No lo voy a negar: a despecho de algunos, el gobierno que ha ido conformando Pedro Sánchez en los últimos días y que hoy será oficial, no tiene nada que ver con el "Ejecutivo Frankenstein" que vaticinó Rajoy en el debate de la moción de censura que ha terminado enviándolo definitivamente a casa. Tal vez sea algo más nutrido en número de carteras de lo que sería recomendable en un país en el que este tipo de alegrías públicas no tienen una buena acogida entre los ciudadanos, después de las penurias provocadas por la crisis. Creo que no hubiera afectado a la eficacia de la acción de gobierno mantener unidas algunas carteras o unir las de nueva creación a algunas de las ya existentes. Dicho lo anterior, el perfil general con el que Sánchez se propone gobernar se aleja por fortuna del reparto de cargos entre los pesos pesados o las familias del partido y se aproxima de manera acertada al ámbito del mérito y la experiencia. Es cierto que hay algunos nombres de mucho lustre público en el socialismo español pasado y presente como los de Borrell, Calvo, Robles, Ábalos o Batet. Sin embargo son clara minoría frente a otros mucho más desconocidos pero de larga trayectoria en puestos de alta responsabilidad pública en la Administración, la Justicia o las instituciones comunitarias.
Aunque no soy un fanático de las cuotas sino de las capacidades, hay que resaltar el elevado número de ministras frente al de ministros, aportándole así una de sus notas más características: la amplia participación femenina en asuntos de mucho peso político como la hacienda pública, la economía, la sanidad, la justicia o la administración territorial. Que Sánchez quiere convertir las políticas de igualdad en una seña de identidad de su Gobierno lo pone de manifiesto la recuperación de un ministerio propio que dirigirá alguien con la experiencia de Carmen Calvo quien, además, será la única vicepresidenta. En este organigrama gubernativo que hemos ido conociendo hay mensajes claros en varias direcciones y el apoyo a las políticas de igualdad y género es evidente que se trata de uno de ellos. Pero también lo es el que se envía a los independentistas catalanes designando a Josep Borrel como ministro de Asuntos Exteriores y a Meritxel Batet - ambos de procedencia catalana - como responsable de Administración Territorial. Que Sánchez ha dado en la diana con esos dos nombramientos lo demuestra la reacción de Carles Puigdemont desde su retiro berlinés.
Foto: El PeriódicoSi había preocupación por lo que pudiera decir la siempre quisquillosa Comisión Europea sobre el nuevo Gobierno español, el presidente ha designado para el Ministerio de Economía a Nadia Calviño, una alta funcionaria de la Unión Europea llamada a calmar a los adustos comisarios. No es ironía decir que el nombramiento de Pedro Duque como ministro de Ciencia es una decisión de altos vuelos después de años de recortes en investigación y fuga de cerebros con el Gobierno del PP. En resumen y a falta aún de algunos nombres cuando escribo este post, estamos ante un Ejecutivo suficientemente cualificado y experimentado para afrontar el reto que tiene por delante, que no es menor.
Sabido es - como dicen en la bolsa - que ganancias pasadas no garantizan ganancias futuras y, en política, una buena trayectoria al servicio de lo público se puede truncar si las circunstancias no acompañan o se toman las decisiones equivocadas. Por eso no conviene aún subirse al globo de la euforia sino esperar a conocer los primeros pasos del nuevo Gobierno para ir valorando su gestión. Y sin ánimo de ser aguafiestas, que no olvide nadie la precariedad y heterogeneidad de los apoyos con los que cuenta Pedro Sánchez y la oposición beligerante que con toda seguridad harán el PP y Ciudadanos. Solo si Sánchez y su gabinete consigue ir sorteando esos dos escollos habrá Gobierno hasta 2020, pero si lo que se produce es el bloqueo, la parálisis y el desconcierto sería un grave error no convocar a los ciudadanos a las urnas. En todo caso, alea iacta est.