Sanchismo

Los socialdemócratas del PSOE comienzan a descubrir lo que ha supuesto la reelección de Pedro Sánchez como Secretario General: anarquía e ignorancia ideológicas, improvisaciones convertidas en dogmas, servidumbres con Podemos y la destrucción de los tibios ante este liderazgo.

La anarquía e ignorancia ideológicas la muestra, entre otros, la vicesecretaria general Adriana Lasta, señora sin estudios que nunca trabajó, que para defender el “Estado español como nación de naciones”, idea del socialnacionalismo catalán más allá del federalismo, puso como modelo al “Estado Plurinacional de Bolivia”.

Ese país pobre con nueve autonomías subdivididas en cuarenta etnias dirigidas por el indigenismo primitivista, con 37 lenguas oficiales, es nuestro ideal.

La misma idea de nación de naciones vuelve a los cantones, a las taifas, a los ejércitos de filólogos parásitos imponiendo dialectos “renacidos”, empobreciendo a todos.

Hay gente así que quiere hacer obligatorio el “Andalú”, por ejemplo, para alimentar miles de parásitos, “profesores” en escuelas e institutos.

El secretario de Organización, José Luis Ábalos, propone apaciguar el independentismo en Cataluña eliminando con una quita la parte que le debe la Generalidad al Estado, 49.038 millones de euros, el 65 por ciento de su deuda total de 75.443 millones.

Sánchez se enfrenta al Estado –no al Gobierno—tratando de aliarse con el PNV cuyo objetivo es la independencia, aunque no ahora por conveniencia táctica, para crear una Constitución a su gusto.

Y del “nunca pactaré con los populistas” a adaptarse al maximalismo ultragochista de Podemos, al que quiere sumar los separatistas catalanes: nata montada, realmente envoltura de su odio patológico a Rajoy.

La caza del disidente: aunque no siempre le sale bien, como en Valencia, quiere hundir a Susana Díaz, aunque mate al PSOE, y seguirá en ello con los demás mientras mande.

Desea transmutarse en Pablo Manuel Iglesias Turrión e imitar a Yugoslavia y Checoslovaquia, ejemplos de naciones de naciones con poco más de 80 años de vida y de caótico y empobrecido final, aun siendo pacífico el segundo caso.

El Gobierno acaba de mostrar un camino incruento para paralizar el golpe de Estado del referéndum, controlar el gasto de la Generalidad para su separación de España, y el sanchismo, a lo suyo: en lugar de apoyar una medida tan comedida la denuncia porque: “No sirve para resolver el conflicto”. Para esta calamidad de Sánchez nada de Rajoy sirve, ni siquiera que coma al mediodía, porque así no se morirá de hambre, que es lo que le conviene a alguien tan odiado.

Como obtenga algún poder determinante, el sanchismo hundirá España para varias generaciones, mientras que el rajoynismo, imaginando que fuera muy malo, sólo afectaría a unos cuantos años, lo que permitiría recuperar enseguida el norte a unos opositores racionales.

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SALAS