Para los que nos dedicamos a la escritura, la primavera tiene una fecha especial que destaca más que el resto: el día de Sant Jordi (San Jorge, para los castellanoparlantes). En este día -el 23 de abril, para los despistados- además de celebrar la festividad del patrón de Catalunya, la tradición dicta que el libro y la rosa han de ser obsequios que no pueden faltar en ninguna casa. Obsequios tradicionales que ayudan a que la literatura (ergo la cultura) entre en el interior de unas familias, por desgracia, demasiado refractarias a acceder a este tipo de sutilezas. Con todo, si algo no se puede negar es que la festividad es netamente cristiana ya que en ella se venera un héroe y mártir cristiano. Aunque le recomiendo que tenga la mente abierta ya que, aunque le parezca mentira, San Jorge es muy venerado... ¡por el Islam! Y, encima, en uno de sus feudos más conflictivos: Palestina.
Si algún personaje hay que se encuentre en toda la iconografía del mundo cristiano, ese es San Jorge. Ya sea ortodoxo, protestante, católico o copto, la figura de este santo mártir aparece por doquiera que haya cristianos, dando lugar a todo tipo de advocaciones. De hecho, se le han dedicado festividades, edificios, calles, plazas, barrios, iglesias, monasterios, se le ha hecho santo patrón de países (Inglaterra, Grecia, Albania, Portugal, Catalunya, Etiopía, Rusia...), e incluso un país lleva su nombre ( Georgia). Sin embargo...¿cómo puede ser que una imagen tan icónica de la cristiandad pueda ser venerada por el Islam? Antes de nada, hemos de ver de donde sale la fama del tal Jorge.
Según parece, San Jorge, que vivió durante el siglo III d.C, fue hijo de un militar romano procedente de la Capadocia (en la actual Turquía) instalado en la colonia romana de Dióspolis (actual Lod, en Israel). Fue en aquella tierra en la que jugaba a las batallitas, que el militar, llamado Geroncio (a cada uno le toca el nombre que le toca, qué le vamos a hacer), que se casó con una mujer local de buena familia llamada Policronia. Y de los arrechuchos civico-militares de la pareja nació al poco tiempo su hijo Georgios.
Georgios (nombre griego que significa "agricultor" y del cual derivan todas las versiones posteriores), creció y se enroló en el ejército romano, alcanzando con el tiempo la categoría de tribuno. Sin embargo, el emperador Diocleciano arrancó una dura campaña de represión contra los cristianos, por lo que ordenó a todos los tribunos del imperio a reprimir duramente la nueva religión. No obstante, Georgios se negó, ya que se había convertido al cristianismo. Atendiendo (ejem) a las razones de Georgios, Diocleciano, amablemente (ejem) lo apartó del ejército y lo mandó torturar, ni más, ni menos que durante siete años. Tiempo durante el cual, Georgios no se apeó del burro y acabó muriendo en el 303 d.C. sin abjurar de su fe.
Algunos cronistas dicen que la tortura consistió en ser cortado a cachitos con una rueda de espadas, llegando a ser incluso descabezado. Aunque lo más gracioso del asunto es que, por lo visto, durante este lapso, resucitó hasta tres veces. Es de suponer que, hoy en día, los tales cronistas no hubieran pasado un control de alcoholemia al uso, habida cuenta la fantasía de la historia. Tal vez por ello, tiempo a venir, estos escritos se consideraron apócrifos por los teólogos -llámenlos tiquismiquis. Con todo, la fama de Georgios corrió como la pólvora, siendo elevado a santo en el año 494, debido a su bravura y tenacidad a la hora de defender el cristianismo.
Así las cosas, el ejemplo de Georgios caló profundo entre sus paisanos, los cuales le profesaron una devoción absoluta desde entonces. Devoción que no se rompió a pesar de que la población pasó de ser totalmente cristiana a ser totalmente islámica, pasando, de esta manera, a formar parte del culto musulmán de la zona, pese a ser un personaje netamente cristiano.
De hecho, en la actualidad, el nombre Al-Khadr (Jorge en árabe) es uno de los más utilizados en Palestina e incluso se hacen oraciones en su nombre, llegando a hacerse visitas a las iglesias cristianas por parte de los musulmanes de cara a encomendarse a San Jorge, ya que tienen gran devoción y fe en su su capacidad de hacer milagros. No en vano, durante el periodo otomano -siglo XVI al XX-, el monasterio ortodoxo de San Jorge en Al-Khader (ciudad cerca de Belén nombrada así debido a que está enterrado Georgios en aquel monasterio) fue protegido por las fuerzas turcas como demostración de respeto y veneración del santo.
Por si fuera poco, incluso los teólogos islámicos asocian la figura de San Jorge a la de Al-Khadir, un sirviente de Moisés, el cual sería una representación -pese a no cuadrar en época- de los valores reencarnados en diversos personajes del Corán, entre ellos el de Georgios. Siendo, por ello, considerado como un hombre santo o un profeta del estilo de Jesús ( ver El curioso amor por Jesús que une a musulmanes y cristianos).
De esta manera, San Jorge (Jordi, George, Al-Khadr, Georgios...) más allá de representar un héroe únicamente cristiano, en el fondo encarna toda una serie de valores universales que tienen cabida en cualquier cultura humana independientemente de su adscripción religiosa.
Abnegación, compromiso, fidelidad, coraje, bondad... de esta forma, representados en un personaje que navega entre el mito y la realidad, se convierten en un ejemplo a seguir por toda la humanidad. Una humanidad que, desgraciadamente, está en permanente amenaza por el temible dragón de la ignorancia, el egoísmo y la codicia. Negra amenaza alada que, tan solo la lanza de Sant Jordi será capaz de destruir para conseguir que, con su sangre derramada, brote de este mundo la rosa de la belleza, la armonía y la cultura que tanto necesitamos para prosperar.