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San José…

Publicado el 21 agosto 2011 por Lacoleccionistadeespejos
San José…Muchachos: Leí los comentarios del ultimo día, y solo quiero decirles  lo que ya saben: los quiero mucho y por eso había que cerrar el ciclo del dolor: yo primero porque fue conmigo que empezó, pero gracias.Adjunto el inter-texto de mi ponencia que como ya sabe Gaby esta vestido con todos,la mayoría de los comentarios en realidad que se hicieron en la pagina, en su momento y que reflejan el tema que nos ocupa: La evolución de la comunidad Afrodescendiente en Costa Rica y el poder político…Dlia Mc Donald Woolery
Yo recuerdo
Mi ciudad se pierde en el tornasol de recuerdos propios y ajenos.
Ante ella soy como un clavo herrumbrado y tosférico entrando
sin asco ni miedo dentro de la madera podrida de los años:
 al sur, es más larga que ancha,   más triste que lejana,  al norte
  de enero a junio, rodeada de cerros azules,
   al oeste la avenida central, Palace, Rex, y
   Capri envueltos en senderos de lluvia,
   que ya nunca volverán como tampoco
   el lacónico rugido
   de los barrios cercanos
   meciendo el latir del León del Bolívar
   por sus calles
2   Ciudad Prohibida para los de entonces
pocos negros que caminaban por calles festivas y alegres,
no tristes y malhumoradas como ahora que; desvistiendo días nuevos sin ese asco perfumado de basura añeja y borrachos nuevos, íbamos rezando, al menos mamá, hasta alcanzar el ojo reticular del Almacén La Granja, frente al Mercado Borbón
3.-   Yo recuerdo el santón josefino,caritativo Monte de Piedad,
Catedral Metropolitana abierta por los cuatro costados,
antiguos murmullos,
casas ya tímidas y llenas,
ya gitanas y jadeantes
apenas asomándose por entre calles larguiruchas,bordadas por el olor de musgo centenario, orquídeas, Ojo de Buey,
eucalipto y bambú, encalando el fosforescente canto
de las guacamayas,
mientras las Calico Morpho, y Piccho Caretto,
y las aves en bandadas circulares sobre nuestras cabezas
saltaban las vallas de las casas como papalotes
nadando hasta perderse en el cielo azul del mar del cielo…
3.-   San José, críptica y analítica.
Aderezo de pictogramas, claroscuros y festones,
corredores biselados, mosaicos y adoquines,
cubriendo pisos de tierra pequeña y fugaz,
deslenguando sentidos míticos
en el rastro del animal citadino que soy...
¿Qué edad tenía yo, un domingo de vestido blanco, zapato de charol a la salida de la Iglesia Metodista;
si mis ojos de ciega vieja, descubrían el vuelo del color,
la sombra y la luz, como si despertara de un largo,
largo sueño, que edad?…
Después de muchos, mucho años de ausencia reconozco la herida sangrante,
cruz de calles, curvas laberínticas mecidas
sobre enjambres de frutas,
terciopelo de hormigas y cajas estibadas
entre vendedores y pastores de rebaños infantiles,
medias sucias y rotas de las pocas trabajadoras
de la calle que como novicias beatas,
iban tras el blanco porte, cabeza erguida
y firme cola de caballo de la enfermera
que las llevaba a la oficina de enfermedades
de transmisión sexual aparcelada a un lado
el restaurant JoJo. Eso recuerdo 
4.-   Mi-ciudad…
Guayaba tropical, jugo de melcochas recién abierta
a la jauría de los mercados Borbón, Central y Telar Los Leones,
trípode por donde resbalaba el Paso de La Vaca,
siguiendo el corte unicelular de aquellas mujeres
de barriga redonda
esperando a los hombres que venían
de la zona roja en busca con el pan nuestro de cada día,
bajo el brazo como un dia más y otro menos. 
Yo recuerdo la citadina costumbre,línea purpúrea olorosa a alcohol y ron barato
Hotel España, ruta de paso,
correntada de compradores y vendedores,
mientras el ulular secreto de la mirada
agazapada y locuaz del cilíndrico
trenzar azul y rojo del confite de las barberías,
cubre el amén de la esperanza de otros años
5.-
San José.     Correo sin reloj y la mano cansada de Juan Rafael Mora,
que antes aquietaba el remolino de palomas,
ahora pinta los hombrosde los no pocos que iniciaban entonces la faena del mercado
jadeando de un lugar a otro, bolsas de manigueta infladas de chayotes,
fruta semanal, la carreta de carne tras de los que iban
zanates y perros por igual
 6.-
 ¿Qué edad la mancha ocre, corona de puntillas dóricas, mirando despectivasy chismosa la espalda salobre del parque,
La tienda Simón, avenida central, recuenta de tiendas,
zapaterías y sombrearías dispuestas a renglón
seguido de la tienda LA GLORIA, la MIL COLORES,
y la sastrería para caballeros MAINIERI ARONNE;
esquina con La UNIVERSAL en sentido contrario a LEHMANN?
Uno a uno, la peonada pasa al frente de nosotras, sin apenas notar el cambio del día
7.-
¿Qué edad tenia si mi ciudad envejeció igual que
el Fantasma de Canterville, solo que sin arrastrar
cadenas, sonidos, olores, colores y sensaciones
por los cascos vacíos de los cafetines cercanos?
Recuerdo LA PERLA, LAS COPAS, BILLY BOY, EL MELICO SALAZAR.
De Manolo’s a Chelles, cien metros de muescas y retazos,
paredes construyendo lentamente
el hormigueo de La Iglesia del Carmen,
la antigua Pagaduría Nacional,
el primer Instituto Nacional de Seguros
paralelo a LA YACUNA, entre muchos otros,
avioncitos alternos de ladrillo
cambiando siempre de piel con la caída del sol…
leyenda urbana; cuencas dispersas,muestrario de casas antiguas,
procesiones de Semana Santa
engarzadas en la sorbetera melancólica del edificio KNÖR,
apoyando luz, chispa, bruma y susto,
siempre eterna de la calle central y primera,
a donde corríamos a tomar la “cazadora”…
Ahora: misma esquina, Pasaje Jiménez, dos trozos de tela tiradas de cualquier forma
asemejan la carcasa de los vagabundos de entonces:
Yegua Loca, Muñeca, Pico de Oro, Casadora, Azulito,
Cayunco, Prior Rodríguez…
Misma esquina, ya no existe el Pasaje Jiménez, solo un chirrión de muelles vacíos.
Un perro abandona el ocio de su pata rota
pespunteando en retrospectiva la enciclopedia
de telas y baratijas, las tiendas de los polacos,
tiradas a un lado.
La calle sigue.   Beige y gris hasta que saltan las tuberías ya romas y circenses,
ya punteadas y gritonas de la ex FIRESTONE,
calle lateral:  mientras mamá
hablaba con algún conocido, yo corría hasta la  boca de la
gárgola de piedra húmeda empotrada en la pared,
para ver la entrada y salida
de las botellas, enanas y acinturadas de los refrescos
entrando y saliendo de la ex CANADA DRY,
subiendo o bajando por los ejes,
ya romos y cedulantes dedos de hule,
alargandóse como dedos de una mano nueva
llevando de un lugar a otros que,
de tanto temblar, despertaban al duende
anidado en el almacén La Ópera,
que huyendo por el callejón cercano, 
quemaba el vaho azul de las calles,
olor a boñiga y pasto seco hundiéndose
en LA FOSFORERA EL AGUILA,
cerrando el paso a la boca
de las MELCOCHAS LA ESTRELLA,
donde en pelota, cambiando premios y gofio
a los bien portados,
los policías jugaban bola con los niños solos…
8.-       Mi ciudad, es un sueño dormido en los ojos…
¿Quién no recuerda el FRONTON,
las casas paralelas al eco de las paredes
subiendo por la bola de hule, el café con leche
y un poco de crema batida en el techo del antiguo
Archivo Nacional,
la nave espacial donde se hacían piscinas
camino a Desamparados,
hoy primer Templo Chino, el TEATRO LA CARPA,
con sus colores de pez payaso flotando en el amontonamiento
de luciérnagas y purrujas en el Parque Central,
el paso anguloso de los paseos dominicales, o el... nosotros que nos quisimos tanto, debemos terminar, no me preguntes más… sonando lento por fuera de los establecimientos que exhibían el letrero: se prohíben las escenasamorosas de cualquier tipo, y la rosa pintada de pared, despidiéndonos?... 
¿Qué edad? Si de La Catedral al Registro Civil, hoy convertido en mercado permanente de buses y bazares,
calle 6, avs. 7 y 8, casa 648, el Templo Bíblico abría
para nosotros por las tardes de domingo sus puertas,
al frente el Almacén La Garza, cuya repostería agrietaba los bolsillos de la boca de más de uno, hoy un mercado más... 
9.-
Yo recuerdo una ciudad de anuncios
y giroscopios multicolores;
caligrafía blanca y fluorescente, COCA COLA, mi primer lectura, en letras brillantes en el horizonte
de la noche como una estrella más...
Mi ciudad.   Tardes grises, verde en ocasiones,
   el Amón en una esquina y el Puente Chino en la otra,
(Por debajo, casi como un susurro, pasábamos después del Sunday School, rayando el brazo de la Biblioteca Carmen Lyra)
atrás el dulce llover de los años devolviendo la memoria: 
Mi ciudad tenía muchos parques,
no estas casas derruidas por el concreto del progreso,
y siempre   siempre será mi ciudad…

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