Realizado hacia 1700
Óleo sobre lienzo de 62 X 77 cm
Museo de El Prado. Madrid. No expuesto
Santa Brígida (1302-1373) dejó su Suecia natal para pasar a vivir en Roma en 1349. Allí llevó una vida de santidad realizando también numerosos viajes pastorales. El último de ellos (1371) fue una peregrinación a Palestina, durante la cual el barco que la conducía sufrió un naufragio en Jaffa, evitando la muerte gracias a la intervención de la Virgen. Es precisamente esta escena la que se representa, cuando la santa, acompañada de un joven que bien podría ser su hijo Bingerio, agradece a la Virgen su intercesión, en una composición agitada en la que destaca la sucesión de planos desde el grupo de náufragos en la parte izquierda hasta la tormenta que todavía se desarrolla a la derecha. El grupo principal se sitúa en el centro, iluminado por una cálida luz dorada que irradia de la propia María.
El estilo se acomoda a las características del final de la etapa española de Giordano, con preparaciones rojizas que sirven de medio tono y que asoman por toda la superficie de la pintura. Los últimos toques están realizados con pinceladas negras, muy presentes en la radiografía. Allí se aprecian también en los perfiles de las figuras, especialmente brazos y piernas, donde Giordano respetó una ligera franja sin pintar con la que define mejor su contorno y otorga mayor profundidad con respecto al fondo. Todo ello acerca esta pintura a los bocetos preparados para la iglesia de San Antonio de los Alemanes y la capilla del Alcázar de Madrid. Formaba pareja con otra pintura de esta santa, ambas presentes en el Alcázar en 1701.
Ramón Martín