Muchas cosas hay en la vida que, por cotidianas, pasan totalmente inadvertidas al ojo humano. Nos fijamos en ese edificio que estaba allí de toda la vida, pero nos damos cuenta de su existencia cuando vemos el solar que deja cuando lo han derribado. Algo parecido puede pasarnos con cualquier cosa, la papelera que han quitado, la casa antigua que aparece de repente en su mirada, el bolígrafo que sale de un cajón... y en todo esto, las cosas de comer no son ajenas: ¿se ha dado cuenta lo que tiene ese cacahuete frito que está harto de comer en el vermut? ¿no? Tranquilo... ya se lo hago visible.
Estas semillas, que se conocen desde hace unos 8000 años, son ricas en grasas por lo que son ampliamente utilizadas en la cocina, en multitud de platos de los países productores. La industria obtiene del cacahuete un aceite que sirve para cocinar, como lubricante, para hacer jabones y para hacer la conocidísima manteca de cacahuete, base de todo tipo de pasteles, pastas y postres en el mundo anglosajón.
En España, el uso que se le da a los cacaos es casi eminentemente como aperitivo, ya sean torrados con sal o azúcar, consumiéndolos con auténtica fruición. Sin embargo...¿usted se ha dado cuenta que cada vez que se come un cacahuete se está comiendo un obispo? Si, si... no le engaño. Coja una de las semillas, ábrala por la mitad, y mire en la parte de arriba...¡Oh!¡Increíble! ¡Es la viva imagen de un obispo!
Pues si, efectivamente, al separar los cotiledones aparece la imagen clarísima de una mitra con las ínfulas que le cuelgan. Eso sí, antes de que se le ocurra poner una capilla dedicada a San Cacahuete Mártir, ha de saber que esta pareidolia se produce por lo que serían los restos del germen del cacahuete después de su tueste. Es decir, la radícula y el hipocótilo formaría la mitra propiamente dicha y la plúmula daría lugar a las ínfulas y la cara. Lo más curioso del caso es que esta "mitra" comestible sale en una altísima proporción cada vez que abrimos un cacahuete, lo cual lo convierte en un interesante divertimento para todo el mundo.
En definitiva, que si usted es religioso, ya tiene una excusa para bendecir los cacahuetes que coma en el aperitivo y si no lo es, siempre se puede divertir buscando el "obispo" del cacahuete a la vez que los devora con deleite. Eso si, recuerden que el camino está hecho para ir por el medio...¡ahora no se me empachen comiéndose a media curia pontificia!