El vampiro ha atraído desde siempre al hombre como un relato de inmortalidad. En otras ocasiones es la lucha contra nuestra propia inhumanidad lo que mueve el corazón de este tipo de relatos pero, sin duda, el erotismo y la pasión de la sangre está latente y patente en muchas de las historias de vampirismo. La llamada del vampiro es uno de estos ejemplos.
El español José María Elorrieta suma con esta obra un título más a su sorprendentemente prolífica cinematografía y, en lo que se refiere al subgénero de los vampiros, con más efusividad que resultados. Si el potente arranque de la historia nos deja expectantes gracias al relato y a un interesante uso de la cámara subjetiva, terminará como una película sin pies ni cabeza donde los muslos y los camisones nos obsequian con una equivalente vampírico del más puro cine del destape.
En un pequeño pueblo español se extiende la superstición como un caballo desbocado debido a una extraña enfermedad que se manifiesta en las noches de luna llena. A la villa llegan una doctora y su ayudante para intentar descubrir el origen y la cura de esa afección, animadas por el alcalde de la localidad a conseguir desterrar la creencia de que es un vampiro la causa de todos los males. Los hechos se suceden con la extraña e impune connivencia del barón von Rysselbert, su familia y el servicio doméstico, quienes conocen más de lo que desean admitir.
Obviemos la ridícula imagen fija sobre la que se asientan los títulos de crédito tras la secuencia inicial; la molesta banda sonora que se corta en seco entre escena y escena, las extrañas actuaciones o las locuciones de actores que parecen estar leyendo de un teleprompter. La propuesta del cineasta no es disparatada, en principio, pero se diluye entre diálogos inconexos y contradictorios, personajes que surgen sin aportar nada a la trama y una colección de zooms bruscos y extraños flasback visualmente forzados.
La historia intenta hacer una concesión al amor, al sacrificio y a los deseos de contención del hijo del barón, quien se embarcará, de repente y sin anestesia, en una repentina relación de enamoramiento con la ayudante de la doctora, pesa a las extrañas conversaciones con las que se afana en asustar a todo el mundo, demostrando que es un demente ayudado por sus monólogos sobre la moralidad, el deseo y las pasiones de la vida.
Vaya por delante que al menos los escenarios están bien escogidos y que en esos mismos parajes podría haberse desarrollado una historia más atrayente pero, en el fondo, la intención del director parece limitarse sin remedio a un erotismo que por el año 1972 sí debió de ser muy apreciado, sobre todo cierta escena de gozo lésbico que es difícil visualizar indiferente.
Para el amante de los buenos pechos esto no puede obviarse sin más, está muy bien, pero para quien busca un relato de vampiros, una historia sobre un pueblo que se deja someter por la superstición requiere de mucha más interacción con los aldeanos. Desde luego se merece mucho más que un vampiro calvo y vestido con un batín que parece escapado de un manicomio y también exige más voluntariedad por parte de los protagonistas para que el ama de llaves y el mayordomo, a su edad, no sean los cazavampiros más exitosos de toda la película.
Entre el tedioso erotismo que nos abruma durante una hora y veinticinco minutos, con un final que es de lo que no hay, encontramos varias escenas con muchísimas fuerza que yo uso como bálsamo tranquilizador de mi conciencia por haber perdido ese tiempo de mi vida. La primera es la secuencia de inicio de la que os hablaba; la segunda una escena de caza en la que el hijo del barón, poseído por el vampirismo, se alimenta sin piedad de una muchacha y la última, una poderosa imagen de dos vampiresas caminando por el campo, mostrando una despreocupada y casi inocente maldad antes de seducir y atacar a un joven de la villa. Todo parece esfumarse por el castigo al que hemos sido sometidos y gracias a un final ambiguo, acelerado y, porque no decirlo, tan ridículo como podía llegar a ser.
El vampiro según… La llamada del Vampiro (Spoiler).
*Origen. No queda claro el origen de los vampiros primigenios, pero sí que una mordedura te transforma en uno de ellos.
*Motivación. La satisfacción del ansia de sangre y de los deseos carnales. El influjo de la luna despierta su hambre .
*Poder. Tienen una mordedura sedante que deja paralizado a las víctimas humanas. Tienen un aura, una presencia, que deja indefensas y atemorizadas a sus víctimas. Incluso paralizados, los vampiros, son capaces de comunicarse telepáticamente con sus sirvientes
.*Entorno. La acción se desarrolla en una zona rural donde la superstición campa a sus anchas.
*Influencia. El mal está encarnado por un ser que aprovecha lo recóndito del lugar y la connivencia de una familia noble para actuar sin ser detectado.
*Debilidades. Son fuertemente repelidos por las cruces y una estaca clavada en su corazón, aunque no les mata, les deja paralizados.
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