Nació Bonifacio sobre 1180 en Bruselas, en el marco de una familia acomodada y piadosa. Se formó con las monjas cistercienses de Le Cambre, de donde salió hecho un joven culto y piadoso. Estudió en la Universidad de París hasta 1216, cuando fue ordenado presbítero. De regreso a Bruselas le asignaron la célebre iglesia de Santa Gúdula, casi una segunda catedral, desde donde comenzó una ingente labor evangelizadora: predicaba, formaba a los sacerdotes, y pasaba horas confesando, visitando pobres y enfermos. En 1222 la Universidad de París solicitó sus servicios para profesor de Teología y ese puesto ocupó durante 9 años, pues renunció debido al celo y la envidia que otros profesores menos piadosos y celosos de la verdad le tenían. Para evitar males mayores se trasladó a Colonia, en cuya catedral formó parte de los canónigos y donde en breve le asignaron la supervisión de todas las escuelas monásticas y la catedralicia. Predicación, paciencia, reforma, celo apostólico, oración y caridad eran sus notas como presbítero y profesor. Fue activo defensor del papa cuando este excomulgó a Federico II a causa de su negativa a participar en la VI Cruzada. El papa entonces fue atacado por partidarios del emperador, ante lo cual levantó su voz nuestro santo defendiendo la legalidad de la excomunión y la soberanía del papa para emitirla.
En 1231 el papa Gregorio IX le nombra obispo de Lausana, sede vacante ya por 10 años, donde igualmente brilló como pastor solícito. Y a Lausana envió Federico tropas a secuestrar a Bonifacio, que fue capturado y subido atado a un caballo. Sin embargo, apenas el caballo salió de la ciudad, de pronto se encabritó, se libró de los que le conducían y regresó dentro con la preciosa carga del obispo, al que ahora su pueblo defendió y no pudo ser capturado otra vez. Desde 1235 pidió al papa le librara del episcopado y de la sede de Lausana, pero el papa se negaba una y otra vez. Finalmente, en 1239 le permitió renunciar a la sede, pero advirtiéndole que aún era obispo y que podía reclamarle para otra sede.
Bonifacio se retiró a su amada abadía de Le Cambre, donde llevó una vida como si fuera un monje, aunque manteniendo la distancia de las monjas. Oración, penitencia, estudio y trabajo, esa fue su norma de vida. Aún alguna vez dirigió alguna predicación, consagró iglesias o fungió como obispo celebrante en algunas ceremonias y solemnidades, pero sin asuntos políticos o administrativos de por medio. En 1245 aún participó en el célebre I Concilio de Lyon, pero igualmente regresó a su retiro monástico. En sus últimos años recibió varias gracias místicas, revelaciones y visiones. En una ocasión se le aparecieron la Santísima Virgen y San Juan Bautista, que le sanaron de una enfermedad. En la Navidad de 1255 estaba enfermo y no podía levantarse para ir al coro y a la misa solemne, por lo cual se quejó a Nuestra Señora, suplicándole la salud. Entonces se le apareció la Virgen y le mostró al Niño recién nacido, colocándolo en sus brazos. Al terminar la visión, dijo transfigurado a las monjas que le cuidaban: "Vale la pena todo el sufrimiento que esta vida tiene solo para poder tener en el cielo la visión beatífica del rostro de Cristo".
Sepulcro y arca relicario del santo.
Le Cambre.
A 19 de febrero además se celebra a San Auxibio I de Solias, obispo.