La última de las paradas de mi viaje a México el pasado año fue San José de Iturbide. Una ciudad más humilde y desconocida que las anteriores Guanajuato, San Miguel de Allende o Dolores Hidalgo, pero también una parada interesante por cuanto tiene que ver y porque es mucho menos turística. Allí pude pasear por las calles y advertir cómo los mexicanos disfrutaban del fin de semana, siempre con una inmensa alegría de vivir; acercarme a su mercadillo; comer un helado en una ‘paletería’; o descubrir la parroquia de San José, una de las más imponentes del país.
Sin duda, el principal monumento de la urbe es la mencionada Parroquia de San José. Sorprende porque tiene un estilo clásico que choca pero a la vez se complementa perfectamente con el entorno. La comparación por su vestíbulo, columnas y capiteles corintios con la basílica de San Pedro de la Ciudad del Vaticano hace que sea el foco de atención para muchos viajeros.
En uno de los laterales del monumento, paramos a tomar un helado en la Paletería Campa, el honor al creador del centro religioso. Hay sabores de todo tipo y sin duda, recuerdan muchísimo a los alimentos originales. No es verano, pero entre el sol del que disfruto y el helado, tengo un momento de sosiego de esos que siempre se recuerdan en un viaje.
Más allá de la plaza principal de San José de Iturbide
Cerca de la plaza principal de San José de Iturbide, se encuentra ‘El Patio del Artesano’, un espacio local donde los pequeños comerciantes muestran sus productos, casi siempre creados de las formas más rudimentarias. Joyería, complementos, juguetes… Un lugar genial para llevarnos un recuerdo de esta tierra directamente producido por su gente; sin intermediarios.
De aquí saltamos a la plaza, llena de atracciones para los niños, gente sentada en los bancos disfrutando de unos rallos de sol y colorido en cada rincón. En San José de Iturbide uno se siente poco turista y eso es algo que solo dan las ciudades que no destacan en las guías… y se agradece.
En uno de los extremos empieza el mercado, uno de los más auténticos que vimos en todo el recorrido. Hay un montón de puestos de productos locales, con gente muy dispuesta a dejarte probar y convencerte de que te lo tienes que llevar. Además, puedes sentarte a comer y aunque nosotros ya teníamos otro lugar ya reservado, me encantaría volver a México tan solo para comer en un puesto callejero. ¡Qué comida tan rica! ¡Qué mexicano todo!
Naturaleza y turismo activo en San José de Iturbide
Por último, San José de Iturbide tiene también un entorno natural ideal para hacer un recorrido en cuatrimoto o sencillamente, en un buen coche para conocer los alrededores. Así visitamos la comunidad de la Buenavistilla, un lugar en plena montaña donde la erosión ha formado lugares espacios de luz donde los pueblos más primigenios encontraron un lugar para mostrar su fe religiosa y sus ofrendas. El lugar es escarpado y con grandes paredes de roca, lo que le ha valido que los locales la hayan bautizado como la ‘Petra iturbidense‘. Salvando las distancias, es un lugar con encanto, donde actualmente parejas y feligreses aún suben para mostrar devoción de diferentes maneras…
Algo más alejado de la ciudad, está el centro vacacional El Salto, donde los más aventureros se pueden lanzar en parapente en un entorno maravilloso o si eres algo menos arriesgado, hacer una actividad de quedarte en unas hamacas en suspensión. Nosotros disfrutamos un rato de esta última actividad, pero sobre todo disfrutamos de las vistas del lugar. Un buen lugar para decir adiós. Cargando bien los pulmones. Recordando relajadamente lo vivido.