Revista Cultura y Ocio

Samaritana de la literatura

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

Samaritana de la literatura

Pedro Paricio Aucejo

La comunicación es un recurso necesario para poner remedio a la soledad existencial y al aislamiento social que puede experimentar todo ser humano. De hecho, nuestro organismo está diseñado para relacionarse con el exterior, por lo que todos deseamos comunicar, aunque no siempre consigamos hacerlo con éxito. La comunicación fracasa cuando se queda en la superficialidad de la relación humana y deja de abordar lo esencial. Para evitar esta situación, la persona se ha de comunicar con el fondo humano del interlocutor, de modo que, por medio de adecuados estímulos y precisas orientaciones, el comunicador –sobre todo en el caso de la escritura– ha de proyectar su propio ser sobre el otro para involucrarlo en el afán de buscar una Verdad que le permita madurar en toda su plenitud de persona.

Que la escritura sea esencialmente comunicación parece hoy una obviedad, pero no lo era tanto en el siglo XVI, en que los escritores no solo creaban para transmitir información, sino también para exhibir sus conocimientos y, sirviéndose de la garantía de reconocidas autoridades, asentar su creación en una tradición literaria culta. Para la profesora Navarro Durán¹, no fue esta la actitud adoptada por santa Teresa de Jesús, que se situó en el lugar de la escritora no letrada, insistiendo incluso en la torpeza y en las dudas propias de esta condición. Más aún, su yo de escritora –según esta reputada especialista en literatura de la Edad de Oro– adquiere entidad con la imperfección que pregona, y así su creación se hace palabra viva.

Es cierto que la abulense universal actuó de ese modo para no levantar suspicacias entre sus censores, pero, a la vez, para lograr –con la sencillez y autenticidad que la caracterizaron– su único objetivo literario: comunicarse con unas destinatarias, como fueron sus monjas, que poseían muy poca formación. La descalza castellana escribió para compartir sus experiencias y conocimientos: lo puso de manifiesto al insistir en que quería que la entendiesen. Su propósito como escritora fue participar aquello que sintió y aprendió, manifestando su testimonio del Dios vivo para entregarlo a los demás en forma de palabra y serles útil. Este deseo de difundir lo que había descubierto –y que le llevará a su experiencia de magistral escritora– lo aprendió de la samaritana bíblica descrita por san Juan en su Evangelio. Así, en el Libro de la Vida, 30, 19, comenta: ‘¡Oh, qué de veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la samaritana!, y ansí soy muy aficionada a aquel evangelio. Y es ansí, cierto, que sin entender como ahora este bien, desde muy niña lo era y suplicaba muchas veces a el Señor me diese aquel agua, y la tenía debujada adonde estaba siempre con este letrero, cuando el Señor llegó a el pozo: «Domine, da mihi aquam»’.

Profunda fue la influencia en Teresa de Ahumada de lo sucedido en este episodio en que la mujer de Samaría –cuando Jesús se declara Mesías, después de dialogar con ella acerca de su agua viva que salta hasta la vida eterna– deja el cántaro y se va al pueblo a contar a las gentes su encuentro y animarles a que vayan a verle. La mística de Ávila, en sus Meditaciones sobre los Cantares, 7, 7, lo evoca así: ‘Iba esta santa mujer con aquella borrachez divina dando gritos por las calles. Lo que me espanta a mí es ver cómo la creyeron, ¡una mujer!… y por solo su dicho salió gran gente de la ciudad al Señor’.

Como la samaritana, también la religiosa carmelita dejará el cántaro de su vida anterior y emprenderá la inmensa labor de sus últimos veinte años –reformar, escribir y fundar monasterios–, participando a los demás lo atesorado en su experiencia mística y humana. Su finalidad es convocar a todos al amor a Dios y al prójimo. Y en esta exhortación está su voluntad de hacerse entender: ‘¡Oh cristianos y hijas mías!, despertemos ya, por amor del Señor, de este sueño, y miremos que aún no nos guarda para la otra vida el premio de amarle; en esta comienza la paga. ¡Oh, Jesús mío, quién pudiese dar a entender la ganancia que hay de arrojarnos en los brazos de este Señor nuestro’.

Como el llamamiento de la samaritana a sus paisanos, la obra literaria de la primera Doctora de la Iglesia será –en conclusión de Navarro Durán² (que también fue en 2015 co-comisaria de la exposición La prueba de mi verdad, conmemorativa del V Centenario del nacimiento de la Santa)– “pura expresividad al servicio de las más hondas vivencias”.

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¹ Cf. NAVARRO DURÁN, Rosa, ‘El espacio literario como lugar de comunicación: la escritura en libertad de Teresa de Jesús’ , en CORTÉS TIMONER, María del Mar (COORD.), Escribir bajo coacción: místicos, contemplativos y el espectro del juez. Prácticas y estrategias discursivas. España, Portugal. De la Edad Media al siglo XVIII, Cahiers d’Études des Cultures Ibériques et Latino-américaines (CECIL), número 3(2017), Universidad Toulouse Jean-Jaurès – Université Paul-Valéry, Montpellier 3, Institut de Recherche Intersite d’Études Culturelles, Montpellier, pp. 75-86.

²Op. cit., pág. 85.

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