Texto y fotos: José Manuel Beltrán.
En ocasiones la naturaleza te sorprende
con paisajes insólitos moldeados en el transcurrir de los siglos, algunas veces, amparados de forma frágil a la fuerza del mar y del viento. San Juan de
Gaztelugatxe es uno de ellos.
Localizado
en la costa vasca, entre dos preciosas localidades vizcaínas, Bakio y Bermeo,
destaca este maravilloso islote, unido a tierra por un pequeño puente de dos
arcos, en cuya cima se erige una pequeña ermita dedicada a San Juan. Todo el
conjunto está declarado Patrimonio Cultural de Euskadi.
No
creas que te será fácil llegar hasta ella, aunque tampoco hemos de exagerar. Con
muy buen criterio, tendrás que dejar tu vehículo en un pequeño aparcamiento
–sin coste- que se emplaza a un lado de la misma carretera. A partir de ahí, un
amplio sendero de fácil recorrido pero de empinada cuesta te dejará a los pies
del puente, batido en ambos lados por las olas del Cantábrico.
¡Preparado para la ascensión!
Dice
la leyenda que, desde Bermeo, San Juan accedió a lo más alto dando tres grandes
pasos. Quizás puedas reconocer la huella del último de ellos, exactamente en el
último escalón antes de acceder a la ermita. Sea lo que fuere, si ya te
encuentras en este punto, debes saber que habrás ascendido un total de 231
escalones que te recomiendo lo hagas a tu ritmo.
La
imponente escultura de roca simula lo que podía ser un castillo. De hecho a su
nombre “Gaztelugatxe” se le dan varios significados: “Gaztelu”, castillo y “aitz”, peña o roca; también como “gatxe”, malo o difícil. Ya se le
menciona, en el año 1.053, en una donación que se realiza a un monje del
monasterio de San Juan de la Peña.
Lugar
estratégico para el dominio de la costa, se le cita en su página más brillante
cuando, allá por 1.334, se obtuvo feroz resistencia de los ataques de Alfonso
XI, rey de Castilla. Siete caballeros vizcaínos defendieron durante más de un
mes los ataques de las huestes reales que finalmente se dieron en retirada.
Lugar de trapicheos, de piratas, de naufragios….la roca guarda innumerables
leyendas que la hacen especialmente popular entre los bermeanos, y más en
concreto de los marineros.
Conforme
asciendes sus escalones en un continuo ziz-zag, las vistas sobre las laderas
verdes de los acantilados se imponen, junto con las agrestes rocas erosionadas
por la fuerza del mar. El vuelo de cormoranes, gaviotas y otras aves
que pululan por sus alrededores buscan el lugar ideal para reproducirse.
Si
ya estás en la cima, es posible que te hayas parado en cada una de las
estaciones de viacrucis que jalonan la subida. Desgraciadamente la ermita
actual no es la original. Deteriorada por el transcurrir de los años y de sus
continuos saqueos, en 1.886 fue totalmente demolida y reconstruida a la actual,
arrojándose al mar cualquier objeto y monedas que se encontraban.
Sin
embargo, una vez allí, debes cumplir con la tradición. Tres toques a la campana
instalada sobre su frontal deben ser realizados por todo aquel que haya
conseguido subir a la cima. De ser así, el deseo solicitado será cumplido.
Hemos
realizado parada en este fantástico
lugar que sin duda no debes perderte en tu visita a Euskadi; la fonda la podéis hacer en el Restaurante
Eneperi, a pie de carretera y eso sí, además de desearos como siempre: SALUD, ciudadanos viajeros, recordaros
que es conveniente que en este recorrido llevéis algo de agua.
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