San Andrés, inmunidad contra la naturaleza

Brad Peyton (Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa) se pone tras las cámaras de esta mastodóntica producción, en la que 110 millones de presupuesto y una correcta secuencia inicial, con la vehemente presentación de Ray (Dwayne Johnson) nos demuestra que éste un 'machine' en su trabajo, un poco más motivado de la cuenta, pero recuerda levemente a Máximo riesgo con Stallone. La secuencia promete algo más de lo que termina ofreciendo en conjunto final todo el film.
Con dicha secuencia, Peyton deja claro que la película, no se podrá juzgar por la veracidad de los hechos. Y así comienza el trillado argumento que, nos sitúa en California, que además de Dwayne- tenemos como protagonista a la falla de San Andrés que acaba cediendo ante las temibles fuerzas telúricas y desencadena un terremoto de magnitud 9. Entonces, Ray (Dwayne Johnson) y su ex esposa Emma (Carla Gugino) viajan juntos desde Los Ángeles hasta San Francisco para salvar a su única hija, Blake (Alexandra Daddario).

Tridente interpretativo

Sobre el que recae la mayor parte de aventuras, aunque para ellos sea una pesadilla, la menos destacable, por su credibilidad es Carla Gugino (Watchmen). El tándem Dwayne (Fast & Furious 5) y Daddario (Percy Jackson y el ladrón del rayo ) funciona bien, su actuación es correcta, aunque no en el desarrollo de la propia historia, que se encuentra plagada de situaciones más que cuestionables.
A pesar de ello, éstas interpretaciones se encuentran resaltadas por una correcta y efectiva banda sonora en los momentos de acción, también los dramáticos, que propician la emoción correspondiente en el espectador, pero más efectiva la primera que la segunda.
El score está compuesto por Andrew Lockington, que repite junto a Brad Peyton y Dwayne Johnson, los tres trabajaron juntos en Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa (2012), película de aventuras que me niego a ver.

Incongruencias del guión

Omitiendo plenamente las incongruencias del guión -marca del género de catástrofes-, la cordura visual en las hiper anabolizadas escenas de destrucción sin límites, o las refutadas e inexplicables decisiones/acciones de los personajes principales, la película se disfruta, pero desgraciadamente como mero entretenimiento en una tarde de fin de semana.

Por que para un servidor, y creo que para la mayor parte del público, su mayor error como película, es tomarse tan en serio a sí misma. El libreto escrito por Carlton Cuse, guionista de la última etapa en la serie Perdidos, peca de enfatizar demasiado los valores familiares. Además, de desprender un moderado tono patriótico en su desenlace. Una combinación de elementos muy estandarizada, lo sé, pero aquí, no se fusiona debidamente con la parte cómica, tan necesaria cuando la realidad se disipa, por momentos la firmaría como película de 'ciencia ficción'.

Efectos especiales

La exageración visual se sostiene con unos solventes efectos especiales, que indudablemente, envejecerán a pasos de gigante, pero ahora mismo son resultones. Y cuando todo parece sucumbir a los designios de la naturaleza, la inmunidad diplomática que la familia de Ray ha firmado con la naturaleza de nuestro planeta, canta como una almeja. Lo único que consigue esto, es que nos fijemos mucho más en los fallos argumentales y los múltiples vacíos temporales que deja el guión en los personajes secundarios. Quizás el más resentido en ese aspecto sea Paul Giamatti (La joven del agua) en el papel de Lawrence, un científico visionario, otro arquetipo.
Un claro ejemplo de la mencionada seriedad, nos lo daba Roland Emmerich en 2012. El director de Stargate -su mejor film- nos ofrecía en 2012, la misma premisa y desarrollo de personajes que San Andrés, unos personajes con unos roles sospechosamente similares, pero con la gran diferencia de que aquellos fueron bien integrados en la parte cómica, que bajo mi punto de vista, cometiendo los mismos errores, hacía mucho más disfrutable la obra de Roland.
Otro error que destaca al tomarse tan en serio su desarrollo, es la cronometrada destrucción (parece que los esté esperando para sacudir las placas tectónicas) con la trayectoria que siguen los personajes principales, que además, están elaborados con unos rasgos tan marcados y conocidos para el aficionado al cine catastrófico. Unos personajes, que gozan de una supervivencia extrema, nada tiene que envidiar Ray (Dwayne Johnson) a Los Vengadores en cuanto a evasión de peligros. La familia de Ray, se define como la típica familia en crisis, que gracias a los infortunios de la naturaleza, se acabarán reconciliando. Un fiel reflejo de cada uno de ellos, lo pudimos ver en 2012, film mega catastrófico dirigido por Roland Emmerich, pero sin tanto sentimentalismo barato.
Y con todo esto, es con lo que el conjunto acaba cediendo al mero entretenimiento visual, en el que unas espectaculares escenas con las Nvidia echando humo, nos hacen disfrutar sus dos horas de metraje, en especial con dos secuencias; la de la presa y la del tsunami, sobre todo la segunda. Claro qué, tanto entorno gráfico tampoco termina de mejorar la valoración final, a nivel argumental la falla de San Andrés parece sacudir el film. Además, visualmente, no resulta sorprendentes, ya hemos visto destrucciones muy semejantes -y mejores- anteriormente, y no solo en el género de catástrofes naturales.