Artesa donde bebían los animales del santo. Grabado del XIX.
Sobre este santo son unánimes los martirologios irlandeses, que le consideran unos de los padres del monaquismo celta, santo milagroso y de grandes virtudes. Y todos coinciden en señalar su memoria a 4 de agosto. Los “Hechos de San Molua”, traducidos al latín en el siglo IX se conservan varios códices en prestigiosas bibliotecas. Pero esto no quiere decir que no escape a la leyenda. La mayor parte de su vida nos llega por la obra “Florilegium insulae sanctorum seu Vitae et Acta Sanctorum Hiberniae”.Según esta, Molua (también Moluach, Lugith, Lugaidh o Luan) su padre se llamó Carthach, y su madre fue Ochla, natural de Ossory. De su niñez se cuentan muchas leyendas: Una dice que un día se bebió una bota entera de vino, sin emborracharse, sin embargo, su padre se emborrachó solo con aspirar su aliento al ir a besarle. Aún de niño realizó varios milagros, como sanar a su padre de un cáncer, y no solo eso, sino restituirle la pierna amputada previamente con motivo del tumor. A uno que les guardaba el ganado le sanó de dolores de cabeza. Úlceras, dolores de muelas, cojeras, en fin, todo tipo de males y dolencias sanaba el niño Molua en personas y animales. Incluso los animales enfermos sanaban si bebían agua en la artesa donde bebían los animales del santo. Un abrevadero o artesa, tradicionalmente tenido como el del santo se conservaba hasta el siglo XVIII. Otros portentos más, como aquel que cuenta que mientras pastoreaba sus rebaños, cayó una tormenta terrible, pero su hoguera en la que se calentaba no se apagó, antes bien, un ángel la mantuvo ardiendo y la aumentó para que otros pastores pudieran calentarse en medio de la lluvia y el viento. Hasta el siglo XVI una cruz marcaba el supuesto sitio de la hoguera milagrosa.
Aún de niño fue confiada su educación a San Finian de Clonard (5 de abril y 12 de diciembre) y de San Comgall de Bangor (10 de mayo). Una leyenda paralela a la “vita” dice que pasando San Comgall por un bancal de juncos junto a un monje, vio un resplandor saliendo de estos y unos ángeles que custodiaban el sitio. Envió Comgall a un monje a ver que era aquello y este, dando una patada en los juncos, vio un bebé en medio, lo levantó y lo puso en su axila. Al volver, contó lo visto y enseñó al niño, a lo que Comgall dijo: "Mi-lua (patada), hijo de ocha (axila); este será su nombre", dando pie a otro de los nombres por los que se le conoce: Moluach. Esta leyenda dio pie a creer que el santo había sido abandonado por sus padres cuando es posible que el cambio de nombre fuera, si acaso fue, cuando estos lo dieron a Comgall para su educación. ¿Tal vez no era un bebé, sino un niño crecido, que descansaba mientras pastoreaba? En el cielo lo sabremos.
Como fuera, el santo abad le tomó bajo su protección, profetizando que estaba llamado a pastorear rebaños más grandes, y encaminarlos al cielo, profetizando que sería, como él mismo, fundador de monasterios. Era el niño Molua de ingenio despierto, por lo que pronto aprendió las letras, y en breve se introdujo en las Escrituras, los Padres Apostólicos, etc. Pasados los años y llegado Molua a la juventud, Comgall le admitió a la profesión monástica y le eligió como abad para fundar un monasterio. Molua y sus monjes se dirigieron primero a Monte Luachra, Limerick, donde el rey local fue generoso con ellos, pero finalmente decidió establecer el monasterio en Conflert, tierra de sus parientes maternos. Para este monasterio escribió una Regla, que la tradición dice fue leída y aprobada por San Gregorio Magno (12 de marzo y 3 de septiembre, elección papal). En breve el monasterio se vio rebosado de monjes y de aspirantes a tomar el hábito, por lo que fundó un nuevo monasterio en Hy-Figinte. Otros monasterios de los que se le hace fundador en realidad fueron fundados por monjes elegidos por él, y aunque no sea padre de estos asentamientos, lo es al menos espiritualmente.
Alban Butler nos regala una anécdota del santo abad, que recuerda en su sabor a la sabiduría de los monjes de la Tebaida: Vivía en el monasterio un monje con celda propia (en los monasterios no era lo habitual, sino los dormitorios comunes), que no permitía compartirla con otro monje. Un día fue a visitarle Molua, y lo halló sentado junto al fuego. El monje le invitó a sentarse junto a él, para evitar el frío. Al punto, el monje hubo de salir y al volver halló al santo abad corriendo alrededor del fuego, y le preguntó: "¿qué haces, padre?". Y le contestó el santo: "Pues que es una lástima que no se pueda obtener todo el calor de este fuego y se desperdicie el de la zona donde no estoy sentado", a lo que entendió el monje su egoísmo, compartiendo celda y fuego desde entonces.
Fue confesor y director espiritual del obispo San David de Gales (1 de marzo), por elección divina, pues nos dice la leyenda que queriendo elegir un confesor entre los monjes irlandeses, estando a punto de embarcar, se le apareció un ángel que le dijo que salvo para elegir a Molua, no cruzara el mar, pues perecerían todos en un naufragio. Hizo caso el santo obispo, se dirigió a Conflert, conoció a Molua y nació entre ambos una relación espiritual profunda. De confesor no podemos llamarla, pues la confesión, como la conocemos hoy, no nacería en la Iglesia hasta mucho más tarde.
Ya mayor, perdió un diente y le dijo al monje que le atendía en ese momento: "Hijo mío, hazte haga cargo de este diente, que un día vendrá cuando puede ser necesario, por lo que no lo entierres conmigo cuando yo muera”. Y veremos pronto que pasó. Luego de una vida entregada a la penitencia, la oración y la extensión de la vida monástica, poco tiempo antes de morir llamó a San Dagan (3 de enero), obispo de Achad, para consultarle sobre su sucesor. Dagan le recomendó a San Lactan (12 de enero), recomendación aplaudida por el santo. Visitó al eremita San Cronan de Roscrea (28 de abril), el cual le reveló que sus días estaban cerca. Cuando regresaba a Conflert, encontró un pantano, por lo cual él y su acompañante, el monje Stellan, se desviaron del camino, hacia Tuaim Domhnaigh. Allí, a la orilla del lago tuvo una visión y preguntó a Stellan: “Si uno ve al mismo tiempo la familia del cielo y la de la tierra, ¿con cuál de las dos debería ir?" Stellan respondió: "Con la del cielo". Y le dijo el santo abad: "Amado hijo, dame entonces el Santísimo Sacramento, porque veo que mi familia de los cielos espera que yo pueda ir con ellos". Y recibiendo el Sacramento, falleció en brazos de su discípulo, el 4 de agosto entre 605 y 608. Stellan llevó el cuerpo a Conflert, donde recibieron sus veneradas reliquias. Queriendo unos monjes de uno de los monasterios fundados por Molua, una reliquia de su santo abad, se dirigieron a Conflert, donde los monjes se negaban a abrir el relicario, ante lo cual, el monje que poseía el diente del que hablamos antes, recordó las palabras del santo, y les entregó la muela, con lo que todos quedaron contentos.
A mediados del siglo VII ya es mencionado entre los padres de la Iglesia irlandesa. En el siglo VIII, aparece en el "Feilire" de San Oengus (11 de marzo), una especie de martirologio en versos, donde se le llama “campeón” y dice que “grande es mi confianza en él”. Una iglesia dedicada a su memoria existe en Killaloe, donde se le invocaba como abogado contra la lepra, lo cual difundió la leyenda acerca de que los últimos 20 años padeció lepra, por lo que en ocasiones se le llama Molua “ el leproso”.
Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
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