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Tras los conciertos de Santero y los Muchachos y Jordana B., el ciclo Coslada Sonora llega a su fin por este año con las actuaciones de Sandra Bautista y Raquel Lúa el 10 de mayo en el Café Teatro Margarita Nelken. La primera de ellas presenta su tercer disco Intuir el tigre después de Trapezista (2019) y La casa de les mil olors (2017). Sandra Bautista, quien ya ha colaborado con otros artistas como El Kanka, Guillem Roma o Guiu Cortés, ahora comparte gira con Raquel Lúa, a quien también dedica unas palabras en la siguiente entrevista.
En febrero vio la luz Intuir el tigre, comenzó la gira en Elche y a través de tus redes sociales comentaste que sentías "una gran responsabilidad de corresponder al momento". ¿Ahora mismo cómo estás manejando esa responsabilidad?
Ahora que van 12 conciertos de la gira de presentación en los últimos dos meses y que puedo verlo con perspectiva, creo que me daba vértigo no corresponder honestamente con todo lo que hay vertido en el álbum. En un disco se pueden hacer muchas magias, como borrar, editar, añadir, arreglar... pero en directo, a guitarra y voz, pocas trampas podemos hacer las cantautoras. Evidentemente nadie espera nada concreto, la gente suele venir a disfrutar sin demasiados juicios.
Por cierto, "el tigre" del título, ¿hay que "intuirlo" para que no te coma, como decía cierta canción, o el significado para ti es otro?
Mi madre me dijo lo mismo cuando le revelé el título [risas] y yo pensé "pues en realidad sí, ¡yo lo que no quiero es que me coma el tigre!". Nadie quiere, ¿no? Para mí el tigre es la criatura que aparece en mi vida y se sienta en mi sofá cuando no soy capaz de vivir en el presente. Suena muy tópico, pero es real. Suelo temer mucho el futuro y a veces me regodeo demasiado en la nostalgia, con lo que vivir puede llegar a ser angustiante, sobretodo cuando eres consciente de que el tigre te lo inventas tú misma. Pero en fin, otras veces también lo encarno, saco las garras y tiro adelante.
Entonces a la hora de dar forma a un disco en particular o en tu carrera en general, ¿te guías más por intuiciones o por certezas?
Ciertamente, por intuiciones [risas]. Creo que la frase que más he repetido en mi vida es "no sé cómo lo he hecho, pero lo he hecho". Y así voy, a veces más acertada que otras, a ensayo y error. Fijándome en lo que hacen artistas, músicos y poetas contemporáneos, intentando buscar mi propia voz, mi propio estilo, mis propias palabras... Es una intención vital, una reflexión continua, pero da mucha vidilla a una persona que de otra forma tendería a la tristeza.
Teniendo en cuenta que tu anterior disco vio la luz en 2019, entiendo que la pandemia también te afectó a nivel profesional, ¿me equivoco?
Fue un gran batacazo. Por aquel entonces había firmado con una discográfica que prometía mucho, había empezado a salir en medios. Notaba cierto movimiento a raíz del concurso Sona9. Pero de pronto, todo se frenó y quedó en nada. Ese disco se presentó y al poco rato nos encerraron y cayó en el pozo del olvido. Luego vi emerger proyectos por redes a una velocidad de vértigo y empezó a aturdirme demasiado. Me dediqué a sobrevivir cómo maestra de primaria, vía online entonces, y cuando salimos de la cueva volví a la carga desde otro lugar. Aquello me sacudió mucho y coincidió con un momento de salir realmente de la adolescencia y entrar en la edad adulta. Supongo que de aquellos barros, estos lodos y, ahora, llegan por fin los brotes.
Hay quien afirma que, desde la pandemia, los gustos del público han cambiado y que las llamadas "músicas urbanas" lo han revolucionado todo... ¿estás de acuerdo?
Yo estoy abiertamente hasta las narices de la mal llamada "música urbana" y todo lo que la rodea. Básicamente porque me obligan a consumirla y porque hay muchísima basura y neoliberalismo ahí dentro. No me parece una revolución, porque una revolución debería servir para construir algo mejor en la sociedad y esto, claramente, no es algo que vaya a mejorarnos en ningún sentido. Te encuentras alguna joya de tanto en tanto, pero en general, es como ir al McDonald de la música, con un ritmo que te machaca, una letra que nos denigra como mujeres y, cuando no, una puesta en escena llena de luces, ningún músico, cuerpos normativos y autotune para disimular que no saben cantar. Lo peor es que las supuestas "academias" premian artistas como Bad Bunny y a partir de ahí, todo está roto. Estoy deseando que pase esta moda de los karaokes a los que se les intenta dotar de intelectualidad.
Primera vez que tú misma te encargas de la producción, ¿verdad? ¿Has tenido que aprenderlo todo tú o alguien te ha echado alguna que otra mano?
La historia es que, en 2022, le encargué a mi amigo y gran guitarrista Bart Barenghi la coproducción de los temas. Al poco tiempo, dejé de hacer de maestra y empecé a trabajar de 'road manager' del cantautor Guiu Cortés. Un día de gira, me sugirió que me autoprodujera. Me dio un montón de buenos consejos y me cedió, con toda su generosidad, un espacio para hacerlo. Para mí era algo impensable, pero de una forma orgánica me fui haciendo a los botones, las palancas de cambio e, incluso, al timón. De repente, empecé a sentir que podía traducir en algo tangible lo que sonaba en mis pensamientos, ¡y qué emoción! Así que terminé poniendo no solo el oído y la voz, sino también el cuerpo, el sueño, las manos, la cabeza y el corazón y Bart pasó a ser la pieza principal en los arreglos.
Más que agradecida, imagino.
Imaginas bien, agradezco mucho a estas dos personas haber estado presentes y haberme dado la confianza y un lugar para equivocarme. En un mundo tan patriarcal, de repente dos hombres cedían su silla y me animaban a ocuparla. Por supuesto, he contado con las opiniones e ideas de todos los músicos que han pasado por el estudio y eso lo ha enriquecido.
He leído que cada una de estas 9 canciones de Intuir el tigre supone “un micromundo” diferente, ¿surgió así o buscaste esa variedad?
Yo
ya no compongo sin un tema de partida. Antes sí, en canciones
anteriores, mucho más desdibujadas, había un batiburrillo de conceptos
que las hacía poco comprensibles. Ese tema de partida a veces me lleva a
otros lugares que me acaban sorprendiendo o empiezan en un momento de
la vida pero la historia termina distinta y aprendo algo que me hace
cambiar el rumbo de la canción. A veces pasan meses entre la primera
idea iniciática y la última revisión, así que las canciones toman vida y
se hacen
a mí y yo a ellas. No sé, lo siento cómo un diálogo con
infinitas tomas de decisiones que me hablan de mi misma. Entonces, me
gusta encontrar el estilo o camine que más encaje con lo que propongo a
nivel armónico y de letra. Y después, claro, una producción acorde con
el camine que me he propuesto.
En Intuir el tigre encontramos sonidos tradicionales y elementos electrónicos, pero creo que lo más importante para ti son las letras, ¿me equivoco?
Creo que le doy la misma importancia, un 50-50. En algunos temas se hace evidente que he puesto más el foco en la letra, como El último gol, que me parece el menos interesante a nivel armónico y melódico pero tiene una historia muy ácida que si la música fuera más compleja, sería demasiado difícil de seguir. Sin embargo, en canciones como Vid amurallada, creo que el peso lo tiene la música, con un arreglo de cuerdas que hace que el disco respire justo a la mitad. Aún así, nunca dejo una frase sin revisar, me estrujo el coco para encontrar otras maneras de expresarme, de usar las leyes de la poesía, de romperlas, de jugar entre lo que se dice y lo que se sugiere, siempre con la intención de transmitir un mensaje o contar una historia concreta. Aprender a concretar es lo que siento que estoy ganando con el tiempo, supongo que también tengo más experiencias, ejemplos y referencias y puedo hablar desde mí sin intentar abarcar tanto al mundo o a los demás.
Hablando de El último gol, ahora que unas y otros reivindicamos el fútbol femenino, me llama la atención que la canción que cierra el listado de Intuir el tigre sea precisamente esa... ¿Casualidad o no?
En mi caso, es algo que hace mucho tiempo que me apetece plasmar en una canción. He jugado al fútbol desde los 6 años, primero con el masculino en un campo de fútbol césped y a los 13 me pasé al fútbol sala con el femenino. Quería partir de una experiencia real y transformarla en una realidad utópica. Los personajes que nombro son reales. El gay, el canijo y la niña somos tres amigos que nos sentíamos un poco apartados del grupo, cada uno debido a su condición particular. En la canción me meto de lleno con esa hombría tan fácil de ilustrar y armo una revolución en la que nosotros tres metemos todos los goles que no pudimos meter. Es una canción con un toque de humor pero me hace muy feliz que a mi amigo, el gay, le haya emocionado. Seguimos teniendo una amistad muy estrecha y hemos crecido juntos, dejando atrás los lastres impuestos por una sociedad enferma y transformándolos en arte, él a través del teatro y yo de la música. Creo que sólo por eso, por haber hecho feliz a mi amigo con una canción, podría retirarme a gusto. No hay nada mejor que cocinar para los tuyos y que terminen rebañando el plato.
¿Cuál es tu opinión sobre la cultura, tan machista como el deporte o no?
Puede que el mundo de la cultura sea tan machista como el deporte pero de una forma más camuflada, menos evidente, en lugares dónde es difícil verla, con esquemas difíciles de agitar.
Las mujeres habéis sido mayoría en esta edición de Coslada Sonora. ¿Cómo está el circuito musical en estos momentos en términos de Igualdad? ¿Hasta qué punto es necesario seguir apostando por el talento femenino y visibilizarlo?
Veo que hay movimiento por parte de las instituciones y también desde los colectivos, veo más mujeres a mi lado atreviéndose a ocupar espacios. Pero veo también que se nos está queriendo colar un falso empoderamiento vestido con los mismos trajes de antes y me parece peligroso. Por supuesto, hay mujeres haciendo trabajos increíbles que son invisibles y, en cambio, se les da altavoz a las que siguen los patrones de la industria. Veo demasiada estética en escena. No sirve potenciar el talento femenino si se ciñe tanto el vestido a la imagen normativa. Al final continuaremos creyendo que para llegar a ciertos lugares hay que vender un poco el cuerpo. O bien hablar todo el rato de los derechos de la mujer en las canciones. Está bien la canción protesta, pero quiero ser libre de hablar de lo que quiera, no sólo de mi condición de mujer. Quitemos la imagen de los proyectos, escuchemos la música y pongamos a las mujeres donde merecen estar.
Hablando de mujeres, te has aliado con Raquel Lúa para compartir gira por toda España, incluido el concierto del 10 de mayo aquí en Coslada. ¿Por qué esta gira conjunta y por qué ella en particular?
La verdad es que es una gozada compartir con Raquel. Somos amigas desde hace por lo menos 6 o 7 años. Hemos compartido nuestras carreras en paralelo, muy cerquita la una de la otra, de hecho, vivimos a dos calles. Hemos grabado segundas voces en nuestros discos y colaborado infinitas veces en directo. Entonces se hizo muy orgánico organizar por fin una gira de fechas conjunta en la que presentar las que nos parece que son las mejores canciones de una y otra y trenzar nuestras voces, guitarras y percusión.
Leí que del concierto que será “un cóctel hecho con buen gusto para saborearlo despacio”. Seguro que a alguien le extraña que apostéis por “saborearlo despacio”, precisamente en estos tiempos en los que todo va tan rápido... ¿Se trata de ir contracorriente?
Cuando la corriente es tan tóxica, no queda otra que hacerse salmón. Ojalá seamos muchos salmones inquietos en el Margarita Nelken. Siempre hay personas dispuestas a abrir la escucha y es precioso encontrarse con ellas.
Por último, por recapitular, ¿qué podemos esperar del concierto del 10 de mayo en Coslada?
Va a ser un concierto compartido con Raquel Lúa, otra mujer poderosa demasiado desconocida. Traemos canciones de ambas, trenzadas con nuestras guitarras y voces. Es una gira que tampoco sabemos si volverá a ocurrir. Ojalá podamos compartir ese momento único.Yo quiero ofrecer un concierto completo, cercano y que transmita realmente lo que he conseguido a nivel vital y musical en los últimos años.
Texto: Alberto C. Molina