Está corriendo mucha sangre en Libia desde que el pasado febrero grupos de milicianos de ideología desconocida, pero entre los que aparecían fervientes agitadores del Corán, se levantaron contra Muamar Gadafi y recibieron ayuda de varios países de la OTAN, como España, que envió, entre otros medios, una escuadrilla de cazabombarderos.
Con el coronel aparentemente derrotado, debería hacerse balance provisional de muertos en esta guerra civil. Es imposible aún: según las distintas fuentes, habría entre 10.000 y 50.000, de ellos numerosos niños víctimas de los bombardeos aliados.
Pero es una guerra que informativamente casi no existe. Seguimos sin saber quiénes son los insurgentes.
O los gobiernos occidentales no quieren o no saben cómo revelarlo: detrás podrían estar los Hermanos Musulmanes más radicales, cercanos a Al-Qaeda. Lo descubriremos, quizás, demasiado tarde.
Qué contraste con la guerra de Irak. Sadam Hussein era un asesino muchas veces peor que Gadafi, quien, a pesar de sus locuras y acciones terroristas del pasado, había colocado a los casi siete millones de libios a la cabeza de África en cuanto a bienestar.
Allí avanzaba como moda femenina no llevar el esclavizador velo, aunque también es cierto que las mujeres podían ir descubiertas en el Irak de Sadam, e igual ocurre ahora en Siria con Bashar el-Asad. Pero las guerras y las revoluciones primaverales han dado marcha atrás a esa liberación.
La sangre libia, en realidad, es el petróleo. Tres veces y media la superficie de España, es un inmenso territorio en el que queda mucho por explotar y en el que bajo Gadafi Francia tenía poca importancia.
Para muchos analistas internacionales muy serios la participación guerrera euroamericana fue un empeño de Sarkozy.
Repsol, que gozaba del favor del dictador, saldrá perdiendo con los que posiblemente serán nuevos sátrapas que, tarde o temprano, lanzarán fatwas reclamando Al-Andalus, y contra quienes los llevaron al poder. Para ellos no fue la OTAN, sino Alá.
Obsérvense las primaveras, especialmente la de Egipto: van camino de inviernos-infiernos de mujeres.
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SALAS. Tira histórica y premonitoria