SAN FELIPE NERI EL SANTO DE LA ALEGRÍA : P. Ángel Peña, O.A.R.
Les adelanto el delicioso libro que está a punto de publicar nuestro querido P. Ángel Peña y que ha tenido la deferencia de dejármelo leer. Vayan preparándose que saldrá en breve. www.libroscatolicos.org
La vida de san Felipe Neri es una vida emocionante, porque es un santo muy alegre. La alegría fue una característica muy importante de su vida. Le gustaba catequizar a los niños y jóvenes. Y jugaba con ellos y no le importaban los ruidos con tal, decía él, que no ofendieran a Dios.
Su vida está llena de milagros de curaciones. Era un santo taumaturgo de primer orden. Un santo que organizó la visita a las siete iglesias, fomentó la devoción de las Cuarenta Horas de adoración al Santísimo Sacramento, y fundó la Institución del Oratorio para todos los fieles católicos, donde aún hoy sus discípulos viven en comunidad, aunque sin ser religiosos ni tener votos.
Su vida estuvo caracterizada también por sus grandes dones místicos. Tenía el corazón más grande de lo normal. Esa fue una gracia que recibió de Dios la víspera de Pentecostés del año 1544. En esa ocasión, para alojar el corazón se le quebraron algunas vértebras. Por ello, toda la vida padeció de palpitaciones y temblores producidos por el amor a Dios que sentía en su gran corazón y que le hacía estar siempre con el pecho desabrochado, porque no podía resistir el calor que sentía en su interior, aun en lo más frío del invierno.
Todos los Papas lo querían y lo consideraban. Varios quisieron hacerlo cardenal, pero él no aceptó. San Felipe Neri es considerado el apóstol y patrono de Roma. Con su apostolado muchos se convirtieron a una vida de piedad y dejaron sus malas costumbres. Fue una providencia de Dios que él viviera en aquellos tiempos del siglo XVI, en que los cardenales vivían con lujo, los sacerdotes no celebraban misa todos los días y el pueblo, en general, estaba alejado de la fe. Pero con su apostolado con los jóvenes, con los enfermos y con la gente principal, consiguió levantar la fe de los romanos. Cuando organizaba la visita de las siete iglesias, asistían varios miles de hombres, especialmente en los días de Carnaval.
Que su vida sea un ejemplo para nosotros y nos estimule en el camino de la santidad.
Nota.- Al citar Proceso nos referimos al Primo Processo (primer proceso) para su canonización, que le hicieron entre los años 1595 y 1610. Editado en tres volúmenes en Roma por la biblioteca apostólica vaticana en los años 1957, 1958 y 1960 respectivamente.
Bacci hace referencia al libro de Bacci Pietro, Vita di san Filippo Neri, Brescia, 1706. Y Conciencia al libro de Conciencia Manoel, Vida admirable del glorioso taumaturgo de Roma san Felipe Neri, publicada en español en 1760.
1. EL SANTO DE LA ALEGRÍA
San Felipe Neri es un santo en el que resalta su alegría permanentemente. El padre Francesco Zazzara asegura: Era tanta la santidad de nuestro padre que siempre tenía el mismo rostro muy alegre y contento. Y tanto en la enfermedad como en la salud, en todas las cosas, tanto en el rostro como en el hablar, parecía un ángel [1].
Sus habitaciones eran una escuela de santidad y de alegría cristiana, tanto que el cardenal de Verona escribió un Diálogo en latín, muy bello, titulado "Philippus sive de laetitia christiana" (Felipe o la alegría cristiana) sobre el tema de la alegría del padre, el cual decía a este propósito que era más fácil guiar a los hombres de naturaleza alegre que a los tristes [2].
Giovanni Battista Zazzara manifiesta: Era tanto el deseo del padre de consolar y alegrar a todos que quería que la puerta de su habitación estuviese siempre abierta y que cualquiera pudiese entrar. Y muchas veces he estado presente, cuando reprendió a alguien que para evitarle fatigas cerraba la puerta o trataba de despedir a alguien. Él decía que su puerta debía estar abierta para todos, no importaba la hora que fuera [3].
El cardenal Girolamo Pamphili anota: Tenía mucha alegría, cuando era tenido por loco, y por ello hacía algunas cosas o decía cosas en presencia de la gente que hacían reír y se burlaban de él y lo tenían por loco [4].
Era tan singularmente devoto del nombre de Jesús que sólo en pronunciarlo sentía grandísima suavidad, por cuya causa lo repetía muchas veces, como quien revuelve en la boca el panal de miel para estar siempre gustando su dulzura [5].
Francesco della Molara dice: Observé que en sus enfermedades, aunque fueran muy graves, estaba alegre y con el mismo rostro que cuando estaba sano. Jamás se lamentaba y sólo hablaba de su enfermedad con los médicos. Y, aunque tuviera fiebre, confesaba a sus hijos espirituales y se preocupaba de ellos…. Le oí decir muchas veces (por humildad): "Señor, no he hecho ninguna cosa buena, quiero cambiar de vida. Si me sano, voy a comenzar a hacer cosas buenas. Y observé también que no tenía convalecencia en sus enfermedades, sino que tan pronto como cesaba la fiebre se levantaba y celebraba misa [6].
El cardenal Agostino Cusani afirma: El último día de su vida, el 25 de mayo de 1595, fiesta del Corpus Christi, fui a visitarlo y lo encontré con la alegría de siempre. Y quiso que rezase el Oficio divino con él, apretándome a veces la mano como señal de cariño. Acabado el Oficio me quiso reconciliar y dar la absolución. Y creo que fue la última absolución que dio, pues murió aquella misma noche [7].
Después de haber leído la vida admirable del gran taumaturgo san Felipe Neri, podemos decir con entusiasmo: Viva la alegría. Era un santo muy alegre e infundía en sus seguidores el amor a la alegría como un fruto del Espíritu Santo, cuyos carismas recibió en la víspera de Pentecostés del año 1544.
Él nos ha dejado un buen ejemplo a seguir. La fe católica es verdadera en todas sus partes. Él lo confirmó con su vida y milagros. La eucaristía debe ser para todos como lo fue para él, el centro y esencia de nuestra vida espiritual. Y en unión con Jesús, que no falte el amor a María, a los santos y a los ángeles, sin olvidarnos de las almas del purgatorio, que nos necesitan.
Él sentía la necesidad de hablar de Dios y predicar a todos. Sentía la necesidad de convertir a los pecadores, porque, por experiencia personal, sabía lo que era el demonio, y lo que puede ser una vida eterna sin Dios y sin amor, en compañía de los demonios.
Él nos aconseja a seguir una vida de caridad y honestidad. Él olía en los penitentes los pecados contra la castidad. Él tenía el don del conocimiento sobrenatural para conocer los secretos de la conciencias y dedicaba muchas horas del día y de la noche a confesar.
Aconsejaba, cosa extraordinaria en aquellos tiempos, la confesión frecuente y la comunión, incluso diaria. Y por supuesto él celebraba la misa todos los días, lo que no era tan normal para la mayoría de los sacerdotes de aquel tiempo.
En resumen, su vida es una guía y un ejemplo para nosotros. Sigamos sus huellas y encontraremos que vale la pena ser felices con Dios y no dedicarnos a los placeres de este mundo que dejan un vacío interior y que no nos llenan el corazón.
Que seas alegre y feliz con Dios; y no te olvides de María y de tu ángel custodio.
Tu hermano y amigo del Perú.
P. Ángel Peña O.A.R.
Agustino recoleto
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Pueden leer todos los libros del autor en
[1]Proceso II, p. 24.
[2] Proceso II, p. 85.
[3] Proceso I, p. 255.
[4] Proceso II, p. 111.
[5] Conciencia, p. 274.
[6]Proceso III, p. 11.
[7] Proceso II, p. 38.