En el marco del II Foro Iberoamericano de Turismo Rural, celebrado en Tecpán (Guatemala) en junio de 2017, tuvimos la ocasión de conocer la experiencia de la cooperativa de mujeres tejedoras Rapulaj, en San Juan La Laguna.
Poco ha cambiado, a primera vista, durante los 23 años transcurridos desde que tuvimos el privilegio de conocer por primera vez este bello lugar ubicado en el lago Atitlán; sin embargo, mientras subíamos las empinadas cuestas de San Juan, observamos que en este tiempo se han creado múltiples cooperativas que trabajan con el objetivo común de dar a conocer sus artesanías a los visitantes. Es deseable que estas cooperativas tengan un mayor acceso a la programación de los circuitos de turismo responsable, que aún está muy poco consolidado como oferta en Guatemala. Por este motivo fuimos a visitarlas junto a una serie de actores y dinamizadores del turismo rural, del ecoturismo y del turismo comunitario iberoamericanos; después de juntarnos durante dos días en San Ricardo Farm Lodge de Tecpán, con el fin de desarrollar estrategias que puedan potenciar el turismo rural en la región, como motor para el desarrollo de iniciativas como Rapulaj.
Estas mujeres de San Juan La Laguna elaboran todos sus tejidos manualmente desde el primer paso, y el primero es recolectar el algodón que cultivan en los campos aledaños. A continuación al algodón se le quitan las semillas, las cuales se vuelven a plantar, se varea y estira. El siguiente paso, el hilado, se realiza con una herramienta fabricada en madera o de barro llamada malacate. Impresiona la destreza que han desarrollado para dejar el hilo con el grosor necesario, tarea nada sencilla cuando uno de nosotros lo intenta.
Tiñen con extractos obtenidos de plantas como el romero, la zanahoria, la pimienta, el achiote y muchas más, además de la cochinilla. Reducen a polvo el ingrediente elegido y lo introducen en calderos con agua hirviendo, sin parar de remover para conseguir la uniformidad del color hasta conseguir tonos muy hermosos, una paleta impresionante de diversidad y belleza.
El teñido se realiza en madejas que previamente han elaborado trabajando por pares, y cuando éstas se han secado bien se transforman en ovillos, a partir de ahí pasan a tejer, utilizando el telar de cintura.
Un telar simple y portátil, creado por los mayas hace 5.000 años. La misteriosa recopilación de palitos y maraña de hilo cobra vida milagrosamente y se transforma cuando la tejedora se pone la correa a la cintura, se ajusta a la barra del telar, tensa las urdimbres y empieza a tejer con el otro extremo del telar amarrado a un árbol o poste. La tejedora convierte un bulto de hilos en una tela totalmente acabada.
Este telar produce una pieza con 4 orillas acabadas perfectamente, la única dificultad es que las piezas siempre tienen una anchura determinada, la anchura que la cintura de la tejedora pueda manejar y esto hace que al confeccionar el huipil se haga con varias piezas cosidas o unidas para alcanzar la anchura que se desea.
En los huipiles de uso diario se utilizan una o dos piezas rectangulares; para los "sobrehuipiles" ceremoniales se requieren tres piezas que lucen cuando agradecen a sus dioses, como a Itxel, diosa de la luna, el parto y el tejido.
De acuerdo con la tradición, la mujer elabora las prendas que usa toda la familia y las confecciona con técnicas muy antiguas que han ido pasando de madre a hija durante siglos. Cada comunidad tiene un estilo propio de prendas adornado con motivos diferentes, llamativos diseños de un variado contenido simbólico.
En estos pueblos del mágico lago Atitlán los hombres usan también pantalones blancos de algodón adornados con motivos de animales y plantas, muy vistosos, y que también les relacionan con sus creencias y su comunidad.
Entre las piezas que ponen a la venta para el visitante, puedes escoger desde cinturones a bolsos de distintos tamaños, cubre manteles, monederos, tapices y más. Los diseños se han ido adaptando a los gustos del turista actual y si calculas las horas que las mujeres han invertido en elaborar uno de sus productos no se entiende el precio final, la deducción es que ganan muy poco por un trabajo realizado con esmero y basado en su tradición.
Mientras nos explican todo el proceso los niños juegan al escondite o se tumban a descansar en las hamacas, colaborando a la sensación de vida y paz que deja esta visita.
Ver esos colores, tocar los tejidos, escucharlas y observar cómo trabajan deja una bella huella en los sentidos y en el espíritu. La integración de estas cooperativas en las visitas y su apoyo por parte der algunas agencias más responsables dentro del turismo de Guatemala es un ejemplo a seguir, que esperamos pueda obtener mejores rendimientos en el futuro hacia unas condiciones de trabajo y de vida cada vez más dignas.
El lago tiene algunas otras iniciativas de gran interés, como el hotel Uxlabil de San Juan La Laguna, gestionado por acuerdo entre un hotelero privado y la comunidad, según los principios del turismo responsable. Este hotelero, que ya cuenta con un barco turístico de alta calidad decorado según las tradiciones mayas, se plantea en el futuro cercano contar en el lago Atitlán con el primer barco turístico solar; iniciativa que saludamos también con gran interés y para la que ya se están dando los primeros pasos.