San Pateo (Año 3).
Día 7. “San Pateo es… San Pateo”
¿Les decepciono si honro las virtudes culinarias del bollu preñao? Pues, hala, decepciónense, que a mí me da exactamente lo mismo. Mi madre cumple con las tradiciones, con la tradición: bollu preñao a la mesa. Con su choricito, que es chorizote y comprado en Santa Cristina, en pleno centro de la ciudad, en la calle Uría. Para el vino, nos cuidamos un poco más. Selección Valdepeñas, que qué ricos están y a un precio inigualable. Antes, en la mañana con ese color tan ovetense, un gris nublado que convierte el Campo de San Francisco –al próximo que diga “parque”, lo extraditamos a Albania- en un lugar mágico. Nadie recorre sus sendas, los patos en el estanque aprovechan para mostrar todos sus colores en su parcela no invadida aún por las horrorosas (y sucias) palomas. A la altura de la estatua de Armando Palacio Valdés, una voz me llama, despertándome de mis pensamientos. Es Enrique Patricio, que está ayudando a montar el escenario para primera hora de la tarde con Petit Pop. Si no saben dónde se encuentra situada la susodicha estatua, deberían saber que es la más antigua de las que hay en el Campo (¡al próximo que diga “parque”…), 1953, mucho antes que un dirigente tuviera la feliz idea de sembrar de bustos y demás obras de ingeniería la ciudad. Veo que han quitado el toldo y se lo comento a Enrique, a quien conozco desde los tiempos de “Astur Music” y eso ya son dos décadas y media en la pomada de la música. Me comenta que estaba en mal estado y que, por eso, había tomado la decisión. Lo que se dice estar a pie de obra, no como algunos nefastos que tuvimos que padecer en Oviedo, más pendientes de la foto o de la cena que de otras cosas. De su gusto –inexistente- musical, mejor nos olvidamos, que ya los padecimos bastante. Aunque, como toda pandemia, amenacen con volver. Lo deseen para volver a llenar sus “cacitos”, darse sus comilonas y acudir a festivales de los que no ven más que los manteles y sábanas de sus restaurantes y hoteles a cuenta de todos los ovetenses.Me llama Alberto Ceán para saber si voy por la noche al Gong. Actúan Mota Blues, “Mota” con una sóla “t”, que tampoco es tan difícil, señores. No, estoy en modo “cartujo” y como mi querido Eric Jiménez no acompaña a Soleá Morente en concierto, me ahorro una salida. Echo de menos a Los Evangelistas, donde la hija del Maestro (¡Enrique Morente, coño!) destacaba con su ternura, como le comenté cuando presentó su exitoso libro “Cuatro millones de golpes” en el Metrópoli gijonés y tuve la fortuna de acompañarle en el estrado, recordando visitas y encuentros con Lagartija Nick y Los Planetas.Estiro el paseo, me embriago de esa atmósfera ovetense mañanera y me siento moderadamente feliz (que cantaba Pablo Moro en una de esas canciones) de estar aún vivo y coleando. Es San Pateo, otro más, y, a pesar de los pesares, no han conseguido acabar conmigo.MANOLO D. ABAD
La melodía que nos llama, que nos persigue en nuestros pensamientos. ¡Qué suerte haberles podido ver en varias ocasiones! Doves “Melody Calls”.