Sana contaminación

Los médicos nos advierten de lo nocivos que son los gases de los automóviles para los seres vivos, a los que nos provoca y agrava numerosas enfermedades que acortan la vida.

Madrid capital es, con excepción de Barcelona, la ciudad española más contaminada. Situada en una enorme sartén cuyos bordes son cercanas cordilleras, está muchas veces bajo una boina negra de gases que respiran sus 3,5 millones de habitantes.

La gente tendría que caer muerta como los pajarillos de las llanuras estadounidenses, pero parece que aquí se desarrollan unas branquias que convierten el azufre en oxígeno puro, lo que da una vida larguísima.

La ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar, exalcaldesa de la contaminadísima Córdoba, ha lanzado una campaña contra el alcalde porque, afirma, coloca en zonas poco contaminadas las estaciones medidoras de gases para engañar a los ciudadanos.

Se ve que se ha adelantado la campaña electoral de municipales y autonómicas, y hay que atacar por todos los flancos a este edil conservador que acaba de convertir en un inmenso parque arbolado la cuenca del riachuelo Manzanares, que ahora parece el Sena, aunque con una laminilla de agua inmóvil. Hasta le ha puesto una playa que inaugurará, naturalmente, poco antes de los comicios.

Pero ni alcalde ni ministra recuerdan que, quizás gracias a sus branquias chulaponas, los madrileños viven casi tres años más que el resto de los españoles, con excepción de los navarros, cuya boina transparente da igual longevidad que la negrísima madrileña.

Asómbrese: los madrileños, según el INE, viven 82 años y las madrileñas casi 85, cuando españoles y españolas, que ya son los ciudadanos más longevos de la UE, viven 79 y 82 años, respectivamente.

Ante esta estadística, uno tiende a creer que la contaminación es sana.

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Aunque SALAS, que recuerda el dicho sobre Madrid y el cielo, lo ve de otra manera en El Correo Gallego de hoy:

 

Lo que tiene el nuevo Manzanares son puentes en abundancia. Se supone que caerán los precios.