Revista Viajes

San Pedro de Atacama, la puerta del desierto

Por Martineznotte Alejandro Martínez Notte @martineznotte

El paisaje, regado escasamente por salares y valles, es simplemente alucinante. San Pedro de Atacama se ha vuelto un pueblo turísticamente atractivo por ser la puerta de entrada al desierto más árido del mundo. Sus callecitas y casas de adobe, refugian turistas dispuestos a conocer los escenarios naturales menos pensados.

San Pedro es una comuna dentro de Antofagasta, que a su vez se encuentra en la provincia de El Loa, a 1700 kilómetros de Santiago de Chile. Desde allí parten las excursiones al Valle de la Luna, o la reserva arqueológica del altiplano. No obstante, el pueblo ni siquiera tiene aeropuerto.

San Pedro de Atacama, la puerta del desierto
Para llegar a la comuna hay que volar hasta Calama, la capital provincial. Desde allí, salen distintos vehículos por tierra hacia San Pedro de Atacama, que es el pueblo donde se ofrece hospedaje a quienes pretenden internarse en el desierto. Lo más frecuente es subirse a una camioneta 4 x 4 y viajar una hora por la Cordillera de los Andes.

Los colores por la ventanilla generan un efecto alucinógeno. Casi todo lo que se ve es tierra, pero aparecen algunos salares, y en partes del recorrido, aguas termales. Durante el recorrido, viajando a 2400 metros de altura, el silencio lo envuelve todo.

El clima es árido, y casi no hay vegetación, lo cual hace que cueste creer que allí hubo población desde el 7000 antes de Cristo. Sin embargo, no por nada San Pedro es la capital arqueológica de Chile.

San Pedro de Atacama es el último lugar donde es posible hacer base, antes de meterse en el desierto y visitar, por ejemplo, el Valle de la Luna, o el Valle de Marte, dos de los destinos más requeridos por turistas de todo el mundo.

San-Pedro-Atacama-capilla
En este sentido, el pequeño pueblo resulta un oasis, considerando que ofrece una infraestructura hotelera preparada para recibir turistas y aventureros de todo el mundo. Hay, además, tiendas donde comprar recuerdos, que suelen estar ligados con la cultura indígena, principalmente quechua. Y, como corresponde a cada pueblo donde hubo jesuitas, una capilla que sorprende por las imágenes.

Uno de los atractivos más buscados por los viajeros, son los géiseres. Se trata de aberturas, como inmensas zanjas o manantiales, formadas en las laderas volcánicas. De esas fisuras brotan gases y vapores a muy alta temperatura, y muchas veces se forman termas naturales.

Los géiseres de Tatio son de los más famosos de la zona. Se encuentran a 4200 metros sobre el nivel del mar, y por su tamaño y actividad, se los ubica en tercer lugar dentro de los más importantes del mundo.


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