Ha pasado con nota el PSOE el primer proceso de primarias internas en la historia de la democracia española: alta participación, normalidad durante la campaña electoral y la jornada de votaciones y un nuevo líder respaldado por la mitad de la militancia, a notable distancia del segundo. Se comprende por tanto que Pedro Sánchez, el nuevo secretario general in pectore de los socialistas españoles, esté hoy eufórico y no lo estén menos los barones territoriales del PSOE, aunque con algún matiz de última hora. El experimento ha salido bien y se han conjurado los miedos a que una baja participación o un resultado demasiado ajustado pudieran terminar embarullándolo todo y generando más división que unión en torno al elegido.
Sin embargo, pasado el subidón por el éxito de las primarias de ayer, ahora comienza lo realmente complicado para el nuevo líder socialista español. Él lo sabe y por eso ya se ha apresurado a reivindicar la suficiente autonomía para conformar la nueva ejecutiva federal e impedir que se la den hecha aquellos que se resisten a perder comba en la nueva situación en la que se adentra el partido. Sin embargo, que la primera reunión de Sánchez tras ser elegido secretario general del PSOE haya sido con la presidenta andaluza Susana Díaz no parece mera casualidad achacable a las agendas de uno y de otra. Sánchez anunció su candidatura a la secretaría general del PSOE cuando Díaz, a la que apoyaban numerosos barones territoriales, confirmó que no concurriría.
Pero sobre todo, Sánchez debe en gran parte la victoria de ayer a los afiliados socialistas de Andalucía en donde seis de cada diez votaron por él. Es cierto que sin un apoyo tan abultado de la mayor federación socialista española también habría ganado las primarias, pero la ventaja sobre Madina no habría sido tan nítida. Hasta qué punto el apoyo andaluz a su candidatura se verá reflejado en la ejecutiva socialista lo veremos pronto. En todo caso, sospecho que lo va a tener difícil para contentar a todos, tanto como encontrar la cuadratura del círculo para que se reflejen en la nueva dirección las diferentes sensibilidades que conviven en el PSOE, desde la izquierda que en las primarias encarnó José Antonio Pérez Tapias a la posición supuestamente más próxima al aparato representada por Eduardo Madina, hoy silencioso tras la derrota de ayer.
Del mismo modo tendrá qué hacer encaje de bolillos ideológicos para ubicar al PSOE en el espectro político nacional en el que se verá obligado a abarcar desde el centro hasta los predios de Podemos e Izquierda Unida pasando por el centro izquierda. Eso para empezar, porque pasado el congreso de finales de julio y una vez ratificado en la secretaría general y aprobada su ejecutiva, llegará noviembre y tocan primarias abiertas para la candidatura a la Moncloa en las generales del año que viene. Sánchez ha abierto hoy la puerta a retrasarlas pensando probablemente en que lo primero son las locales y municipales de mayo próximo. El posible retraso no gusta a barones como el presidente asturiano o a Pérez Tapias, quienes le han recordado que el compromiso es hacerlas en otoño y no más allá.
Que Sánchez quiere concurrir a esas primarias parece fuera de toda duda si nos guiamos por su discurso político de las últimas semanas en el que se ha postulado más como candidato a la Moncloa en plena campaña de elecciones generales que como secretario general del PSOE. Sin embargo, tengo la sensación de que en el nuevo líder y en el propio partido hay mucha ansiedad por quemar etapas demasiado de prisa sin consolidarlas previamente. Hablar a estas alturas de candidaturas a La Moncloa cuando ni siquiera se sabe muy bien qué piensa hacer exactamente Sánchez para renovar a fondo el partido es como poner la carreta delante de los bueyes.
Por ahora, haber jubilado políticamente a Rubalcaba solo le da todo el derecho del mundo a liderar un nuevo proyecto político que saque al PSOE del ostracismo y lo arme con un nuevo discurso que lo diferencie nítidamente de la derecha y lo reconcilie con la izquierda. Sobre eso, Pedro Sánchez aún tiene mucho que explicar y mucho por hacer. Después de este ejemplar proceso de primarias en el PSOE, sería un fiasco en toda regla para los militantes y para el conjunto de la sociedad que se volviera a relegar a un segundo plano la renovación del partido en beneficio de la carrera por la presidencia del gobierno. ¿Está dispuesto a correr ese riesgo el PSOE?