autor: blog Agua Viva
Jesús, nuestro Salvador
Algunas personas dicen: "me bautizaron de niño y nadie me preguntó". Otros dicen que no se debe bautizar a los infantes.
Salvador es el que aparta al otro del peligro mortal que lo amenaza.
La palabra REDENCION significa “comprado de nuevo” o “vuelto a comprar”.
En la Biblia es utilizada la palabra REDENCION especialmente para comprar un esclavo y ponerlo en libertad. Esto significa una liberación conseguida por el pago de un precio de rescate. El soldado romano podía comprar su propia libertad si él podía dar suficiente dinero. El propietario también podía vender su esclavo a otra persona que pagaría el precio y lo pondría en libertad.
El ser humano no puede salvarse a sí mismo ( Is 53,4-5), y nosotros nos merecíamos morir por el pecado (Rom. 6, 23). Por el pecado original, estábamos bajo la justa ira de Dios en virtud de nuestras transgresiones, formábamos parte del grupo de “esclavos del pecado” y necesitábamos que viniera alguien a pagar el precio para liberarnos.
Jesús pagó el precio de nuestro rescate con su sangre preciosísima: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en RESCATE por muchos” (Marcos 10, 45).
El apóstol Pablo escribió, “sabiendo que fuisteis RESCATADOS de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata, sino CON LA SANGRE DE CRISTO, como de UN CORDERO sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1, 18-19). Isaac preguntó “¿Dónde esta el cordero?” (Gén. 22,7) y Juan el Bautista contestó señalando a Jesús “He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1, 29- 36).
Cuando Dios decidió liberar a su pueblo cautivo por los Egipcios, le ordenó a los Hebreos inmolar por familia un cordero “sin mancha, macho, de un año” (Ex. 12, 5), indicándoles marcar con la sangre del cordero sacrificado el dintel de la puerta para que el Angel exterminador los perdonara cuando esa noche viniera a herir a los primogénitos egipcios. Desde ese momento, la sangre del cordero tuvo para los israelitas valor redentor.
Nuestras vestiduras han sido cubiertas con la sangre del cordero, ya no estamos bajo la ira de Dios.
El precio de nuestra redención es la sangre de Jesús que hace posible para un Dios justo, justificar a un pecador en la base de una justicia satisfecha.
Cristo nos redimió por el sacrificio de El Mismo en el calvario en nuestro beneficio y así nos comunica la vida sobrenatural por medio del bautismo.
La pasión y muerte de Jesucristo rompe el poder del pecado y cancela nuestra deuda. Jesús nos compró en el mercado de “los esclavos del pecado” con Su propia sangre (Gál. 3, 13; 4, 5). Hemos sido rescatados del pecado y ahora somos Su única posesión y no seremos puestos en venta en el mercado de “los esclavos del pecado” otra vez si no nos alejamos de Jesucristo, su gracia, sus sacramentos y su Iglesia. La persona de “esclavo del pecado” pasa a ser “esclavo de Jesucristo” (1 Cor. 7, 22; Gál. 1, 10), se trata de una verdadera adquisición por parte de Dios. La mística crucifixión con Cristo (Gál. 2, 19) da derecho al cristiano a participar de todas las gracias que Cristo recibe como Cabeza del Cuerpo Místico. Se da una reconciliación completa con Dios y el renacer a una vida sobrenatural. Queda aún el poder del pecado sobre los hombres, pero en adelante ya podrán ellos vencerlo con la gracia de Cristo (Rom 7, 25).
Los padres católicos bautizan a sus hijos durante las primeras horas, días, o meses de nacido porque quieren que ellos sean rescatados por la sangre del Cordero, y mientras más pronto mejor para apartarlos del peligro mortal que los amenaza. Santa Teresa del Niño Jesús estaba desolada por no haber sido bautizada sino 36 horas después de nacida.
