El 27 de junio de 303 entraba a la vida eterna uno de los más insignes mártires españoles de los primeros siglos: Zoilo, un joven cordobés.
Había nacido en la misma ciudad, y era descendiente de nobles romanos y de familia cristiana, en cuya fe se había educado, y que profesaba públicamente. Llegados Diocleciano y Maximiano al gobierno del imperio, se desató la persecusión que ya conocemos por otros testimonios martiriales. Conocemos que los emperadores enviaron a España a Daciano, juez por cuya condena padecieron otros mártires ibéricos, como Santa Eulalia de Barcelona (12 de febrero). Apenas llegó Daciano a la ciudad, supo de la existencia de Zoilo, el joven que no ocultaba su fe. Le llamó a su presencia y enterado de sus orígenes y virtudes le dijo: "¿Por qué, siendo noble,expones a tu linaje tan fea mancha, siguiendo el sistema de una gente vil como los cristianos, que no teniendo títulos de honor con que darse a conocer, querrían hacerse conocidos por inventores de novedades? Nuestra religion está autorizada con la antigüedad; pero la vuestra nació ayer, tan desvalida, que es afrenta profesarla, y tan perseguida, que el no dejarla es una temeridad. Créeme , Zoilo, y obra como hombre cabal: deja el error en que estás, pues de lo contrario serás la víctima de mi indignación, y el escarmiento de tus semejantes".
-"Vicio de gente infame es el mentir" – respondió Zoilo – "así como es propio de los nobles decir y defender la verdad. La ley de los cristianos lo es sin duda, pues es su autor el verdadero Dios. Tus deidades sí que son de ayer, hechuras de las manos de los hombres, que no pueden ni son capaces de dar divinidad a las piedras, ni a los leños de que están hechos tus vanos ídolos. ¿Qué caso se ha de hacer de una religion que tributa culto a dioses adúlteros, homicidas y perversos, confesados así por vuestros mismos, poetas en la historia de sus vidas?" "Escoge, Zoilo, vivir con honor y comodidad sacrificando a los dioses, o morir o la violencia de diferentes tormentos", fue la respuesta de Daciano. No alteró al santo tan terrible amenaza, antes bien deseoso de testificar con su sangre fe cristiana, comenzó a predicarla con más valor aún.
Irritado, Daciano mandó que le azotasen furiosamente, y luego le rasgaran con garfios de hierro, Zoilo se mantenía firme en la fe de Cristo y dejo al tirano: "Hiere, rasga, y despedaza mi cuerpo, pues mientras más le atormentes, mas crecerá mi corona; pues mi Maestro y Señor Jesucristo enseña en su Evangelio a sus discípulos a no temer á aquellos que solo pueden causar la muerte corporal. Sabe que esto para mí es el fin de todos los males, y el principio de una infinita felicidad; pero para ti será entrada a una eterna noche de tinieblas infernales donde en compañía de los demonios serás atormentado por los siglos de los siglos sin esperanza alguna de alivio". Y ordenó Daciano que le abrieran las espaldas y le sacasen los riñones, pero por milagro, no murió Zoilo, sino que permanecía vivo y con ánimo esforzado. Este milagro y la fe del mártir terminaron por cegar a Daciano, que lleno de ira, tomó por si mismo una espada y degolló por su propia mano al santo.
Junto a Zoilo fueron degollados otros confesores. No está claro el número de estos. Algunos menologios mencionan a 9, otros a 12, y algunos llegan a 22 compañeros mártires. Tomados los cuerpos de las víctimas, fueron sepultados entre los extranjeros, para que así mezclados, los cristianos no pudieran dar debido culto a sus reliquias. Pero los cristianos los tenían bien identificados, por lo que en cuanto pudieron los enterraron en un sitio más adecuado y con gran veneración, aunque con el tiempo la memoria de sus reliquias desapareció.
Pozo de San Zoilo.
En 613 el santo se apareció al obispo San Agapio de Córdoba (3 de julio), manifestándole el sitio de su sepultura y advirtió que quería ser trasladado de aquel sitio. Fue el obispo con el clero hasta el sitio indicado y allí hallaron los santos restos. Los depositaron en la iglesia de San Félix provisionalmente, hasta que una nueva iglesia y monasterio, dedicados a la memoria de San Zoilo fue edificada. Allí permanecieron las reliquias hasta el siglo IX, en que, junto a las de San Félix (27 de julio y 9 de febrero, traslación a Alcalá) y San Agapio fueron trasladadas a Carrión de los Condes, al monasterio de San Felices, que tomaría el nombre de San Zoilo. No solo permanecían los huesos, sino que además había una camisa y un cíngulo manchados con la sangre del santo mártir. Otras reliquias habían sido enviadas antes por San Eulogio (11 de marzo) al obispo Wilesindo de Pamplona, donde aún se veneran.
Aún quedaron otras reliquias en Córdoba, en la iglesia de San Fausto. Y de Carrión regresó un hueso en 1714 para ser venerado en una ermita dedicada al santo en la misma Córdoba, muy cerca de donde la tradición popular dice que estuvo su casa. En dicha ermita hay un pozo a aguas la leyenda quiere que fueron arrojados los riñones que le arrancaron a Zoilo, y mediante las cuales los devotos socorren sus males de riñones. De 1136 data la primera recolección de milagros del santo, que le pone como un gran valedor ante Dios.
Fuente:
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año". Junio. R.P. JUAN CROISSET. S.J. Barcelona, 1862.
A 27 de junio además se celebra a San Cirilo de Alejandría, Doctor de la Iglesia.