En esta campaña electoral Pedro Sánchez está en igual situación desesperada que Artur Mas tras las ya lejanas elecciones autonómicas, por lo que promete concederle lo que le pida cualquier partido que lo apoye para ser presidente.
El líder socialista se vende así, incluso a los separatistas, con tal de “mandar al paro” a Mariano Rajoy.
Su oferta no es sólo al centrista Ciudadanos, o al ultraizquierdista Podemos, disfrazado ahora de moderado, sino también a la Convergencia separatista de Artur Mas y a los antisistema de la Candidatura d’Unitat Popular (CUP, separatista), si ambos partidos catalanes aplazan-aparcan temporalmente su independentismo.
Muchos socialistas se confiesan asustados: Sánchez rechaza obsesivamente a Rajoy y promete desmantelar toda la legislación bajo su mandato, pero tras esto, no presenta ni una propuesta electoral que no dependa de otros partidos.
Sánchez quiere ignorar que gran parte de las políticas restrictivas del PP, incluyendo su reforma laboral, fueron impuestas por Bruselas como condición para no intervenir la economía española.
Lo que evitó reducir en hasta el veinte por ciento los presupuestos de educación, sanidad, desempleo o pensiones, como en Grecia.
Como Sánchez no podría cambiar realmente la legislación económica, tendría que concentrarse en satisfacer las exigencias territoriales y sociales de los aliados, tanto nacionalistas como ultraizquierdistas y antisistema, modelo CUP.
Y aunque proponga sus alianzas condicionándolas verbalmente a tener un voto más que Mariano Rajoy, todos sus acercamientos a los partidos opositores, incluyendo los coqueteos con Bildu bajo promesa de liberación de presos etarras, muestran que se plegará a casi todo con tal de presidir un gobierno.
Ciudadanos, con sentido de Estado, le advierte que el poder no puede alcanzarse a cualquier precio, vendiendo la dignidad personal, ideológica, y al propio país, que es España.
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SALAS