¡Sanidad para todos!

La memoria conserva las imágenes del altísimo Jesús Caldera, el que después sería el ministro de Trabajo del primer gobierno de Zapatero, destacando en cabeza de grandes manifestaciones de inmigrantes indocumentados exigiéndole a José María Aznar “¡Papeles para todos!”. 

Las mismas fuerzas parlamentarias de izquierda que apoyaban esa demanda, a las que se han sumado ahora los nacionalistas y UPyD, firmaron esta semana un documento exigiendo “¡Sanidad para todos!”, lo que, si se cumple, culminará con otro eslogan: “Sanidad para nadie, porque se acabó la Seguridad Social”. 

Las manifestaciones por los papeles explotaban la economía del ladrillo; entre las legalizaciones de Aznar y las de José Luis Rodríguez Zapatero, los inmigrantes regularizados en menos de una década subieron de poco más de un millón a seis millones. 

Cuando estalló aquella burbuja buena parte de ellos quedó sin trabajo, aunque, lógicamente, con iguales derechos sociolaborales que los españoles. 

Con su vuelta al Gobierno en 2012, el PP legisló que, si bien los inmigrantes legalizados mantenían sus derechos, los que entraran en España contraviniendo las leyes deberían contratar un seguro porque sólo recibirían gratuitamente atención urgente y primaria, que sería total solamente para embarazadas y niños. 

Todos los partidos parlamentarios, con excepción del PP, prometen ahora eliminar esas condiciones y anuncian que proporcionarán los mismos tratamientos que a los españoles que pagan la seguridad social a los indocumentados, aunque no le hayan aportado ni para comprar una aspirina: “Sanidad del máximo nivel para todos”. 

Espíritu misionero y quijotesco, beatería que destruirá la Seguridad Social: por ejemplo, en el mundo hay 150 millones de infectados de hepatitis C, muchos tan desesperados que podrían irrumpir en España a palos, véanse Ceuta y Melilla, para exigir, como los enfermos españoles, que los curen con ese novísimo medicamento que cuesta 60.000 euros/paciente.

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SALAS, y la sanidad