Título original: Cien mil dólares por Ringo (Centomila dollari per Ringo)
Director: Alberto de Martino
Guion: Alberto Balcázar, Alberto de Martino, Vincenzo Mannino
Música: Bruno Nicolai
Fotografía: Federico G. Larraya
Género: Western Europeo
Reparto: Richard Harrison, Fernando Sancho, Massimo Serato, Gérard Tichy, Eleonora Bianchi, Loris Loddi. Guido Lollobrigida, Mónica Randall. Luis Induni, Michel Montfort, Francisco Sanz. Tomás Torres, Rafael Albaicín, César Ojinaga, Frank Oliveras, Pedro Rodríguez de Quevedo, Fernando Rubio, Víctor Vilanova
Argumento
La esposa de un soldado que ha ido a luchar en la Guerra de Secesión, es cobardemente asesinada por un malvado terrateniente de su propio pueblo, que poco a poco se va quedando con las tierras de los honrados rancheros que pululan por ahí.
La asesina con una lanza apache, para así hacer creer a los ciudadanos que son los indios los enemigos del pueblo.
En realidad es él y sus dos malvados hermanos quienes han ideado un astuto plan.
Sin embargo, un día aparece por el pueblo un forastero a quien se toma por el soldado. No lo es, pero él tampoco les dice lo contrario.
Junto con un cazarrecompensas mexicano luchará contra los criminales.
Mediocre spaguetti western, rodado en la época dorada del (sub) género.
Esto quiere decir que al menos había elementos positivos, como un generoso número de extras, con los que pudieron hacer tres grandes batallas a todo trapo, aunque no de forma solvente rodadas.
Y es que Alberto de Martino siempre fue una medianía como realizador, pero tenía el suficiente oficio como para lograr que no aburriera.
Tampoco quiere esto decir que uno/a se lo pase bien viéndola, ya que resulta algo cansina por la repetición de situaciones, poco rigurosas y faltas de consistencia.
Además, su protagonista, Richard Harrison, que trabajó mucho en España e Italia, no puede ser más soso e inexpresivo.
Soberbia fotografía de Federico G. Larraya, estupendos exteriores de Fraga (Huesca, España), y producción de los hermanos Balcázar, con todo lo que ello supone.
La música, entonada aunque impersonal, de Bruno Nicolai, tratando de seguir la positiva estela (en ocasiones se le aproximaba un poquillo) de Ennio Morricone, uno de los mejores del género.