Revista Salud y Bienestar
Querido San Blas:
Te escribo esta carta para desearte que pases un feliz día de tu santo. Es verdad que no tengo muy claro si los santos celebráis el día de vuestro santo o si el día de vuestro santo se trata de vuestro cumpleaños; pero como no sé qué otro día para felicitarte, ahí van hoy mis mejores deseos para el 2010.
Te tengo que agradecer muchas cosas, San Blas. En primer lugar, muchas gracias por haber hecho que consiga mantener la calma durante las emergencias de vía aérea, que era algo que me hacía mucha falta. También te quiero dar las gracias por impedir que los campos quirúrgicos me sangren demasiado, especialmente cuando el adjunto o el anestesista se ponen a mirar si estoy haciendo alguna barbaridad.
Pero San Blas, yo te tengo que reprochar una cosa, que es el nombre que se te ocurrió para los especialistas a los que proteges. ¿Es que no había una palabrita más fácil de pronunciar que "otorrinolaringólogo"? Yo sé que mucha gente nos llama "otorrinos" para abreviar; pero es que el otro día un paciente preguntó, en vez de por el otorrino, por el "otorringo", que supongo que será el médico que le miraba los oídos a Ringo Star. También es muy frecuente, especialmente entre los pacientes que se operan de nariz, que nos llamen "otorrinonaringólogos"; lo cual estaría muy bien si los humanos tuviéramos dos narices, pero es que tenemos sólo una.
Puestos a poner nombres difíciles ¿"otorrinofaringolaringólogo" era demasiado largo? Mira que los otorrinos nos hemos hecho tradicionalmente famosos durante años por amputarles las amígdalas a niños inocentes; ¿por qué te dejaste atrás la faringe en el nombre de la especialidad?
Que sí, San Blas, que el nombre es muy difícil. Que a mí más de una vez un paciente me ha llamado "ornitorrinco". Incluso uno muy fino me dijo una vez "ornitorrincolaringólogo". Seguro que las laringes de estos mamíferos son interesantísimas, ¡pero es que yo no me dedico a eso!
Sin embargo, San Blas, todo esto no es nada en comparación al mote que nos ponen los otros especialistas del hospital. Debido a que en ocasiones demostramos conocimientos limitados de todo lo que quedaba del cuello para abajo y que hacemos preguntas muy obvias, nos llaman "tontorrinos". Y en el hospital no hay ninguna "seño" a la que puedas recurrir cuando tus compañeros dicen palabrotas.
Pues nada, San Blas, que gracias por la protección del día a día, pero, hijo, con el nombre te has lucido. En fin, hasta el año que viene. Seguimos en contacto.
Un residente.
Foto: San Blas y los ornitorrincos.