Hace unos días mi amigo Pep me habló de la Isla de Sandy, en el Pacífico Sur y estamos decididos a ir. Como somos gente previsora y no hacemos las cosas al tuntún, primero iremos de vacaciones, a ver qué tal es todo aquello. Pero a poco bien que vaya estamos pensando en establecernos y convencer a nuestras familias para que nos acompañen. Una vida tranquila, alejados del mundo.
Ya hemos consultado los mapas. Parece estar ubicada al este de Australia, en el Mar del Coral. Según el mapa tiene forma alargada, unos 30 kilómetros de largo por cinco de ancho.
Aunque en realidad es mucho más pequeña que eso. Tanto que, como se descubrió en 2012, ni siquiera existe. Era una isla que solo estaba en los mapas, una isla fantasma. Lo dicho, alejada de este mundo. ¿Será allí donde vive ese famoso registrador de la propiedad que hace las veces de presidente del gobierno?
De todas maneras nosotros no nos fiamos de lo que cuenta la prensa –respecto a la isla, sobre Rajoy creemos a pies juntillas a La Razón– y vamos a echar un vistazo. Y si es verdad, ya que estamos por allí, nos acercaremos a la Micronesia para comernos una paella en Os Guedes, que me acabo de enterar que es española.
Pero vayamos por partes.
Desde aproximadamente 1880 aparecía en el mapa la Isla Sandy (arenosa, en español), en lo que son aguas territoriales francesas. Ellos, que son muy suyos, la llaman Île de Sable y por lo visto aparecía en documentación oficial. Hasta aquí nada raro: soy español y por tanto estoy acostumbrado a la de cosas increíbles que aparecen, de continuo, en la documentación oficial. De hecho, alguno que yo conozco diría que apenas aparecen cosas creíbles.
Volviendo al tema, como pueden comprender, aquella zona de Nueva Caledonia no era muy transitada, porque allí permaneció la isla más de 100 años sin dejar la mínima huella en el mundo. Hasta que en 2012 una expedición científica australiana que llevaba casi un mes estudiando la tectónica de placas en el Mar del Coral decidió acercarse a echar un vistazo. Tal vez pensaban relajarse en sus playas, daiquiri en mano. Lo que encontraron fue tierra, pero a 1.400 metros de profundidad y nada que sugiriera que una presunta isla se hubiera hundido allí por causas naturales. No se trataba solo de un error de cartas antiguas hechas a pulso: en sus mapas científicos también aparecía Sandy desde el año 2000, incluso la podían ver perfectamente en Google Earth. Y si lo dice Google…Pero ellos, por más que miraban, no encontraban nada, solo mar. Aquella tripulación del servicio hidrográfico australiano merece algo así como una medalla a los peores descubridores de la historia, ya que más que descubrir una isla ellos la han hecho desaparecer. Todo un ¿redescubrimiento? ¿exdescubrimiento? ¿desdescubrimiento?
Por tanto, en este caso no se puede decir aquello de que Sandy desapareció del mapa, sino todo lo contrario. Sorprendente para un profano, pero parece que a los cartógrafos no les extraña tanto, son cosas que pasan: en los mapas aparecen cosas que no existen. Otro ejemplo sería la inexistente isla Bermeja, mexicana si no fuera también fantasma. Eso lo espera uno de las comedias románticas o los informativos de la tele, pero no de los mapas; no me negarán que crea cierta desazón a personas sensibles como un servidor.
Marca anticopia
Durante siglos los navegantes han equivocado sus cartas de navegación, localizando islas en lugares diferentes a los que están. Como los mapas se renovaban sobre otros anteriores, el error se iba repitiendo hasta que alguien iba allí y comprobaba que no había isla o que se había confundido con otra.
En ocasiones algunos cartógrafos colaban erratas intencionadas en sus mapas, los muy puñeteros, para detectar las copias. Así el error se reproducía hasta que se descubría. O no. Miren bien los atlas pero piensen que puede que algo de lo que allí pone no exista. Tras los chascos con el FMI, el BCE, Lehman Brothers y las agencias de calificación, ahora tampoco podemos confiar en Google Earth.
Llegados a este punto he de confesarles que mi amigo y yo tenemos una agenda oculta respecto a la Isla de Sandy que no es montar un chiringuito. Bueno, en realidad sí es montar un chiringuito, pero financiero. Y que Sandy sea fantasma no supone un inconveniente, sino una oportunidad, que dirían esos que repiten memeces sin pensarlas. Aunque en este caso acertarían, ya que en un mundo donde existe mucho más dinero ficticio que real no encuentro mejor sitio donde ubicar un paraíso fiscal que una isla inexistente.
Os Guedes
Como somos emprendedores y tenemos misión, visión y valores como dios manda, hemos pensado un plan B por si no sale lo de la Isla de Sandy. Nos iremos a las islas de Os Guedes, en la Micronesia. La ventaja es que estas islas, además de estar en el mapa, existen de verdad y vive gente. Y lo bueno es que, además, son españolas. En realidad son cuatro atolones: Guedes, Coroa, Pescadores y Ocea. Parece que fueron descubiertas por Hernando de Grijalva (llamado también Fernando de Grijalba) durante una expedición en el Pacífico en 1537. Aquellos tiempos en los que en España nunca se ponía el sol, ya saben, y había rinconcitos del imperio en todas partes.
Y ahí quedaron, tan olvidadas que, cuando se hizo la oscuridad en el Imperio, nos quedamos sin las últimas colonias (Cuba y Filipinas, 1898) y vendimos los restos a Alemania en plan recortes del gasto público, esas cuatro isletas no aparecieron en ningún papel. Ni en el tratado de paz con EE.UU. ni en el de venta a Alemania, por lo que hay quien dice (aunque existe controversia) que técnicamente seguirían perteneciendo a España, a pesar de que los lugareños siguen viviendo como si fueran micronesios y no existiera el PP, los muy inconscientes.
Isla de Pescadores.
Pero mi amigo Pep y yo vamos a dar la batalla (este es el primer paso) para el reconocimiento de la soberanía española de esas islas, paso previo a declararlas paraíso fiscal; todo por la patria. Voy a enviar una carta a Rajoy y a la espera de lo que responda la troika iré adelantando por change.org. El crowdfundig habrá que reconsiderarlo, vista la última iniciativa legislativa bancaria.
Malo será que, igual que Sandy, estas islas se desvanezcan y la realidad nos haga cambiar nuestro plan. Cosa que, por otra parte, pasa hasta a las mentes más brillantes.