“Uno de enero,
dos de febrero,
tres de marzo,
cuatro de abril.
Cinco de mayo,
seis de junio,
siete de julio,
¡SAN FERMÍN!
A Pamplona hemos de ir,
con una media, con una media.
A Pamplona hemos de ir,
¡con una media y un calcetín!”
Todo empezó con el lanzamiento de una bengala a las 12 del mediodía.
Bueno, en realidad no. Comienza mucho antes…
San Fermines 2012 - Pamplona/Iruña
La fiesta de San Fermín es una de las celebraciones más famosas a nivel mundial. Lamentablemente, esto se debe en buena parte a sus reconocidas “corridas de toros”, donde toreros profesionales se enfrentan a las denominadas “bestias” en una arena colmada de espectadores.
Cada cuál tendrá sus valores morales y su opinión sobre este tipo de actividades, e incluso aquí en España hay muchos que están en contra y poco a poco se están prohibiendo las corridas en la mayoría del país. Mi posición, claramente en contra, me puso en la duda una y otra vez el hecho de ir hacia Pamplona a presenciar una fiesta donde esto es el eje central.
Sin embargo, los festejos de San Fermín van mucho más allá de todo esto. Desde sus inicios, la fiesta se celebraba en las calles con bailes, juegos y obviamente, mucho vino. Como las corridas eran populares en la región, también fueron incluidas en la agenda año tras año, y lamentablemente ahora la celebración es más conocida por esto que por su propósito original.
Finalmente y para ver este otro lado de estas fiestas, decidí ir a Iruña (nombre vasco para la ciudad de Pamplona) y vivenciar de cerca su conocida locura.
Aunque como dice la canción, San Fermín es el día 7 de julio, las fiestas en la ciudad navarra arrancan el día anterior al mediodía, cuando el “chupinazo”, el cohete de fuegos artificiales, explota sobre el cielo de la Plaza del Ayuntamiento.
Desde la mañana, la gente se va congregando en dicha plaza para tener su lugarcito al momento de la inauguración. De nada sirve, porque la cantidad de personas es tal, que todos terminan apretados a más no poder.
Para evitar esto, hay gente que directamente alquila los balcones de las casas que dan a la plaza o a las calles donde se hacen las corridas. Escuché que hay que reservarlos muchos meses antes y que los precios son realmente astronómicos.
Distinguir a algún conocido es imposible. Todo el mundo está vestido de la misma forma. El uniforme obligado para concurrir a los SanFermines: remera y pantalones blancos, faja y pañuelo rojos.
Nuevamente volvía al querido País Vasco.
Haciendo caso omiso a la letra, no fui con “una media y un calcetín”, sino con dos calcetines, y de la peor calidad que encontré. Toda mi ropa era prácticamente “descartable”, ya que me imaginaba lo que efectivamente iba a pasar.
Llevé una vieja remera blanca para combinar con el resto y rápidamente encontré tirados en el suelo el pañuelo y la faja de color rojo.
Perfecto, ya estaba preparado para la fiesta.
Junto a un cubano exiliado pero aún así pro-régimen, y un simpático checo, nos apropicuamos en uno de los extremos de la plaza, aún suficientemente vacía.
Poco a poco, todo se fue cubriendo de una muchedumbre cada vez más ruidosa y borracha. El vino y el kalimotxo (vino con coca, para los que no recuerdan mis posts vascos) son los invitados de lujo.
Se ven artilugios de lo más curiosos para beber y ya que estamos, también llamar un poco la atención.
Pero hay una forma de beber que en esta región es la que le gana a cualquier otra: ¡la bota de vino!
Y claro, nosotros no podíamos desentonar, jeje.
Una hora antes del “chupinazo”, el caos es total.
No hay lugar para nadie, casi no se puede respirar y hasta sacamos a algunas chicas desmayadas.
Cantando, tomando y empujándose, el ambiente es digno de cuestionarle al Indio Solari si “Ji Ji Ji” provoca el mayor “pogo” del mundo (aún así, recuerdo vivir esa canción en un recital de su banda en Tandil y creo que sigue ganándole a cualquiera).
El vino prácticamente llueve. Nadie puede cubrirse. Las botellas de plástico abiertas son agitadas en el aire, y la bebida cae sobre todo el mundo en la plaza.
El siguiente video es un compilado de lo que pude filmar en esa última hora y da cuenta de la locura generalizada que había en el ambiente. Cánticos, “Stage Diving”, remeras mojadas con vino (o el cuerpo desnudo, directamente para las más atrevidas), los desubicados de siempre aprovechándose de esto último y una gran cantidad de inflables rebotando, son algunos de los condimentos:
Pueden verlo en pantalla completa y volver con ESC
Por fin llega el momento. No hay espacio suficiente para mover el brazo y ver tu propio reloj, y todas las energías se consumen en poder respirar y aguantar de pie sin ser tumbado. Pero de todos modos, una vibración general te dice que el ansiado chupinazo está por llegar.
El encargado del lanzamiento grita a la multitud:
- “¡Viva San Fermín!”
- “¡Vivaaaa!”, respondimos.
- “¡Gora San Fermín!” (“gora” no es más ni menos que “viva” pero en idioma euskera)
- “¡Goraaaa!”
Aquí un video del esperado momento:
¡¡San Fermín a comenzado!!
Al salir de la plaza llegó el alivio: aire y agua para volverme a recuperar.
Me miré el aspecto y era tétrico. La remera blanca era totalmente de color vino. El olor del pelo, insoportable.
Y lo peor: pensaba quedarme tres días en Pamplona sin alojamiento, lo cuál implicaba también, ¡sin una ducha!
Mi estado deplorable tras el chupinazo
Al cubano y al checo los perdí tiempo antes del chupinazo entre los empujones de la plaza, pero la gente ya está de festejos y es fácil hacerse amigos. Con otro argentino y un par de españoles, nos fuimos de recorrida por bares de Pamplona para seguir honrando al santo a través de la bebida (?).
Nuevamente los perdí a ellos también en algún momento de la tarde. Pero a la fiesta no había planeado venir sólo.
Había vuelto al País Vasco y había dos personas que ya fueron parte de otros posts y estando aquí, no podía faltar.
Mis amigas Janire y Nagore volvían a dar el presente una vez más en esta Odisea, aprovechando que también era el primer San Fermín para ellas.
Nuestras huellas en Pamplona
La fiesta dura casi 10 días y salvo los previsores que buscan hospedaje meses y meses antes en la pequeña ciudad, todo el resto usa los grandes parques del pueblo como hotel temporal.
Nosotros nos habíamos decidido a ir sólo unos días antes, así que aunque por dos (en su caso) o tres días (en el mío), nunca paramos más que para descansar un poco sobre el frío pasto.
En idioma euskera a esto se lo llama seguir de “gaupaza”, que traducido al castellano de las pampas, es simplemente “seguir de gira”.
Tras un día intensivo de festejos, junto a personajes muy graciosos (generalmente por lo borrachos), la celebración siguió de bar en bar hasta el amanecer. El cansancio ya se hacía notar, en nosotros y en el resto de la gente:
El cansancio pudo conmigo...
Sin embargo, fuimos bien temprano a la Plaza de Toros.
No era nuestra intención ver la triste matanza de estos pobres animales, pero sí presenciamos otra de las actividades que los incluyen.
Cada mañana se realiza el denominado “encierro”. Los toros son soltados de los corrales en un extremo del pueblo, y se hace el famoso recorrido por las calles de Pamplona con los atrevidos (o estúpidos, depende como se quiera ver) corriendo delante, que todos hemos visto alguna vez por la televisión.
Para participar se debe estar vestido con el típico atuendo rojo y blanco completo, y se debe estar sobrio. Más allá de no tener la intención de correr, tampoco cumplíamos los requisitos, jeje.
Reglas para participar en los encierros
Al finalizar el recorrido, los toros son encerrados (de allí el nombre de la actividad) en la Plaza de Toros, mientras los cientos de participantes festejan su “heroica proeza”. Esos serán los toros que por la tarde se enfrentaran en claras desventajas a los inmaculados toreros en las “corridas” que no quisimos ir a ver.
Aquí va un video del momento de la llegada de los toros a la arena:
La Plaza de Toros repleta tras el encierro
La agenda de cada día está plagada de actividades. Conciertos, juegos, kermeses y artistas callejeros de todo tipo son parte de la misma.
Hay otras aún más típicas como el desfile de muñecos cabezones o el “toro de fuego”, donde un hombre disfrazado de toro con bengalas en los cuernos, corretea a la gente que lo esquiva por las calles.
No es una fiesta sólo para jóvenes. Niños, ancianos y familias enteras tienen suficientes opciones para divertirse también.
Para finalizar cada noche, los organizadores sorprenden a la multitud con espectaculares shows de fuegos artificiales y en cada velada los motivos van cambiando con distintos juegos de luces y ruidos como estos del tercer día:
Una fiesta increíble como pocas veces he visto, teñida ambiguamente de rojo por la alegría del vino y por la tristeza de la sangre innecesariamente derramada.
Tras tres días sin casi dormir, sucios y cansados, sería hora de volverse. Las chicas, a su Bilbao natal. Yo, a reencontrarme con mi ciudad seductora, Barcelona.
Como dije en el post anterior, los cuatro días que estuve antes allí no me habían alcanzado. En el próximo post, contaré el desenlace de esa “historia de amor”.
¡Saludos a todos!