Lunes 11 de agosto
Derek nos aconsejó ir a la city en coche y buscar un parking allí en lugar de coger transporte público. Acostumbrados a viajar por ciudades europeas donde los centros históricos se concentran en un punto, en un principio dudamos, pero pasados los tres días que teníamos para ver San Francisco, entendimos el motivo.
El tráfico en esta gran urbe, no es tan caótico como pensábamos y las distancias entre los diferentes puntos interesantes son enormes. Lo mejor es buscar un parking, a poder ser no demasiado céntrico, ya que los precios se disparan en las inmediaciones de Union Square, donde ofrezcan tarifa plana. Nosotros aparcamos en Sacramento Street entre Mason y Powell, por 10$ siempre y cuando lo retirásemos antes de las 6.30 pm. Un chollo comparado con los 5 o 6$ por hora que se pagan en los parkings más céntricos.
El Finantial Distric es la primera visión que se tiene de San Francisco, impresionante si es la primera ciudad estadounidense que visitas. Imagino que New York debe ser aún más. Con enormes edificios de hormigón y cristal, el Transamerica Pyramid con su forma piramidal que recuerda a un cohete, es uno de los iconos de la ciudad. El Banc of America Building es otro de los edificios más altos.
A un paso del centro económico, se accede a Chinatown a través del Drangon Gate. Lleno de comercios chinos, banderitas y un estilo un tanto kisch, es un barrio caótico por el que merece la pena perderse en sus callejones. Barberías, restaurantes, centros sociales y templos dan vida a esta zona urbana, la segunda más poblada, por detrás de Manhattan, de todo EEUU.
Grant Avenue es el eje pricipal de Chinatown, pero hay que adentrarse a Waverly Place o Ross Alley para empaparse de la cultura china que habita San Francisco. Famosa por películas como Karate Kid o Indiana Jones y el Templo Maldito, en Ross Alley también se puede conocer el futuro gracias a las famosas galletas de la suerte que se imprimen y se doblan en caliente tal y como se hacía en 1909 en la Golden Gate Fortune Cookie Company.
Las banderas italianas pintadas en todas las esquinas indican que cambiamos de barrio. Entramos a North Beach, el barrio italiano. Aquí las trattorias, las cafeterías y las heladerías invitan a hacer un alto en el camino. Molinari, en la esquina de Vallejo con Columbus, es un local de paninis y productos de primera italianos. Deliciosos e ideales para abastecernos antes de subir por las agotadoras cuestas hasta la cima de Telegraph Hill y hacer allí un picnic, descansando, antes de acceder a la Coit Tower desde donde se obtienen unas vistas espectaculares de la bahía.
Russian Hill y Nob Hill son dos más de las cuarenta y tres vertiginosas colinas que forman San Francisco. En cuantas películas habremos visto estas empinadas calles con coches bajando por ellas a toda pastilla… Una de estas famosas calles es uno de los tramos de la Lombard Street, con sinuosas y zigzagueantes curvas, es una de las imágenes más fotografiadas de toda la ciudad.
Y no podíamos irnos sin subirnos a uno de los tranvías tan emblemáticos. Hoy en día son una atracción turística pero funcionan, todavía, por un sistema de cables y una conducción y frenado totalmente manual con el esfuerzo que ello conlleva en esas calles tan verticales. El precio es de 6€ por trayecto, pero he leído que solo un 40% de los turistas paga el viaje cuando, de tanto en tanto, pasa el cobrador. A nosotros nos tocó…
Para acabar el día, nada mejor que una imagen de la bahía y el Finantial Distric con las Paint Ladies en primer plano. Mansiones victorianas, pintadas y decoradas con llamativos colores, que rodean Alamo Square en Lower Haight, tantas veces filmadas en películas y series de televisión.
Antes de volver a casa, paramos en un hiper mercado, raros de ver en lo que llevamos de viaje, para abastecernos con productos de picnic, algo de fruta y ensaladas (sin salsas). Esto último nos sirvió de cena esa misma noche.
Martes 12 de agosto
La niebla que cubría la bahía difuminaba de visión del Golden Gate desde el Vista Point del Condado de Marin, nada más cruzar el puente. Pero aún y así su grandiosidad es solo imaginable cuando lo ves tan de cerca. Inaugurado en 1937, es unos de los monumentos preferidos de EEUU. Su color, de un naranja rojizo, era en un principio, una capa para preparar el metal, pero fue tal el éxito, que ese color fue el que quedó indefinidamente.
Aprovechando el paso al otro lado, fuimos a ver el Muir Woods National Monument, un parque de secuoyas gigantes a pocos kilómetros de San Francisco que Theodore Roosvelt convirtió en monumento nacional en honor al fundador de la organización medioambiental Sierra Club, John Muir.
Hay que legar muy temprano, si se quiere estar tranquilo y en silencio, además de encontrar aparcamiento. Al ser un parque tan cercano a la ciudad suele llenarse a reventar. Es un buen lugar, también, para comprar el abono anual American the Beatiful para los parques nacionales. El pase vale 80$ y es por coche.
Existen varias rutas para hacer por la zona, todo depende del tiempo que se tenga, pero el más sencillo es el sendero Main de 1,6 kilómetros. Un agradable paseo desde el que se pueden ver los árboles más viejos del lugar de hasta 1000 años de antigüedad.
Desde el paseo marítimo de Sausalito hay unas vistas magníficas del skyline de San Francisco. Es la primera población que hay nada más cruzar el Golden Gate y hacerlo en bici hasta ella es una de las atracciones favoritas de los turistas así que no es de extrañar que haya ambiente en sus calles, tiendas y restaurantes.
Famoso por sus casas flotantes de otra época bohemia, hoy en día no quedan más de media docena, por lo que para nosotros fue un poco decepcionante.
Para comer, un poco alejado del centro más turístico, encontramos el Salsalito Taco Shop, un pequeño restaurante mexicano estilo Baja con un aire surfero. Los burritos estaban deliciosos, eso sí, los pedimos sin salsa picante. Y para acompañar unos nachos con frijoles y guacamole. El lugar también encantador.
Antes de quemar la tarde en Union Square y Market, subimos al view point de Battery Spencer. Un mirador situado en el Condado de Marin, en el lado del océano, que se llega por una sinuosa carretera y que no sale en las guías, no me explico el motivo. Las vistas son inmejorables con el Finantial Distric de fondo.
Miércoles 13 de agosto
Último día en San Francisco y nada mejor que acabar con una de las visitas estrella: Alcatraz.
Tal y como expliqué en el primer post de viaje, las entradas a La Roca hay que preveerlas y comprarlas con antelación y más aún si es la visita que se organiza de noche. Nosotros escogimos ir a la primera del día, primero porque ya no quedaban entradas de la visita nocturna y segundo porque evitas las masas de turistas que van llegando constantemente, siendo el primer grupo que entra.
En sus orígenes Alcatraz fue una ciudadela defensora de la floreciente ciudad de Yerba-Buena en plena Fiebre del Oro, por su situación estratégica en la entrada de la bahía, aunque nunca entró en conflicto y los cañones con los que se aprovisionó quedaron obsoletos.
En 1934, Alcatraz pasó a convertirse en cárcel, ejemplo de aleccionamiento, para contrabandistas, gánsters y los delincuentes más peligrosos del país. Personajes como Al Capone, Birdman y George Machine Gun Kelly, ocuparon celdas en lo que se denominó La Roca.
Desde sus ventanas y su patio se tenían unas vistas privilegiadas de la gran ciudad. Tan cerca de la libertad y en realidad tan lejos, porque escaparse de esta prisión era imposible, o eso se creía, debido a las bajas temperaturas y a las corrientes marinas de las aguas de la bahía.
Hubo varios intentos de fuga de los cuales aun hoy se conservan las señales de las granadas lanzadas por los marines o los agujeros en la pared hechos a lo largo de un año con unas simples cucharas. Uno de esos intentos sirvió de inspiración a la famosa película de Clint Eastwood, pero realmente ¿sobrevivieron los hermanos Anglin y Frank Morris a las gélidas temperaturas del agua? Lo cierto es que a día de hoy todavía es un misterio, nunca se volvió a saber de ellos.
La audioguía nos narra la historia en primera persona de presos y guardas que estuvieron en esta prisión. Los sonidos, las celdas, el escaso mobiliario y pertenencias de los reclusos, los tablones con las normas e incluso el menú del último día que la prisión estuvo abierta hacen que durante el recorrido vayas imaginándote rodeada de peligrosos delincuentes. Tres horas de recorrido que vale la pena no perderse.
Aprovechando la cercanía del Fisherman’s Wharf y del Pier 39, fuimos a buscar algo de comer en esa zona, demasiado turística para mi gusto, parece un decorado de Port Aventura.
En la mayoría de restaurantes ofrecen una sopa de almeja o una ensalada de cangrejo servida en un pan con forma de bol. A pesar de que todos los turistas caen en la tentación de probar este mejungue, a nosotros no nos hizo demasiada gracia, así que fuimos a lo tradicional, un fast food muy popular en la zona con poca variedad en el menú, pero donde las hamburguesas están procesadas por ellos mismos. Es el In-n-out Burguer en el 333 de Jefferson Street.
Nos quedaba poco tiempo y demasiadas cosas que ver…
En coche hicimos un último paseo por la ciudad para ver el Golden Gate desde Fort Point en Presidio NP y una última ruta por algunos barrios de la ciudad.
Pero una de las mejores vistas de San Francisco que no hay que perderse es desde el mirador de Twin Peaks, desde donde se aprecia una panorámica espectacular de toda la ciudad y desde donde se puede ver como, al atardecer, se va formando la niebla desde el océano y el viento la va adentrando hacia la bahía. La imagen es espectacular. Buen lugar para despedirnos de San Francisco.
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