Imagen de Gustavo Doré
Diálogo imposible entre caballero y escudero
—Mire vuesa merced que esos que llama molinos son gigantes, que las mozas de la venta no son rameras sino princesas enamoradas, que los pellejos de vino son desaforados malandrines y que, por obra de un encantamiento, un ejército de temerosos soldados viene a mostrarse engañosamente como un rebaño de pacíficas ovejas.
—Bien se ve, amigo Sancho, que has perdido el juicio y que de tanto comer cebollas y ajos crudos se te ha secado el cerebro, que no hay cosa peor que un atracón con este sol de Dios y con el vino caliente que llevas en la bota. Dejemos las cosas como están: molinos, furcias, pellejos y rebaños. No demos oportunidad al diablo, que ya vendrá algún desaliñado escribidor a inventar historias descabelladas con las que ganar algún maravedí para llenar el puchero. Que los tiempos son duros. Y a buen entendedor pocas palabras.