno de los túneles más largos de la ciudad, llamado Siegmundstor Tunnel:
Al introducirse en el mismo la temperatura cambia: hace más frío, se nota la humedad, pero no por ello el paseo deja de ser agradable. Y al salir del túnel, la imagen no deja nada que envidiar a la anterior:
Siguiendo por esa calle en línea recta, me encontré en la parte antigua de la ciudad, y desde allí fui caminando hasta la catedral, un edificio que siempre me impresiona, da igual cuántas veces lo vea.
Justo al lado de la plaza de la catedral se encuentra la Residenzplatz, lugar en el que se ubica la antigua residencia de los arzobispos que gobernaban la ciudad. Para llegar a ella solamente hay que atravesar los arcos que se ven en la parte izquierda de la imagen superior.
Allí aproveché para tomar un refresco (no recomendable a menos que se tenga sed, ya que los precios son bastante prohibitivos) mientras olía la brisa que llegaba desde el río, que está muy cerca de este punto. Una maravilla.
Volviendo a la catedral, atravesé otros de los arcos que rodean a la plaza; en este caso los que están a la derecha del edificio, y así llegué hasta la Kapitelplatz, desde donde se puede conseguir una de las (en mi opinión) mejores vistas de la ciudad:
Desde una de las calles que se ven al fondo se accede a la Festung Hohensalzburg, de la que ya os hablé hace dos años.
Y, al final del todo, me acerqué al río, a ver qué había por allí:
Está claro que Salzburgo es una ciudad pequeña pero digna de ser visitada en cualquier época del año. Ahora bien, si se hace en primavera y verano, en un día de esos en los que la temperatura acompaña, mejor que mejor.