Revista Religión

San carlos de foucauld, nuestro gigante hermanito

Por Joseantoniobenito

SAN CARLOS DE FOUCAULD, NUESTRO GIGANTE HERMANITO

SAN CARLOS DE FOUCAULD, NUESTRO GIGANTE HERMANITO

José Antonio Benito

Sí, Hermano Carlos, en la fiesta del humilde campesino y patrono de Madrid san Isidro Labrador, un día muy querido para mí, domingo 15 de mayo del 2022, el Papa Francisco te canoniza y propone como modelo para todos. Nuestra Iglesia, Madre y Maestra, desborda de gozo por sentirte como hijo preclaro; de igual modo, la humanidad entera te agradece por querer ser el "hermano de todos".

Recordemos que naciste en Estrasburgo (Francia) el 15 de septiembre de 1858, en una familia noble. Tres años después nació tu hermana María y a los 6 años quedaste huérfano de padre y madre, por lo que fuiste adoptado por el abuelo materno. Ésta será una de las causas de tu dolorosa adolescencia sin rumbo alguno lo que degenera en una vida desordenada, deseosa de aventureras. Te incorporas a la carrera militar, vas a Argelia (Norte de África) y allí te encuentras con el mundo del Islam. Abandonas la carrera militar y te vuelves científico, viajero y explorador por Marruecos, logrando que la Sociedad de Geografía de París premie tu investigación. En la capital de tu patria, y de la mano de tu prima y del P. Huvelin logras la conversión en una búsqueda permanente de Dios. Tu constante oración será: "Dios mío si existes, haz que te conozca". El itinerario iniciado tras las huellas de Jesús te llevará a Tierra Santa para conocer el país de Jesús. Luego sientes la llamada a la vida consagrada y te haces monje trapense. Tu búsqueda continúa, dejas la Trapa y te conviertes en un simple jardinero de las Hermanas Clarisas de Nazareth solo con la finalidad de seguir más de cerca a Jesús de Nazareth. Más adelante, descubres que la vida de Nazareth no consiste en un lugar sino en un estilo de vida como la que acometerás entre las personas más abandonadas, más vulnerables. Ordenado sacerdote a los 43 años (1901), decides ir al desierto del Sahara argelino, primero a Beni Abbès, pobre entre los más pobres, y luego más al sur, a Tamanrasset, con los tuareg del Hoggar. Allá estudias su idioma y hasta elaboras un diccionario tuareg -francés y traduces los Evangelios, ofreciendo tu amistad y dándote del todo para evangelizar de modo integral, tanto mediante la oración y la prédica como la promoción humana.

En 1914, estalla la Primera Guerra Mundial, y está tentado de ir al frente, en Francia. En 1915 hace construir un fortín para proteger a la gente del pueblo, y se establece en él para estar más cerca de ellos, con ellos. Engañado por uno de los que él había ayudado, abre la puerta del fortín: enseguida, es apresado y maniatado por una banda de senusistas. Mientras se dedican al saqueo, dejan a un adolescente encargado de vigilarlo. De repente, al creer que están llegando unos soldados adversos, se pone nervioso y le da un disparo en la cabeza. Su cuerpo queda en la arena en el desierto como un grano de trigo que muere para dar fruto. Corría un 1° de diciembre de 1916. Contabas tan solo 58 años. Benedicto XVI te beatificó en 2005.

Entre varios de los libros dedicados a tu vida y misión destaco el de Pablo D' Ors El olvido de sí. Una aventura cristiana (Pre-textos, Valencia, 2013, pp.386). Tu de por sí apasionante vida, se torna en fascinante en esta poética biografía novelada en primera persona, de tú a tú. De ella rescato tu compleja personalidad de inquieto buscador de Dios que para convertirte en "hermano de todos" te olvidado de sí y te identificas totalmente con el humilde obrero de Nazareth. Como los grandes buscadores, san Agustín, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, sentimos que nos va la vida en ello, de ahí que cualquiera de sus páginas puede ser motivo de autoanálisis introspectivo, subsidio de oración contemplativa, recreación literaria que nos plenifica. Menciono también la entrañable semblanza de una de tus seguidoras en España, Margarita Saldaña y que titula de modo elocuente "El hermano inacabado" (Sal Terrae, 2022). Por último, recuerdo con emoción el texto que te dedicó el Santo Padre, al concluir su encíclica: Fratelli tutti

En este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal,..quiero terminar recordando a otra persona de profunda fe, quien, desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos…Que Dios inspire ese sueño en cada uno de nosotros. Amén" (n. 286). 


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