San Román, desde la ventanita, contempla
el milagro de San Lorenzo.
Estando Lorenzo padeciendo los tormentos, uno de los soldados, llamado Román, encargados de cumplir las órdenes del juez, admiró la valentía y la fe del santo mártir e inspirado por Dios y el ejemplo que veía, aceptó a Jesucristo en su interior. Mientras, cansado Decio de no poder doblegar al santo, le envió a la cárcel, hecho que aprovechó Román para pedir le dejasen llevar una jarra de agua a Lorenzo. Se lo concedieron, y entrando, vio un ángel que socorría a San Lorenzo. Definitivamente convertido, entre ambos convirtieron el agua de vida natural en agua de vida eterna, pues Lorenzo la usó para bautizar al recién converso.
Apenas bautizado, fue sorprendido por otros soldados, que lo llevaron al juez. Este mandó azotarlo para que renegara de su nueva fe, pero el intrépido neófito solo respondía "soy cristiano". Viendo que no podían hacer más, le decapitaron a las afueras, junto a la Puerta Salaria, el 9 de agosto de 258. El cuerpo fue abandonado allí, hasta que un presbítero y varios cristianos le dieron sepultura en la Vía Tiburtina, cerca de San Lorenzo. La memoria de su sepulcro se mantuvo durante las persecusiones y entrada la paz fueron traslasdadas a la basílica de San Lorenzo en Roma. Posteriormente, durante la dominación lombarda, fueron trasladadas a Lucca y Ferrara, donde se veneran aún. Se le invoca contra las posesiones, las tentaciones y las sequías.
Fuente:
-“Flos sanctorum de las vidas de los santos”. Tomo II. PEDRO DE RIBADENEYRA. Madrid, 1761.