Madrugamos para ver de nuevo la ciudad. San Sebastián, la ciudad monárquica del XIX. La ciudad liberal rodeada del infierno carlista. Nos acercamos a Igueldo, que en breve parece que será una ciudad diferente. El nacionalismo y su pasión por dividir, por separar. Un parque de atracciones de principios del XX y quizá las mejores vistas de la ciudad. Acabamos a los pies del monte, donde acaba o empieza Ondarreta, en el maravilloso peine de los vientos de Eduardo Chillida. Hay pocas maneras más poética de recibir al viento en una ciudad que la que imaginó el escultor vasco. La forma que somos capaces de darle a las cosas que imaginamos es lo que nos diferencia del resto de seres vivos de la creación. Un hombre es un mamífero que dibuja, "con su dedo grande en el aire", como hubiera escrito César Vallejo.
Un paseo, algunas fotos, y un fuerte abrazo de despedida. Volveremos a vernos, pienso mientras seguimos nuestra ruta hacia el oeste...