Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) fue un destacado poeta, critico y filosofo ingles, junto con William Wordsworth fueron los fundadores del romanticismo en Inglaterra. Quizás su obra más conocida sea esta Rima del anciano marinero un cuento con moraleja al estilo árabe, aunque su poema inconcluso Kubla Khan también es enormemente conocido y debatido. La edición que se publicó en 1834 contaba con los geniales grabados del ilustrador y grabador francés Gustavo Doré (1832-1883).
Aquí os muestro el cuarto capitulo de la obra y una selección de grabados de Doré. El poema competo podéis encontrarlo en Zapatos Rojos en esta traducción a cargo de Karina Ángela Macció. Fuente de los grabados: The rime of the ancient mariner. Dover Publications, Inc., edición de 1970. Veo que las imágenes hacen moaré, supongo que también dependerá del monitor que utilicéis, no he podido hacer nada para remediarlo pero se nota menos cuando se ven las planchas a tamaño grande. Clic para ampliar.
PARTE CUARTA
El Invitado-a-la-Boda teme que un espíritu le esté hablando.
“¡Miedo me das, viejo Marinero!
¡Miedo me da tu mano huesuda!
Y eres largo, y flaco, y marrón,
Como es la ribeteada arena-del-mar.
Pero el viejo Marinero le asegura su vida corporal, y procede a relatar su horrible penitencia.
“Miedo me das, y tu ojo brillante,
Y tu mano huesuda tan marrón.”-
“No temas, no temas, tú, Invitado-de-la-Boda!
Este cuerpo no se cayó.”
“Solo, solo, completamente, solo, solo,
Solo en un ancho, ancho mar!
Y nunca un santo tuvo piedad de
Mi alma en agonía.”
Él desprecia las criaturas de la calma.
“Tales hombres, tan hermosos!
Y todos ellos muertos yacían:
Y miles de miles de cosas pegajosas
Vivían aún, y yo también.
Y envidia el que ellas vivieran, y tantos yacieran muertos.
“Miré sobre el mar podrido
Y aparté mis ojos lejos;
Miré sobre la cubierta podrida
Y allí los hombres muertos yacían.
“Miré al Cielo, y traté de rezar;
Pero cuando una plegaria había surgido,
Un malvado susurro venía, y hacía
Mi corazón tan seco como el polvo.
“Cerré mis párpados, y los mantuve cerrados,
Y los globos como pulsos latían;
Porque el cielo y el mar, y el mar y el cielo,
Eran como una carga en el ojo agotado,
Y los muertos estaban a mis pies.
Pero la maldición vive para él en el ojo de los hombres muertos.
“El sudor frío corría de sus miembros,
Ni se pudrieron ni emanaron olor:
La mirada que ellos posaban en mí
Nunca había de terminar.
“La maldición de un huérfano arrastraría al Infierno
Un espíritu de las alturas;
Pero ¡oh! ¡más horrible que eso
Es la maldición en el ojo de un hombre muerto!
Siete días, siete noches, vi esa maldición,
Y aún yo no podía morir.
En su soledad e inmovilidad el añoraba la Luna viajante, y las estrellas que aún permanecían, aunque todavía más adelante; y en todas partes el cielo azul pertenece a ellas, y es su designado descanso y su país nativo y su propio hogar natural. En el que entran sin anunciarse, como señores que son seguramente esperados, y sin embargo hay un placer silencioso a su llegada.
“La Luna moviente subió al cielo,
Y en ninguna parte demoró
Suavemente iba subiendo,
Y una estrella o dos al lado-
“Sus rayos burlaban la abrasante inmensidad,
como escarcha de Abril esparcida;
Pero donde estaba la sombra del abrazo del barco
El agua encantada quemaba
Un quieto y terrible rojo.
Por la luz de la Luna él contempla las criaturas de Dios en la gran calma.
“Más allá de la sombra del barco,
observé las serpientes marinas:
Se movían en huellas de reluciente blanco,
Y cuando se encabritaban, la luz élfica
Caía en canosas escamas.
“Entre la sombra del barco
observé su rico atuendo:
Azul, verde satinado, y negro de terciopelo,
Serpenteaban y ondulaban; y cada huella
era un resplandor de fuego dorado.
Su belleza y su felicidad.
Él los bendice en su corazón.
“¡Oh felices cosas vivas! ninguna lengua
su belleza podría declarar.
Una fuente de amor fluyó de mi corazón,
Y los bendije sin saber:
Seguro mi buen santo tuvo piedad de mí,
Y los bendije sin saber.
El hechizo comienza a romperse.
“En ese mismo momento pude rezar;
Y desde mi cuello tan libre
El Albatros cayó, y se hundió
Como plomo en el mar.